Un alto dirigente de la Nueva Mayoría señaló que la Democracia Cristiana era una piedra en el zapato y que, agregó otro, éramos siempre el problema.Los dichos mencionados son claros y precisos.Para algunas personas nos hemos transformado en algo que les molesta y lo que queda por dilucidar es saber si se sacarán la piedra y la tirarán fuera, o si cambiarán de calzado que les permita caminar con la Democracia Cristiana.
Por obvias razones este aspecto del acontecer nacional político estuvo en el centro del debate en la última Junta Nacional en que nos tocó participar.Algunos distinguidos y apreciados camaradas han publicado en esta sección opiniones sobre el mencionado acto político, de cómo lo entendieron y las consecuencias que del mismo sacan.
Resulta bastante claro que existen dos amplios sectores en la Democracia Cristiana que podríamos apuntar como uno que se siente singularmente cómodo con el papel que estamos jugando en el gobierno y otro, que es mayoritario, que reclama una mayor participación en lo cuantitativo en el quehacer de las profundas transformaciones que será necesario hacer en el país y que no son por cierto solo aquellas que hoy están en curso.
Estos sectores tuvieron sendos representantes en el escaso debate, y a mí me pareció que hubo un esfuerzo intelectual de muy alto nivel del camarada Gutemberg Martínez, quien con gran convicción y espíritu constructivo, sin odiosidades manifestó su preocupación por este aspecto y en particular porque el partido no perdiera su identidad en la tarea diaria en el gobierno, en un accionar que resultara casi irrelevante.
La tesis que se presentó tenía coherencia y se enraíza en un viejo anhelo de muchos demócrata cristianos de mantener un cuerpo de ideas propio y un accionar de acuerdo a ellas que implique un aporte diverso en un acuerdo político muy amplio y muy complejo por esa misma razón.
En tal acto partidario se presentaron estas cosas de una manera a veces no prudente como exacerbando divisiones que no tienen la profundidad de otras que hubo antaño en el partido. Incluso algunos llegaron a desarrollar un discurso catastrofista que nos llevaría a una alianza con la derecha como alternativa a la situación que nos preocupa.
Nos resulta valioso que se hiciera caudal de la importancia de la identidad partidaria, materia que finalmente se reflejó en el voto político y ello por la simple razón de que toda nuestra historia ha estado jalonada por una tensión entre lo que somos, queremos ser o debemos ser y la necesidad de juntarnos con otros para hacer los cambios que Chile requiere.
No hay dos opiniones en el partido sobre la necesidad de cambiar la sociedad chilena y nos atrevemos a decir hay claros atisbos de que vamos a tener que hincarle el diente al tema de las estructuras sociopolíticas y económicas.
En esa Junta recordamos el camino propio de 1964 a 1970 y el costo que se pagó por la incapacidad de buscar acuerdos cuando parecía que el partido había tocado el cielo.
Fueron tantos los cambios como la reforma agraria, la sindicalización campesina, la organización social de pobladores y vecinos, la reforma educacional que significó un paso gigante en la alfabetización, que nos pareció que éramos capaces de hacerlo todo solos.
Los hechos posteriores de 1970 a 1973 demostraron que no habíamos acertado y que incluso a pesar de nuestros esfuerzos no logramos mantener un equilibrio precario en la política chilena y finalmente las placas tectónicas nos llevaron al desastre.
Nuestro partido no se quedó en la estacada ni paralizado. Nuestros más preclaros miembros de 1973 a 2000 transformaron al partido en un verdadero servicio público en la defensa de los derechos humanos y también en la denuncia de los abusos económicos de la dictadura y por si fuera poco fuimos nosotros los que concertamos a una oposición variopinta para enfrentar el plebiscito para derrotar a la dictadura en un hecho al que hoy las nuevas generaciones restan valor y hasta llegan a caricaturizar por no haber logrado efectuar a partir de esa fecha todos los cambios a que aspirábamos en ese mismo acto.
Algunos todavía no entienden que el triunfo político no era una revolución política.A veces un triunfo político es más que una revolución, dura más y el país sufre menos.
A partir de año 1990, consolidada la Concertación por la democracia, se logró el objetivo primordial y recordamos a mis camaradas que ello no fue fácil y que las estructuras económicas de la poderosa derecha se consolidaron y aún más se reprodujeron ilimitadamente llegando a un nivel de concentración de poder económico nunca visto en el país. En lo político ayudamos a la reconstrucción electoral de los partidos radical, PS y PPD mediante acuerdos electorales inteligentes y poderosos.
Es difícil entonces para nosotros entender porque hoy hemos sido puestos en un segundo plano. Incluso aunque se niega tal hecho en algunos actos públicos, en la práctica es tan evidente que como lo expresamos en la Junta basta solo recordar que en las áreas claves no hay demócrata cristianos.
La reforma política, la tributaria, la educacional, la energética y los temas valóricos están sólo en manos de directores de orquesta de la izquierda de la Nueva Mayoría y eso nos resulta incomprensible, además de erróneo. Nuestra tarea es hacer ver este problema y no encastillarnos en discusiones que nadie comprende entre nosotros mismos.
Recordamos y rendimos un homenaje a Narciso Irureta y a Jaime Castillo que siempre estaban mirando el interés partidario, sin mezquindades.En este momento no resulta correcto inventar una dialéctica interna como la que hubo entre Frei y Tomic, entre Aylwin y Fuentealba o entre Valdes y Aylwin. Esos camaradas, verdaderamente históricos, tuvieron razón para plantear diferencias de fondo sobre materias auténticamente graves.
Hoy nuestro problema radica en que queremos participar en mayor medida en un gobierno que es nuestro en el que no podemos aceptar que todo lo importante,incluyendo la presidencia eternamente esté en manos de la izquierda y la tarea de gobernar se haga sin nuestro sello.
La reacción frente a ciertos proyectos en que le ha tocado participar a algunos camaradas en las reformas tributaria, educacional y reforma binominal no es sino la consecuencia lógica de la falta de un buen diseño político y de la ausencia de una instancia pre legislativa.
Comete un gravísimo error la izquierda si cree que somos una piedra en el zapato y espero sinceramente que corrijan ese error a la brevedad.Se trata de una muy mala metáfora y es la manifestación de un error conceptual grave que debilita el mínimo afecto comunitario que requiere el funcionamiento de un acuerdo programático que puede transformarse, si hace las cosas bien, en una coalición de largo aliento.