Este año por primera vez los resultados del Simce fueron acompañados por nuevos indicadores que abordan el desarrollo emocional y social de los estudiantes.Son tres las nuevas dimensiones que se considera: autoestima académica y motivación escolar, participación y formación ciudadana, y clima de convivencia escolar.Esta última,a su vez, contempla tres sub dimensiones referidas a ambiente organizado, ambiente de respeto y ambiente seguro.
Según la Agencia de la Calidad, la sub dimensión Ambiente Seguro considera percepciones sobre el grado de seguridad, violencia física y psicológica al interior del establecimiento y sobre la existencia de mecanismos para prevenir y actuar ante la violencia escolar. Ésta es elemental a la hora de diagnosticar el grado de convivencia escolar de los establecimientos.
Si observamos los resultados de convivencia para todo el sistema educativo, vemos que el mayor porcentaje de estudiantes con una percepción de convivencia escolar baja pertenece a establecimientos municipales. La situación es preocupante con respecto al ambiente seguro.
En cuarto básico un 29% de los niños percibe que el nivel de ambiente seguro en sus colegios es bajo, mientras que en sexto básico es de un 27%.
Si bien estos resultados se basan en percepciones, es señal inequívoca de que un número considerable de estudiantes se sienten inseguros en sus colegios y convengamos que un ambiente tal no favorece en nada el aprendizaje.
En efecto, la literatura es contundente al afirmar la relación directa entre clima escolar y rendimiento. Pero más allá de la incidencia que pueda tener la convivencia en los resultados de aprendizaje, es pertinente considerarla un fin en sí, porque todos los niños, niñas y jóvenes tienen derecho a sentirse seguros y poder desenvolverse en plena libertad en un entorno pacífico y confiable.
Un futuro plan de Fortalecimiento de la Educación Pública necesariamente debe contemplar medidas orientadas a mejorar la convivencia escolar de los establecimientos, con un enfoque puesto en la convivencia democrática, por sobre el control y la sanción.
Con el objetivo que los estudiantes desarrollen las competencias sociales necesarias para la convivencia, como la empatía, la capacidad de diálogo, el autoconocimiento, la valoración y el reconocimiento del otro como un otro legítimo (igual en dignidad pero diverso cultural y socialmente),la capacidad de resolver conflictos pacíficamente, entre otras.
La gestión democrática de la convivencia debe sustentarse en la participación activa de toda la comunidad educativa, en especial de docentes, estudiantes y equipos directivos, y en su trabajo colaborativo
Sin lugar a dudas el hecho de que se incorporen estas nuevas dimensiones dentro de una concepción de calidad educativa más amplia e integral, es tremendamente positivo, pero aún falta bastante por hacer.
Si en el mediano plazo se siguen considerando los resultados de pruebas estandarizadas como un indicador de calidad suficiente, y es finalmente el factor predominante a la hora de catalogar, rankear, ordenar colegios y de entregar incentivos económicos, se seguirá manteniendo la lógica competitiva de un sistema educativo de mercado.
En el sistema de Ordenación de la Agencia de la Calidad, el peso del Simce supera el 67% del total de indicadores que se considera. Los otros factores como convivencia escolar, formación y participación ciudadana, equidad de género y retención escolar, no representan mucho más del 3% cada uno.
Si tomamos en cuenta además que existen otros elementos que no se consideran ni en el Simce ni en la Ordenación y que son claves en la calidad educativa como la gestión escolar, el liderazgo del directivo o el nivel de perfeccionamiento de los docentes, significa finalmente que tenemos que replantearnos qué entendemos por calidad y cuál es el objetivo primordial de la educación que queremos para nuestros niños, niñas y jóvenes.
Mientras esto sucede el Simce seguirá brillando en su trono de latón.