Si hay un elemento relativo a la incorporación de las sociedades anónimas en Chile que ha quedado refrendado en el tiempo es sin duda el alto nivel de autoclausura que han cobrado los clubes profesionales.
Si antes se debatía en reuniones de socios e hinchas respecto de los caminos que las diferentes instituciones debían seguir (no sin problemas, aunque de índole sobretodo económicos), el paradigma ha cambiado con tal brutalidad que (como nos advierte el viejo Watzlawick) la solución parece haberse convertido en el problema.
En pos de asegurar condiciones económicas estables, se ha introducido ya de manera radical este nuevo sistema de sociedades anónimas que, justamente, lo que persigue es liberar de identidad y raigambre fundamentales aquellos recipientes de sentido que suponían los clubes de fútbol, para imponer criterios puramente económicos en los mecanismos de decisión internos y externos.En buen lenguaje de estadio, para llenarse los bolsillos de plata.
Ejemplos como los de Sebastián Piñera (hincha de la U. Católica) y Leonidas Vial (hincha de la U. de Chile) en la directiva de Colo Colo o de Rangers y San Felipe como modelos de “paraísos fiscales en el fútbol”, entre muchos otros, vienen solamente a solidificar esa imagen de que los directivos de los clubes tienen por primer objetivo velar por condiciones económicas favorables para los privados que ahí invierten, dejando por tanto idiosincracias y objetivos sociales-deportivos como elementos puramente secundarios.Y es claro, si existe ganancia, todo lo demás pierde valor.
Desde un punto de vista organizacional-general este escenario encontró su mayor expresión o corolario en lo ocurrido hace un par de años con la salida de Harold Mayne Nicholls y Marcelo Bielsa que, para suerte de los responsables, aún goza del analgésico que las victorias deportivas actuales generan.
Sin importar si es que la gestión se había llevado a cabo de manera ejemplar; si los hinchas habían desarrollado fuertes lazos identitarios con lo ahí realizado (podría decirse que el 2011 la selección era la única materia que proveía de un consenso general a la sociedad chilena);o si es que los logros deportivos justificaban continuar con lo ya emprendido, un grupo de directivos de las diferentes sociedades anónimas (entre las cuales destacan por supuesto Colo Colo, U. de Chile y U. Católica) interpusieron motivos económicos (si es que no también políticos) para dar fin de manera unilateral a un proyecto que a todas luces sobrepasaba lo puramente deportivo.
Pues bien, este modelo de gestión (como les gusta llamarle a quienes generan ganancia con el) ha demostrado una vez más su alto grado de autoclausura y sordedad para lo que no tiene traduccion monetaria, con la reciente salida de Milovan Mirsosevic de U. Católica.
Y esto no debe sorprender. En una sociedad como la chilena, en la que el sistema económico y por sobretodo la semántica económica tiene tanta relevancia, cuestiones relativas a sentido de pertenencia, modelos de comportamiento a seguir (y en esto deben haber pocos como Milovan Mirosevic), perseverancia, lealtad, etc. sencillamente no tienen cabida.
Incluso el viejo discurso de los “caballeros cruzados” (que ya era altamente clasista y de religioso paternalismo), cae aún más abajo al interior de este modelo de anonimatos.
El dinero no tiene cara, y las decisiones se pierden tras los títulos gerenciales y directivos.
Bajo este esquema, parece no quedar nada más por hacer que conformarse con la sola probabilidad de ganar de vez en cuando un título deportivo (es decir abocarse solamente al afán por el éxito) y renunciar a la función social que el fútbol tenía dentro de la sociedad.
Si un jugador como Mirosevic, que llegó a U. Católica a los 9 años, es tratado como lo fue, es porque algo anda mal.
O bien buscamos transitar a un paradigma que incluya a los hinchas de manera vinculante en la toma de decisiones (para que la función social no se extinga y sucesos como estos no se repitan), o nos resignamos a la definitiva desvirtuación o desustancialización de lo que alguna vez fue el fútbol como intitución social.