Probablemente uno de los grandes economistas políticos de los últimos tiempos fue, el por años profesor de Princeton, Albert Hirschman (1915-2012). Durante toda su vida académica su obra intelectual traspasó las fronteras disciplinarias de las ciencias sociales y la lectura de sus libros debería ser imprescindible en las facultades de economía, ciencia política y sociología.
Era un activo demócrata. Combatió en defensa del bando republicano en la guerra civil española y, luego, en dos ejércitos distintos contra el nacional socialismo. En la década de 1950 debió abandonar las universidades norteamericanas debido a la persecución del macartismo.
Vivió en Colombia, donde trabajó por años en temas vinculados al desarrollo de América Latina. Fue también un amigo de intelectuales chilenos y apoyó la causa democrática en tiempos de la Dictadura de Pinochet. En su larga vida académica escribió numerosos libros, entre los que destacan, Las Pasiones y Los Intereses; La Salida, la Voz y la Lealtad y Retóricas de la Intransigencia.
En esta última obra previene cómo no argumentar en democracia y para ello rechaza los simplismos “reaccionarios” y “progresistas” frente a los procesos de cambio. Denuncia dichos simplismos como expresión similar de lo que llama, la retórica de la intransigencia.
Cinco capítulos de este libro están dedicados a identificar la retórica de la intransigencia “reaccionaria”. En ellos muestra como frente a cada proceso de reforma –desde la revolución francesa en adelante- los partidarios del status quo, han opuesto tres tesis a los reformistas. Lo notable es que el libro muestra como muchas veces se levantan estas tesis al mismo tiempo, sin considerar que empleadas conjuntamente ellas se auto anulan.
Las tres tesis.
1) La tesis del riesgo. No realice las reformas pues el costo en que se incurrirá es muy alto.
2) La tesis del efecto perverso. No realice las reformas pues, por muy bien inspiradas que ellas se encuentren, no solo no conseguirán los objetivos buscados, sino que llevarán a la sociedad a la situación opuesta.
3) La tesis de la futilidad. No realice las reformas pues la tentativa de cambio no es posible. La situación que busca alterar es inmodificable. Es la ley de la inamovilidad.
Estas tres tesis “reaccionarias” las hemos visto desplegadas durante estos meses a propósito, por ejemplo, de la reforma tributaria.
• El “riesgo” de paralizar la economía por el impacto del alza tributaria en la inversión y el crecimiento.
• El “efecto perverso” de hacer perder todo lo avanzado en desarrollo material durante la democracia, incluyendo -ahora se reconoce- durante los 20 años de gobiernos de la Concertación.
• La “futilidad” del cambio buscado: la reforma es inútil, fracasará en sus objetivos redistributivos, pues el alza tributaria lo pagarán la clase media y los trabajadores y no las empresas, quienes traspasarán dicha alza a mayores precios.
Pero, mientras escribía el libro, Hirschman se percató que no eran solo los “reaccionarios” los que ocupaban esquemas estereotipados de argumentación frente a las reformas.
Dedicó el sexto capítulo del libro a demostrar como también sus adversarios “progresistas” podrían incurrir en ellos. Identificó así, tres argumentos perentorios, simplistas e intransigentes expuestos, ahora, por los partidarios de la reforma.
1) Una variante más sofisticada de la tesis “reaccionaria” del riesgo, el peligro de la inacción, de no realizar las reformas. En Chile esto se ha expresado en anuncios apocalípticos si es que los cambios no se realizan a la brevedad. La economía y la estabilidad democrática estarían en crisis profunda: “el derrumbe del modelo”.
2) La ilusión sinergista. Las reformas se fortalecen unas a otras, per sé y armoniosamente. Hay que impulsar todos los cambios con rapidez y al mismo tiempo, lo otro sería continuar el “entreguismo” de la vieja Concertación.
3) La creencia de tener la historia del lado de las fuerzas reformistas. Se acabó un ciclo, las mayorías políticas y sociales quieren ahora cambios profundos.Quienes no entiendan el nuevo clima reinante en la calle serán condenados a la irrelevancia y al “basurero de la historia”. Más que traidores a las reformas, son ineptos y estúpidos.
Nosotros agregamos que esto puede ir acompañado –dado que se conoce nada menos que la ley del movimiento histórico- de actitudes presuntuosas que engendran el deseo de “hacerse el peligroso”: reformas moderadas se presentan por sus partidarios como de mayor envergadura de las que poseen. Con ello se auto gratifican como “híper progresistas”, pero facilitando la tarea de “reaccionarios” que promueven el miedo y la inseguridad para oponerse a los cambios.
El libro de Hirschman alerta contra esta manera de aproximarse a las reformas. Muestra que los procesos de cambio –nosotros agregamos que sobre todo en democracia- son mucho más complejos y que el liderazgo político de gobierno y oposición no debiera olvidar nunca el consejo de Max Weber a los estudiantes alemanes en 1919: “Poseer la educada capacidad para mirar de frente las realidades de la vida, soportarlas y estar a su altura”.
Para avanzar en lo anterior, es útil releer en Chile a Hirschman.