En una reciente entrevista radial, Jorge Asís, destacado escritor argentino, se refirió así al gobierno de Cristina Fernández, “me parece que el gobierno no tiene nada más para decir, está absolutamente terminado”.
Señaló que el equipo gubernamental es “un grupo de iluminados que destruye cotidianamente y pacientemente el país”, y agregó que Argentina proyecta hoy “una imagen de caos, desolación y falta de conducción”.
Tal descripción es compartida cada día por más argentinos. El problema es que la elección presidencial será recién en diciembre de 2015, y todos los partidos, incluidos los diversos grupos peronistas, coinciden en que el país no puede continuar así hasta esa fecha.
Cristina Fernández fue elegida presidenta en diciembre de 2007 para suceder a su esposo, Néstor Kirchner (fallecido en 2010), y reelegida en octubre de 2011 con el 54,11% de los votos.
Luego de ese triunfo, favorecido por el estímulo del consumo, ella dijo a sus adherentes “Vamos por todo”, para dar a entender que su grupo pretendía copar todos los espacios de poder. Consideró incluso la posibilidad de reformar la Constitución para aspirar a un tercer período, lo que se frustró por la derrota parlamentaria del año pasado.Desde entonces, la imagen de Cristina no ha parado de caer en las encuestas.
El actual equipo cristinista, encabezado por Jorge Capitanich, jefe de gabinete, y Axel Kicillof, ministro de Economía, designados en noviembre, ha llevado a cabo una dura devaluación sin un plan coherente para enfrentar los efectos, en primer lugar la inflación que devora los salarios y las pensiones.
La inflación reconocida por el gobierno en 2013 fue de poco más de 10%, pero la real llegó a 30%. Sólo en enero de este año fue de 5%. El gobierno elevó el valor del dólar oficial de 6 a 8 pesos en las últimas semanas con el fin de neutralizar el mercado negro: el resultado fue que el dólar paralelo ya va en 13 pesos.
El intento de contener el valor del dólar está significando un desfondamiento de las reservas del Banco Central, que sólo en enero perdió 2.486 millones de dólares.
El gasto fiscal como porcentaje del PIB se duplicó en los últimos 10 años.Simultáneamente, la emisión monetaria ha tenido un ritmo enloquecido para tratar de cubrir los compromisos del Estado, en primer lugar el financiamiento del sistema de subsidios.
El déficit fiscal, la inflación y la crisis del mercado cambiario han creado un escenario explosivo que, según algunos economistas, puede llevar a la Argentina a la estanflación, o sea la temida mezcla de estancamiento con inflación.
Pero los males de la economía no se explican sin el modelo político aplicado desde 2003. Argentina está pagando las cuentas atrasadas del populismo.
Mientras hubo plata, sobre todo por el buen precio de la soya en los mercados internacionales, el kirchnerismo pudo alentar el consumo y mantener, por ejemplo, las tarifas de los servicios artificialmente bajas. Pero dilapidó los recursos pensando en las ventajas políticas de corto plazo. Luego, cuando las cosas empezaron a ir mal, echó mano a los fondos previsionales y a las reservas del B. Central.
En lo que respecta a la corrupción, el kirchnerismo ha superado al menemismo, lo que es mucho decir.La diputada opositora Elisa Carrió afirmó en estos días que Cristina está negociando la impunidad para ella y su gente con los precandidatos presidenciales Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, y Sergio Massa, elegido diputado por la capital.
Numerosos gobernadores e intendentes peronistas dan a entender que no quieren ser arrastrados por el hundimiento del grupo gobernante, en el que juega un papel fundamental “La Cámpora”, una organización de jóvenes ambiciosos que creó Máximo Kirchner, los que han demostrado una impresionantes habilidad para trepar en la estructura del Estado.
El enriquecimiento de los Kirchner ha sido materia de varios libros. Un ciclo de TV que dirigió Jorge Lanata en 2013, que se llamó “La ruta del dinero K”, acaparó el rating al revelar los negociados en los que el matrimonio ha estado involucrado.
Por desgracia, esos antecedentes no han tenido el impacto judicial correspondiente.
Cristina Fernández y su esposo posaron de progresistas desde que arribaron al poder, en parte para ocultar que como abogados no movieron un dedo para defender los DD.HH. bajo la dictadura.
Lo sorprendente es que algunos políticos chilenos siguen considerando que ella es “la izquierda” en Argentina. En realidad, representa la demagogia y el abuso de poder.
En medio de la crisis económica de su país, dijo en la reunión de Celac, en La Habana: “Tenemos que marchar a la utopía de una sociedad absolutamente igualitaria”. Los sindicalistas argentinos, unidos hoy contra su gobierno, se ríen de esas palabras.
Cristina ha usado la retórica capitalista para tapar los negocios de los capitalistas amigos. Su propio vicepresidente, Amado Boddou, está siendo investigado por uno de esos negocios oscuros (la compra por un testaferro de una imprenta especializada en imprimir billetes).
¿Puede salir Argentina de esta situación? Las fuerzas opositoras creen que es posible.
Está en marcha un proceso de unidad de radicales, socialistas y otras fuerzas que buscan restablecer los valores republicanos como base de un proyecto de verdadero progreso. Esperemos que vengan mejores días para un pueblo tan entrañable para nosotros.