La tragedia en Valparaíso ha generado una ola de comentarios sobre la necesidad de una gestión territorial adecuada que prevenga estos desastres. En este desfile de opiniones, han surgido algunos que ven en la presencia de especies exóticas como el pino y el eucalipto, la principal causa de estos siniestros.
Opiniones como las del geógrafo Luis Álvarez, quien no duda en catalogar al eucalipto como una de las principales amenazas a los cerros de Valparaíso (El Mercurio de Valparaíso, 22 de abril); o la de Mary Kalin, Premio Nacional de Ciencias, quien afirma que estos desastres se explican por la alta inflamabilidad de especies como el eucalipto, el pino o la acacia (La Tercera, 15 de abril).
Comentarios como estos se han incrementado en el último tiempo, constituyéndose en una corriente de opinión claramente identificada con el rechazo a las plantaciones de especies exóticas, denominados monocultivos forestales.
Este rechazo se traduce en una campaña por comunicar a la opinión pública las externalidades negativas producidas por estos cultivos que, vistas en su conjunto, parecieran llevar a la inevitable conclusión de que las plantaciones forestales son la principal amenaza nacional a la naturaleza, a la salud de la población, a la calidad de vida de las comunidades rurales y a la soberanía alimentaria, lo que quiera que esta frase pueda significar.
Haciendo un breve resumen de las críticas a los monocultivos están la destrucción del bosque nativo, la escasez de agua en toda la zona sur, la migración de la población rural a las ciudades, la muerte de las abejas de los productores apícolas y los incendios forestales que afectan a los poblados rurales.
Se habla además en forma genérica del uso de químicos y su impacto en el ambiente, y además se agregan consideraciones económicas como la concentración de la industria.
¿Puede una industria ser tan mala? ¿Pueden un par de especies forestales ser tan negativas y producir los problemas ambientales que se afirman? Incendios, erosión, sequía y pobreza.
La respuesta no importa. La idea ya está instalada, existe un gran número de conversos y su estrategia se basa únicamente en buscar hechos que puedan confirmar sus creencias.Tomar hechos, datos parciales y hacer extrapolaciones generales y afirmaciones tajantes.
Por otra parte, esta creencia se complementa con una exacerbación de los atributos positivos de la vegetación nativa, ensalzando sus beneficios ambientales, sociales y espirituales. No es malo ensalzar la naturaleza, salvo que a través de este canto a lo natural se ataque a la vegetación exótica, que naturalmente tiene su espacio y función propia.Función productiva y ambiental.
Lo más preocupante de este enfoque maniqueista de la naturaleza es que se ha generado la falsa idea de que existen árboles malos, árboles que afectan al medio ambiente. Que destruyen la tierra. Estas son aseveraciones graves, desplegadas por gente sin ningún conocimiento, y lo que es peor, por profesionales de las ciencias ambientales y forestales.
Yo estudié ciencias forestales y tengo diecisiete años de experiencia profesional y no entiendo cómo un árbol puede destruir la tierra. Sería una paradoja evolutiva si tal cosa existiera.Pero no existe.
Simplificar el discurso, buscar un enemigo sobre el que aglutinar la crítica, manipular la información, aprovechar cualquier coyuntura (incendio en Valparaíso), para insistir con el Mensaje. Todas estas son estrategias utilizadas por los detractores de “lo exótico”.
La estrategia ha funcionado y vemos hoy como el discurso en contra de la vegetación exótica se vuelve transversal y escala hasta los tomadores de decisión. Es así como un grupo de parlamentarios se han opuesto a extender el fomento forestal en Chile, convencidos de que plantar con apoyo financiero del Estado es bueno, pero sólo si son plantas nativas.
Esta visión extremista de lo que se entiende como defensa de la naturaleza, debe ser confrontada con fuerza a través de políticas públicas basadas en la sustentabilidad del desarrollo y con un sustento científico. Parece obvio, pero hasta ahora esto no se ha producido y estamos a merced de grupos que vociferan el apocalipsis ambiental a la vuelta de la esquina.
¿Quién los confrontará?