En los primeros cursos de Metodología de la Investigación se enseña a los alumnos de Sociología que en las encuestas las preguntas deben formularse de tal manera que no condicionen en ningún sentido la respuesta de las personas, que se eviten afirmaciones implícitas que condicionen la respuesta y con ello se busca impedir que se provoque, intencionalmente o por error, el “sesgo de la respuesta favorable”. Las preguntas deben ser, por tanto, neutras. Es un tema metodológico, pero también ético.
Por violar este principio la última Encuesta CEP ha sido fuertemente cuestionada. Hay un criterio común entre los medios, expertos y opinión pública informada, que ella adolece, sobre todo en las preguntas respecto de la reforma educacional, de graves deficiencias metodológicas y presenta un claro intento de inducir las respuestas de los entrevistados.
Algunos analistas han hablado de resultados sesgados e incluso de manipulación de datos y otros han acusado directamente al ex Ministro Harold Beyer, actual Presidente del CEP, de utilizar la encuesta para vengarse de quienes sostuvieron la Acusación Constitucional que lo destituyó del cargo de ministro de Educación del gobierno de Sebastián Piñera.
Es evidente que preguntas como ¿cree Ud. que es bueno que los padres puedan complementar el subsidio educacional que otorga el Estado a través de un copago para mejorar la educación de sus hijos, o Ud. cree que esto debiera estar prohibido?
O,Ud.prefiere, ¿que su hijo vaya a una escuela o colegio donde los alumnos tengan un nivel socioeconómico parejo y parecido al suyo o que vaya a una escuela o colegio donde los alumnos tengan niveles socioeconómicos bien distintos?, inducen a una respuesta ya preconfigurada en la pregunta.
En otro caso, algunas preguntas de la Encuesta CEP son claramente facciosas dado que incorporan en el cuestionario una idea que está completamente fuera del contenido de la reforma del gobierno y que, además, nadie ha sostenido en el debate.
Ello se hace con el fin de confundir, tergiversar o marcar una orientación política en la opinión pública en contra de la reforma a partir de una idea que la reforma no plantea.¿Es bueno que la educación sea entregada solo por el Estado para que todos reciban la misma educación o es bueno que existan muchos tipos de establecimientos de educación para que la gente elija entre diferentes alternativas de servicio?
Es más, en la propia Encuesta CEP, especialmente en las preguntas sobre la reforma educacional, queda en claro las contradicciones metodológicas de ella. En la única pregunta que se formula abiertamente sobre el lucro y en la cual no se demanda si se está de acuerdo con este sino que se entiende por lucro, las respuestas de los encuestados son perentorias.
Para un 24% es una ganancia que perjudica la calidad de la educación, para un 29% es una ganancia excesiva (53% con una visión negativa del lucro en educación) y un 39% que neutralmente la define como una ganancia de los dueños. Es decir, cuando se esconde la palabra lucro y se la envuelve con otros objetivos se induce a una respuesta distinta a cuando a los encuestados se les pregunta directamente por el lucro en educación.
Por ello, es lamentable que la única Encuesta política presencial existente en el país sea arrastrada al desprestigio por quienes han querido , a través de preguntas meticulosamente redactadas para confundir a los entrevistados, que en sus resultados se expresara más la opinión de algunos integrantes del CEP y de sus financistas que de la gente entrevistada.
Con ello, se ha dicho, no solo se hace perder validez a la Encuesta criticada universalmente, sino que el propio CEP aparece renunciando a un rol de “bisagra” y espacio de articulación del diálogo y más bien asume un papel de trinchera de las posiciones de los grupos más conservadores de la sociedad.
Ambas cosas son negativas porque se invalida un instrumento que como la Encuesta CEP fue por largo tiempo prestigiosa y creíble y se debilita uno de los escenarios para conversar y mejorar el clima político del país.
Sin embargo, el grave desliz en las preguntas sobre reforma educacional y la forma tendenciosa como se han presentado la opinión de los entrevistados sobre las expectativas económicas crea suspicacias y desconfianza sobre el instrumento, pero no anula otros aspectos de la Encuesta CEP donde las preguntas fueron hechas de manera neutral.
Piñera y algunos exponentes de la derecha han intentado utilizar los resultados de la Encuesta CEP para criticar las reformas del gobierno sin ningún resguardo metodológico.
Sin embargo, tanto el ex Presidente como la derecha tienen muy poco que celebrar de los resultados de esta Encuesta. Cuando se pregunta sobre como la actual oposición desarrolla su labor, el 44% de los encuestados la desaprueba y solo el 20% la aprueba.
Cuando se evalúa a los personajes políticos, Bachelet obtiene un cómodo y lejano 63% con solo 12% de rechazo, mientras el primer exponente de la derecha, el Senador José Manuel Ossandón – de quien se conoce su visión díscola en RN y su animosidad hacia el ex Presidente -, recién aparece en el octavo lugar, pero sobre Piñera que solo está en el décimo, con un magro 38% y un 27% de rechazo.
Mala evaluación, por tanto, de la Alianza como bloque político, y falta de liderazgos capaces de competir con las mayores figuras de la centro izquierda que encabezan los resultados de la evaluación de los políticos.
Para el gobierno los datos que se pueden rescatar son positivos. La forma como Bachelet conduce su gobierno tiene un 50 % de aprobación y solo un 29 % de desaprobación, entre la gente que se pronuncia sobre su posición política hay una notoria mayoría de centroizquierda en el país, el tema del aborto, con las causales planteadas por el gobierno o como un derecho de decisión de la mujer, tiene un respaldo del 75%, demostración de que el país es mucho más liberal que la clase política de derecha.
De la Encuesta CEP se desprende un apoyo a las reformas, pero también el mensaje de que una amplia mayoría prefiere que ellas se realicen en un clima de diálogo, tal como ocurrió con la reforma tributaria.
Este es un dato de estado de ánimo de una parte de la población, donde hace mella el clima comunicacional adverso a las reformas creado por la derecha y sus medios, los posibles efectos de la desaceleración económica iniciada en pleno gobierno de Piñera, los errores cometidos por el gobierno en la presentación ante la opinión pública de algunas de las reformas y la idea, estimulada en su momento por los propios gobiernos de la Concertación, de que algunas de las cosas que con razón se quieren reformar en la nueva filosofía de los derechos más que del mercado, son conquistas que las familias ven como parte de sus esfuerzos y del mejoramiento de su calidad de vida.
Por tanto hay temor de que ellas, esencialmente en la educación, se puedan deteriorar en términos de calidad y de status. Esto debe ser disipado en el debate con la ciudadanía que ha abierto el Ministro Eyzaguirre y con una política comunicacional del gobierno que ponga énfasis en el relato sociocultural de las reformas y de respuestas a las inquietudes concretas de la población.
Preocupante en los datos de la Encuesta CEP es el alto grado de rechazo hacia los partidos y las instituciones representativas. Mayor aún el grado de lejanía de un sector de la población, especialmente del que se abstuvo en las últimas elecciones presidenciales, con la política.
Un 39% del 36% del total de la muestra que dice haberse abstenido, simplemente no votó porque no le interesa la política, otro 12% porque no le gustaba ningún candidato – en una elección donde proliferaron los candidatos de las más diversas tendencias – y un 6% porque le dio lata ir a votar. Solo un 2% declara no haber votado como protesta al sistema y un 11% porque su voto no cambiaba nada.
Es decir, más indiferentes que indignados.Son datos que los políticos deben tener en cuenta porque la abstención de la indiferencia irá en aumento si no se re prestigia la política, si no hay transparencia en la gestión legislativa y se permite que impere el lobby empresarial en los pasillos del Congreso, si no se construye un discurso cultural comprensible que englobe idealmente los cambios, si no hay un diálogo permanente con la ciudadanía, si no se concretan los objetivos de un nuevo sistema electoral que ponga fin al binominal y una Nueva Constitución dotada de legitimidad.