En mi opinión, para entender el fallo de La Haya entre Perú y Chile hay que situarse en un escenario más amplio. Creo que todas las relaciones bilaterales entre los diez países sudamericanos deben ser vistas en un contexto que tienen que ver con la cooperación y la integración, en América del Sur.
Desde la última década del siglo pasado, nuestro quehacer exterior está marcado por los datos de la globalización y los principios de la Pos Guerra Fría. Una de las ideas más sólidas en este esquema es el de la creciente importancia de los grandes espacios regionales.
Sigue habiendo una disputa—que ahora es más económica que ideológica—entre las grandes potencias, pero la competencia productiva y tecnológica tiene como eje las grandes regiones que se constituyeron rápidamente en los bloques de naciones más desarrolladas e influyentes.
La Unión Europea de Maastrich, a partir de 1992; el NAFTA con Estados Unidos y sus vecinos, Canadá y México, en 1993 y el más complejo espacio del Asia del Pacífico, con los diez países de ASEAN, más China y Japón.
A partir de ahí, el reto de todas las demás áreas del mundo en desarrollo es “construir” una región en este mundo dominado por las macro regiones. Sólo así se puede incrementar el peso en los asuntos internacionales, tener más competitividad en los retos tecnológicos de la sociedad del conocimiento y ampliar, especialmente para los productos manufacturados, el mercado interno mediante uno mayor que forman la suma de los países vecinos.
Esto debe hacerse en un escenario democrático. Hay que aceptar el pluralismo de los gobiernos de distinto signo que resultan de la soberanía popular.Más cooperación e integración supone un conjunto de objetivos que son funcionales a los intereses de todos los países y a las estrategias de desarrollo de los diversos gobiernos.
En este contexto que establece el único telón de fondo en el que nuestros países pueden avanzar con seguridad al desarrollo, los conflictos y disputas bilaterales constituyen “una maleza” que daña ese avance y que hay que retirar para hacer posible las tareas estratégicas.
La lista de los desacuerdos bilaterales en América del Sur no es pequeña, aunque en la última década y media se está avanzando positivamente para resolverlos.
Perú y Chile entregaron en 2008 a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya la tarea de definir si entre ambos países existían ya límites marítimos vinculantes o si debían sus magistrados establecerlos.
El fallo ha sido mixto. Ha aceptado que los tratados de 1952 y 1954 (que también incluyen a Ecuador) fijaron un límite marítimo y que este corresponde a la línea paralela planteada por Chile.
Pero esto ha sido reconocido solo hasta la milla 80 y de ahí hasta la milla 200, que hoy se reconoce como de aprovechamiento exclusivo de los Estados, el Tribunal ha trazado una bisectriz de acuerdo a la petición peruana, entregándole una parte del dominio marítimo solicitado en su demanda.
La Corte de La Haya falla siempre en derecho, pero en sus Estatutos (art. 38) se establecen como fuentes válidas, no sólo las convenciones y tratados internacionales, sino que también “la costumbre internacional” y “los principios generales de derecho”.Estos últimos permiten ajustar fallos, como ha sido el caso, más flexibles que los de una mera aplicación de los tratados existentes.
Como siempre ocurre, una resolución de ese tipo suscita inicialmente reacciones nacionalistas. Pero, cuando la sentencia es equilibrada, se puede pasar rápidamente a plantear escenarios nuevos y más positivos para las relaciones entre las partes.
En mi opinión, Chile y Perú están ante una oportunidad única para dar un giro en sus relaciones bilaterales y establecer una nueva relación basada en la complementación económica, el peso favorable de la importante migración en Chile y la agenda posible de las tareas de cooperación e integración que se pueden emprender.
Planteo solo dos entre muchos ejemplos.El primero es la creciente confluencia entre las ciudades fronterizas de Tacna y Arica, hoy día virtualmente complementarias en los aspectos económicos, culturales y sociales, como lo indican los crecientes intercambios de los últimos años, pese a las tenciones del avance del juicio.
Aquí el gobierno de Santiago tiene una primera tarea, dar a Arica una atención especial, que no ha tenido desde el Golpe de 1973, lo que disgusta cada vez más a su población.
A partir de una atención preferente, que incluya programas especiales para esta región, es posible imaginar un importante programa de integración sub nacional que incluya al Sur peruano, el Oeste boliviano y el Norte chileno, que puede ser un área muy dinámica en el marco de las economías del Pacífico.
Un segundo campo puede ser el de la cooperación energética. En los últimos diez años, Estados Unidos ha hecho una espectacular revolución tecnológica en el campo del gas de esquistos (Shale Gas), que le ha permitidollegar a ser autosuficiente en ese rubro, con perspectivas de convertirse en exportador, al tener un gas cuatro veces más barato que el de los países europeos.
Esto tendrá un impacto geopolítico en América del Sur, pues privará a países como Perú—y también Bolivia—de un mercado al cual proyectaban las exportaciones de la producción de Camisea (Perú) y Tarija (Bolivia).
Un proyecto razonable para ambos ha vuelto a ser vender su gas a los países vecinos, transportados en forma más barata y segura en gasoductos.
Hace seis años, Brasil, Argentina, Uruguay y Chile negociaron y estuvieron a punto de cerrar una compra a Perú, con un gasoducto que llegaba a Tocopilla y de ahí llevaba parte de la producción por otros conductos a Salta, Montevideo y los Estados del Sur de Brasil.
La iniciativa no prosperó por razones de “seguridad nacional”, la misma por la cual no se han abierto negociaciones sobre gas entre Bolivia y Chile.
Ahora, el fallo de La Haya cierra una etapa de disputas y recelos entre Perú y Chile.Pero también puede abrir otra de amistad y cooperación, si ambos países son capaces de tener la voluntad política de progresar juntos y un listado efectivo de proyectos que permitan alcanzar una nueva situación.
Hacia el futuro se abren varios cursos posibles, pero por primera vez la relación bilateral puede ser constructiva y ayudar al objetivo más amplio de acercar tareas y afectos comunes que permitan que América del Sur—que tiene tantas condiciones favorables para lograrlo—sea la primera macro región económica del mundo en desarrollo, ayudando al mayor peso internacional de la región y al avance y progreso de las estrategias de desarrollo de sus diez países.