Cada cierto tiempo, reaparecen en Chile iniciativas de grupos nazis locales que se destacan por su desubicación, su falta de inteligencia y su nula información sobre lo que es la propia ideología que pretenden difundir.
En las fotografías publicadas en la prensa se observa que se trata de gente joven, con rostros bastante populares y pelos suficientemente tiesos y oscuros como para haber sido serios candidatos al crematorio de haber vivido en los tiempos de gloria del nacionalsocialismo.
No hay representantes de la raza dorada que despertaba tanto entusiasmo en el Führer, sino fieles especímenes del Chile profundo, que no se ve por qué lado podrían encontrar su lugar en un pensamiento racista germano-alemán. Los nazis locales pertenecen a ese submundo en que la contradicción vital no parece ser un problema cuando se trata de definir sus posturas.
Su última aparición ha sido en estos días a través de una iniciativa bastante curiosa: una “Escuela de arte nazi general Augusto Pinochet” a realizarse, no en Nüremberg, sino en la comuna de Ancud, en Chiloé. Esta iniciativa ha sido denunciada por el ex Diputado Gabriel Ascencio y por el Diputado Gabriel Silber, ambos demócrata-cristianos.
Lo primero que llama la atención es que se trate de una “escuela artística”. Uno se pregunta, qué vueltas ha dado la vida como para que un grupo nazi aparezca propiciando una escuela artística.
Recordemos las persecuciones nazis al arte modernista y expresionista de la época y la exposición de Münich de 1937, en la que se exhibió una muestra de 650 pinturas de lo que Hitler denominó “Arte degenerado”.
Los representantes de este arte tan repudiado eran figuras como Paul Klee, Pablo Picasso, Vincent Van Gogh, Marc Chagall, Wassily Kandinsky, Max Ernst, Otto Dix y Eduard Munch, entre otros, cuyas obras condenadas por el régimen eran consideradas fruto de una “fantasía enfermiza”.
Sería interesante saber si en esta curiosa escuela se le va a recordar a los alumnos la famosa frase de Göhring “¡Cuando escucho la palabra “cultura”, saco mi revólver!”, que de manera tan directa demuestra el interés de los nazis por el arte y la cultura. Se recordará también seguramente la tristemente célebre quema de libros durante el régimen de Hitler acaecido en la Bebelplatz de Berlín, el 10 de mayo de 1933.
En segundo lugar, es muy interesante que esta “escuela artística” lleve el nombre del general Pinochet, también famoso en el mundo entero por su gran apego a la cultura y su respeto por el libre pensamiento y la libertad de creación. Ningún nombre mejor que este para presidir un evento como el que se busca llevar a cabo.
Recuérdese por ejemplo la quema de libros llevada a cabo por militares chilenos cuya foto recorrió el mundo demostrando que lo que estaba aconteciendo en Chile no era ajeno a lo que ya había tenido lugar en la Alemania nazi.
Fuera de bromas, es significativo que los nazis chilenos relacionen su ideario político con la figura de Pinochet, es algo que viene a aclarar definitivamente muchas cosas que los que hemos luchado por la democracia en Chile sabemos, pero que para muchos todavía siguen en la oscuridad.
Pinochet defendió un nacionalismo estrecho propio de militares cortos de luces, faltos de mundo y poco leídos, para quienes la patria es una especie de reglamento inconmovible en el que el pensamiento no puede penetrar. Esta idea es efectivamente muy cercana al nacionalismo de los nazis.
También lo es el moralismo fanático que lo llevó a pensar que su dictadura era el bastión de la defensa de los valores cristiano-occidentales frente a la amenaza comunista. Idea que terminó siendo muy incómoda para los verdaderos líderes del mundo que Pinochet pretendía defender y que poco a poco se fueron alejando de su régimen como de la peste, incluidos los norteamericanos que en un principio lo sostuvieron. Con horribles crímenes y torturas no se podía afirmar que se estuviera defendiendo ningún tipo de civilización existente en el mundo.
Lo interesante es que quienes hoy día reivindican su nombre desembozadamente sean estos nazis y poca gente más.
La derecha chilena, a la que le ha costado tanto deshacerse de su herencia pinochetista, esto debería servirle para darse cuenta de a qué diablo le ha estado vendiendo su alma, y cómo su consecuencia democrática tarde o temprano tendrá que pasar por un repudio nítido y sin expedientes del régimen del dictador.
Pinochet siempre fue bastante más cercano a los nazis que a cualquier tendencia democrática en el mundo. Eso es lo que aparece cada día más claro en nuestro país.
Y si verdaderamente estamos construyendo una democracia más sólida y más representativa de los intereses humanistas de nuestro pueblo, en la futura Constitución que se desea instituir debería figurar también una clara condena y prohibición de ideologías nefastas como el racismo y el nazismo.
Entonces, estos intentos de rehabilitar trasnochadas ideologías funestas estarían prohibidos por ley y no tendrían más cabida ni siquiera bajo estas formas ridículas en las que todavía intentan legitimarse.