El consumo tiene varias caras y por ello múltiples interpretaciones. Se acusa en esta Navidad, con demasiada rapidez creo yo, de consumista a la gente que se vuelca a las calles a comprar sus regalos.
Hay que darse cuenta que el consumo de esas características en nuestro país es un fenómeno relativamente nuevo y sea para el “día del niño”, para la “semana santa”, para las “fiestas patrias”, sea en “marzo” o porque llegaron las “vacaciones”, el consumo se extiende y amplifica en verdad durante todo el año.
No hay que comportarse como el Grinch en esta Navidad, antes bien, debemos aprovechar –aunque suene raro decirlo- la pedagogía que también puede encerrar el fenómeno del consumo, que repito, no es sólo consumismo irracional.
Es más, incluso aunque exista este “consumismo”, de el no depende, porque no lo reduce todo a ello, el fenómeno del consumo.
Antes de moralizar, ahora, el consumo como consumismo, miremos (y aprovechemos) su cara más positiva: explotémosla más racionalmente, en vistas a la construcción de un nosotros familiar o comunitario.
¿Por qué la Navidad se aviene perfectamente bien con el consumo? A primera vista porque es una oportunidad que el mercado aprovecha perfectamente para expandir sus redes de deseos infinitos en los individuos.
La Navidad emerge desde esta perspectiva como un “vacío” de sentido, como un acontecimiento que perdió completamente sus raigambres culturales-religiosas, para ser reinterpretadas desde sentidos seculares y hasta turbios.
Pero esto es sólo a primera vista, porque en verdad la Navidad nunca ha sido sólo una fiesta religiosa que simboliza un sentido específico, en rigor siempre ha sido también una fiesta de intercambios paganos, de ofrecimiento de objetos preciosos, pero paganos, de –llamamos a esos objetos- “regalos” paganos.¿Por qué no?
El consumo es también un fenómeno de interacciones y de construcción identitaria, hay abundante sociología al respecto.
Sólo por un momento dejemos de ser fetichistas cuando miramos el consumo, dejemos de pensar sólo en los objetos-regalos y pensemos por un momento (y veremos como resaltará por sobre lo otro) cómo también el consumo puede ser pensado en tanto intercambio (de sentidos, de emociones, de sensaciones, de sentimientos) que puede perfectamente apuntar a la construcción de un nosotros identitario (el lazo familiar o comunitario).
El regalo en Navidad es las más de las veces una “extensión de sí”, de lo mejor que tenemos en nosotros para dárselo sobre todo a quien amamos.Es un “objeto precioso” que encierra un sentido profundo, que quiere estar a la altura de ese amor, por ejemplo, o de ese afecto, de ese reconocimiento, o simplemente de ese sentimiento de amistad y encuentro.
Dejemos las moralinas y aprovechemos este momento como una oportunidad para volver a decir, como tal vez lo hacemos también cotidianamente, una palabra de afecto a través de un simple regalo a quien nos importa y preocupa.