La Cámara de Diputados, en la misma línea del Senado, aprobó el proyecto de Ley que prohíbe la fabricación, importación y suministro de todo tipo de vacunas destinadas a menores de 8 años, embarazadas y adultos mayores, que entre sus componentes contengan timerosal o compuestos organomercúricos.
El timerosal ha sido utilizado como preservante en la producción de vacunas desde 1930, fundamentalmente para evitar la contaminación bacteriana y fúngica durante la elaboración de las vacunas o en frascos de vacunas envasadas para multidosis.
Los argumentos a favor de la aprobación de la Ley sugieren eventuales daños neurológicos en los niños, especialmente autismo, que podrían ser ocasionados por las trazas de mercurio contenidas en el timerosal.
Curiosamente, distintas sociedades científicas chilenas e internacionales, y la Organización Mundial de la Salud han sido enfáticas en aclarar que no existe ninguna evidencia científica que demuestre asociación entre timerosal y autismo u otra enfermedad del sistema nervioso.
Aparentemente, estos argumentos no han sido suficientes para los legisladores chilenos, quienes han tomado su decisión por encima de la opinión de expertos de la comunidad científica chilena.
Los riesgos de esta decisión no son menores: vacunas más caras y de más difícil manejo por el riesgo de contaminación en las multidosis y, sobre todo, sensación de alarma y pérdida de confianza de la población en los planes de vacunación del gobierno.
Una ley que amerite dudas y genere controversias no contribuye a mejorar la calidad de vida de la población.
Las vacunas han controlado y erradicado de manera eficaz enfermedades como la polio, el sarampión y la tos convulsiva, salvando de esta manera la vida a millones de niños en el mundo. Las decisiones políticas en salud debieran tener en cuenta este antecedente y estar respaldadas por los hallazgos científicos.
Las políticas públicas en salud no pueden estar basadas en supuestos y al momento de legislar, los parlamentarios deben sopesar beneficios y riesgos, marginándose de los inevitables lobbies que inundan los pasillos del Congreso.