Esta columna está dedicada a los empresarios de Chile.No a los que ostentan parte importante del PIB nacional, sino a los cientos y miles de dueños de medianas y pequeñas empresas quienes, ante la incertidumbre reinante, miran el futuro próximo con preocupación e incluso ya están considerando la —siempre— dolorosa alternativa de despedir a parte de sus empleados para salvar la empresa y aguantar hasta que pase la supuesta tormenta.
Antonie de Saint-Exupéry sostuvo en su tiempo que “si quieres construir un barco, no movilices a tus hombres para que junten madera, dividas el trabajo y des órdenes. En lugar de eso, enséñales a anhelar el mar vasto e infinito”.
El autor de aquel maravilloso libro —“El Principito”— apuntaba a que la mejor forma de alcanzar el éxito con una empresa (o desafío) no era siendo un perfecto capataz, sino un gran motivador de personas.
Es cierto que trabajamos por dinero, para sustentarnos a nosotros mismos y a nuestros hogares, pero es verdad también que los humanos somos seres emocionales. Querámoslo o no vamos creando vínculos de amistad, compañerismo e incluso cariño en nuestros trabajos.
En la medida que esos lazos sean alienados bajo una misma visión, tus colaboradores se comprometerán contigo, compartirán tu sueño y lo perseguirán tanto o más que tú. Como dice Simon Sinek, serán ellos y no los números los que te salvarán.
Tomemos prestado un ejemplo citado por el mismo Sinek. A comienzos del siglo pasado, varios equipos comenzaron simultáneamente a buscar la forma de hacer volar el hombre.El más famoso, el más preparado, el que contaba con más recursos, el favorito del público, encabezado por Samuel Pierpont Langley, finalmente no lo logró.
En cambio, el equipo que estaba compuesto por un par de tipos sin estudios, sin dinero, sin favoritismos fue finalmente el que pasó a la historia. La gente que acompañó a los hermanos Wright no ganaba más por horas extra y trabajó en condiciones precarias ¿Cómo fue entonces que lograron volar? Porque estaban enamorados de un sueño que logró, en primer lugar, hacerlos despegar del suelo a ellos antes que al aparato.
Entiendo y sé que el flujo de caja es un fundamento poderoso para tomar decisiones, y que es importante mantener las finanzas sanas. También soy empresario.
La invitación es a reflexionar sobre la oportunidad de motivar, de tener una épica sobretodo en tiempos difíciles y a involucrar al equipo en el sueño común de la empresa.
Esto incluso te permitirá ver otras soluciones, mejores y más sanas, antes que la amarga decisión de despedir a alguien.