A propósito de las importantes y trascendentes materias que se encuentran en el debate público para el futuro de nuestro país, he de confesar que me he sorprendido, por cierto no gratamente, con los dichos, declaraciones y posiciones de las últimas semanas de algunos camaradas de la Democracia Cristiana, incluidas las más altas autoridades de mi partido.
En algún momento me atrajo la idea de polemizar abiertamente con ellos a través de esta columna, dando un punto de vista que estoy cierto representa muchísimo más a la inmensa mayoría de los demócratas cristianos a lo largo de Chile, esto es, sin cálculos, sin transacciones en temas básicos y/ o sin posiciones inentendibles para la ciudadanía, y actuando en la dirección que impulse los cambios necesarios para la consolidación de una democracia integral con una verdadera justicia social para nuestra sociedad.
No obstante, más que polemizar públicamente, lo que quizás evidenciaría diferencias entre nosotros no menores, que deben procesarse en otras instancias, he optado por traer a colación un conjunto de afirmaciones, orientaciones y/o posiciones de la llamada Doctrina Social de la Iglesia, referencia esencial e ineludible de los cristianos en política, las cuales espero algunos de mis camaradas no desprecien por considerarlas amenazantes para la estabilidad de muestro país y/o la “paz entre los chilenos”.
Ellas han sido seleccionadas en función del espacio limitado de esta columna, de su permanencia a través de la tradición del pensamiento social-cristiano y por contar con una indiscutible concordancia con los signos de los tiempos, esto es, ser absolutamente válidas para el Chile de hoy.
Me asiste la esperanza que algunos de mis camaradas, a los que me he referido con preocupación, puedan reencontrar en estas reflexiones y propuestas, la fuerza y prestancia política indispensable que se requiere en esta oportunidad histórica tan única que se nos ofrece, para hacer las transformaciones que clama la inmensa mayoría de los chilenos y que para los demócratas cristianos constituye un imperativo insoslayable.
1891, Leon XIII, encíclica “Rerum Novarum”. “(El Estado) no puede de modo alguno permanecer al margen de las actividades económicas de los ciudadanos sino que, por el contrario, debe intervenir a tiempo, primero para que aquellos contribuyan a producir la abundancia de bienes materiales, cuyo uso es necesario para el ejercicio de la virtud y, segundo, para tutelar el derecho de todos los ciudadanos, sobre todo de los más débiles, cuales son los trabajadores, las mujeres y los niños”.
1959, Van Gestel en su clásico“ Doctrina Social de la Iglesia”, “(El Estado tiene) “el derecho de imponer restricciones o gravar con obligaciones el ejercicio del derecho de propiedad no sólo para prevenir y castigar los abusos, sino también para mejor satisfacer las necesidades de la colectividad”.”Toda la política fiscal, social y económica de los Estados modernos parte del principio de que la propiedad privada, que es un derecho personal, tiene que cumplir a su vez una función social y que el propietario privado debe tener en cuenta los intereses de la comunidad, de los que el Estado es guardián”… (El Estado)“tiene el deber de impedir una concentración excesiva de la propiedad mediante impuestos directos o indirectos, eventualmente incluso con expropiaciones indemnizadas convenientemente”.
1967, Paulo V, encíclica” Populorm Progressio”, número 26 , (Ha sido construido) “un sistema que considera el lucro como el motor esencial del progreso económico; la concurrencia (competencia), como ley suprema de la economía; la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes. Este liberalismo sin freno, que conduce a una dictadura, justamente ya fue denunciado por Pío XI como generador del “imperialismo internacional del dinero”.
1981, Juan Pablo II, encíclica “Laborem Exercens” número 19: “No existe en el contexto actual otro modo mejor para cumplir con la justicia en las relaciones trabajador-empresario que el constituido precisamente por la remuneración del trabajo…la justicia de un sistema socio-económico y, en todo caso, su justo funcionamiento, merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema...el salario justo se convierte en la verificación concreta de la justicia de todo sistema socio-económico y, de todos modos, de su justo funcionamiento”.
1987, Juan Pablo II, encíclica “Sollicitudo Rei Socialis” números 42 y 43 (reafirmando lo ya dicho en la encíclica ya mencionada, Laborem Excercens). “Es necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio”.
“En efecto, sobre ella grava « una hipoteca social”, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes.” “Esta preocupación acuciante por los pobres que, según la significativa fórmula, son « los pobres del Señor » debe traducirse, a todos los niveles, en acciones concretas hasta alcanzar decididamente algunas reformas necesarias.”
1990, Theodor Herr en su Doctrina Social Católica nos dice que “como primer guardián del bien general, el Estado debe cuidar de que dentro de la sociedad no haya un grupo o capa social que logre ventajas y privilegios a costa de los demás, que no haya personas o grupos que puedan ejercer un poder injustificado sobre los demás.El Estado es responsable que todos dispongan de los mismos derechos sociales, económicos y cívicos y que cada uno intervenga en el sustento de su existencia y en su desarrollo individual y participe de los bienes económicos y culturales de la sociedad”.
Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, Documento 165, “Globalización y nueva evangelización en América Latina y el Caribe”, números 24, 25 y 26. “El neoliberalismo, pone al alcance de las personas múltiples objetos de consumo, aunque invita a consumir lo que no es necesario e incluso podría ser perjudicial y utiliza un bombardeo publicitario continuo. Esta cultura estimula el afán de lucro sin atender a los valores morales y espirituales. Se enfatiza la libertad como el gran derecho sin límite, hasta rebasar los principios y normas necesarias para una sana convivencia social y para el desarrollo integral humano”.
“El neoliberalismo globalizante da relevancia y énfasis a las “religiones” que favorecen el crecimiento económico y se rinden ante el dios Dinero o Capital. También defiende un modelo ético basado en el consenso social o político.”
“El modelo (el neoliberalismo) defiende una cierta visión “darwinista” de la historia, según la cual el poderoso engulle o destruye al más débil; se ensalzan determinados valores económicos (productividad, competitividad, ahorro), aún a costa del bienestar de los trabajadores.”
2005, Benedicto XVI, encíclica “Dios es amor”, número 28. “La justicia es el objeto y por tanto, la medida intrínseca de toda política. La política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética”.
2009, Benedicto XVI, encíclica “Caritas in Veritates”, número 32. “El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil.”
2012. Comité Pontificio Justicia y Paz “Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional”. “Qué es lo que ha impulsado al mundo en esta dirección extremadamente problemática, incluso para la paz? Ante todo un liberalismo económico sin reglas y sin supervisión. Se trata de una ideología, de una forma de “apriorismo económico”, que pretende exagerar algunos aspectos de la teoría de las leyes del funcionamiento del mercado y las denominadas leyes del desarrollo capitalista”. (Página 31).”
“Es necesario recuperar la primacía de lo espiritual y de la ética y con ello la primacía de la política – responsable del bien común- sobre la economía y las finanzas” (página 49).
2013, Francisco I, Evangelli Gaudium, números 56 y 218. “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites”.(56)
“Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz.La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios.” (218)
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