Juventud divino tesoro, decía Rubén Darío. La juventud o en plural los jóvenes chilenos desde el 2005 en adelante, han levantado las banderas de la “indignación” y en particular respecto de la educación, su calidad y costos.
Los mismos, en gran medida mostraron su fuerza por un lado, logrando que autoridades de gobierno fueran cambiadas, por ser incapaces de entender que se les decía. Pero quizás, más importante es que sus propuestas se transformaran en un programa de gobierno y estén en la agenda política del país, por los próximos años.
Fue durante el Gobierno de Piñera que la indignación tomó forma y movimiento, y tuvo su expresión electoral en la campaña y en los candidatos 2013, quienes no solo hicieron suyos los principales conceptos que defendían los jóvenes y el movimiento social que los acompañó sino que sus principales líderes fueron reconocidos como representantes de la ciudadanía, ante el Congreso.
Es decir, quien ayer dirigía las marchas, realizaba arengas a los estudiantes y llegaba en calidad de visita a dar “clases” al Congreso, mañana lo harán con lo propiedad de quien ha ganado su espacio democráticamente. Los mismos que abucheaban o desdeñaban sus argumentos, debieron reconocerse como minoría.
Gran parte de los jóvenes chilenos, en el ámbito político han alcanzado una nueva experiencia y han puesto en la historia del país (visto en algunos años más), un punto de inflexión. Antes y después de los movimientos estudiantiles.
Sin embargo, la madurez no se rige por la edad, sino por la suma de experiencias y de conocimientos que se van adquiriendo. Sabemos que los conocimientos, a nivel académico, son una parte del proceso de aprendizaje. Importante por cierto, pero la escuela y la universidad no lo entregan todo. Tampoco pueden. Luego aprendizaje, no implica experiencia.
Por eso en política, la experiencia se alcanza con el paso del tiempo. El ímpetu y la irreverencia, no ayudan. Es más, no son buenos consejeros. Pero por otro lado, la experiencia sino se complementan con nuevos brotes de conocimiento, se extingue y se marchita.
El proceso social y político que busca mejorar la calidad de la educación chilena y extinguir la exclusión que genera el actual modelo,requiere de un proceso de mucha maduración que, sin duda, lograremos ver sus resultados en el largo plazo.
Más aún, si la discusión política e ideológica a la que asistiremos está dirigida por actores cuya madurez les permita comprender que la sociedad ya tiene ideas formadas, al respecto. La misma ya tiene una valoración de la actividad política y lo que puede esperar de ella en su conjunto.Distinta es la apreciación que se tiene de cada uno de los políticos.
Aquí aplica el que la suma del todo es distinta a las partes.
En la nueva generación de políticos o líderes sociales, efectivamente hay esperanzas.Deberán recurrir a su madurez y experiencia para que las mismas banderas que enarbolaron, no sean el objeto de indignación social y excusa por la cual, no los volvamos a ver.
Por lo tanto, quienes no actualicen sus convicciones y se queden en trincheras ideológicas, verán marchitar su discurso y llegar al otoño de su aporte en política.