Conviene aclarar nuestra premisa de partida, actualmente, las disputas por el poder son mediáticas y se dan a través de las redes multimedia globales.
Joe Black,( no sabemos su nombre) columnista de El Mercurio el pasado domingo 16 escribió un texto titulado “La Sagrada Escritura”. En ella o, más bien, a partir de ella se pueden inferir dos lecturas: una retrospectiva y otra prospectiva. Ambas lecturas están entrelazadas y representan tanto un diagnóstico como una estrategia respecto a la actual política chilena.
La primera lectura, por ejemplo, se expresa en una afirmación como la siguiente: “lo normal era que los partidarios de un régimen entrante idolatraran un poco a su líder, quien era la persona que había conseguido el triunfo en las urnas y que, por lo tanto, era el o la causante de todas las cosas buenas que vendrían en los próximos cuatro años.Siempre fue así en el país”.
Si bien esta última frase es muy discutible, hablamos de lectura retrospectiva para aludir al reconocimiento –implícito en el texto- de aquello que a nuestro parecer estaría cambiando en Chile: el eje de la discusión política.
Es decir, mientras durante la transición democrática la política institucional se mediatizó al punto de “idolatrar” al líder de turno en función de sus atributos personales, actualmente creemos que la política se (re)ideologizó, otorgando una mayor importancia al programa del líder político, en este caso Bachelet, y dando una mayor preeminencia a los contenidos por sobre las formas.
Esto, claro está, sin desconocer ni las cualidades de Bachelet ni la personalización que exacerba el ambiente social mediatizado dentro del que vivimos.
Para nosotros, el detonante de esta transformación en desarrollo lo ha marcado de manera fundamental el movimiento estudiantil 2011. Movimiento que repuso malestares históricos de fondo vinculados al fracaso del neoliberalismo en Chile y que, dada su intensidad y persistencia en el espacio público, ha venido reprogramando el discurso político, otorgándole mayor espesor ideológico y, en menor medida también, al propio sistema político institucionalizado.
Es este tránsito, sin embargo, lo que parece molestar a Joe Black quien, normativamente, afirma: “lo que he visto en amplios sectores del oficialismo, no es una genuflexión ante Michelle Bachelet, como debiera ser, sino que, por el contrario, una adoración a lo que yo denominaría un ‘falso ídolo’,el Programa”.
Este malestar de Joe Black nos permite, a su vez, pasar a la segunda lectura que proponemos del texto, la prospectiva.
Si en la primera lectura nos parecía ver un diagnóstico, en ésta nos parece ver una estrategia respecto al “reestrenado” gobierno de Michelle Bachelet. Para muestra, dos botones, revestidos de sarcasmo. “El bendito programa se ha transformado en la ‘sagrada escritura’ de la coalición gobernante” señala en un párrafo. Y luego remata su columna del siguiente modo, “me da un poco de susto lo que veo. Los talibanes del Programa son tantos y tan irreductibles que los creo capaces de avanzar sin transar y sin dejarse apaciguar ni siquiera por la santa madre y pontífice, Michelle Bachelet”.
Estos dos ejemplos parecen traslucir la siguiente estrategia: la inversión de las formas por el fondo de las ideas del líder del programa por el personaje político, representaría una seria amenaza a la estabilidad del país por cuanto se trataría de un nuevo dogma sobreviniente, “el texto sagrado de un culto integrista”, en palabras de Joe Black.
Si a esto agregamos el titular de la entrevista a la propia Bachelet aparecida en el cuerpo D en donde afirma que “el programa no es un tema de beatería…no soy una beata, no creo en dogmas”, entonces no es descabellado afirmar que la estrategia en ciernes trasciende a Joe Black y pertenece a la línea editorial de El Mercurio.
Las alusiones al miedo, y a figuras globales del terror, como los talibanes, son condimentos especiales para una estrategia de este tipo.
Retrospectiva y prospectivamente, por lo tanto, Joe Black, y por su boca el diario El Mercurio, nos dan a entender que el retorno de las ideas a la política, en reemplazo de la hasta ahora superficial política mediática, representa una seria amenaza. Y, para nosotros, ese es precisamente su Programa.