Nelson Mandela pasará a la historia como uno de los grandes defensores de la humanidad por caminos de no-violencia junto con Mahatma Gandhi, Martin Luther King y uno que otro más.Fue él quien liberó al pueblo sudafricano negro de una tiranía que le impuso un grupo de blancos a través de lo que se ha llamado el apartheid.
Por ahora no vamos a rememorar los hechos que marcaron esta liberación sino, con ocasión de su fallecimiento, retratar un tanto el ambiente que se vive actualmente alrededor de él en la nación Sudafricana, país que es heredero de sus gestas y nos transmite un mensaje de humanidad que es importante acoger.
Nos decía la prensa que en el ambiente de la nación Sudafricana, no había ante la enfermedad del líder una situación de inquietud sino de recogimiento y de paz. Se dijo al respecto “ya es tiempo que lo dejemos reposar”.
Hay una religiosidad primitiva pero profunda en el pueblo africano reforzada en las zonas sureñas por el cristianismo acogedor de las iglesias anglicanas. El obispo anglicano de El Cabo Desmond Tutu fue un gran amigo de Nelson y también una figura emblemática de la liberación del pueblo africano del apartheid.Acompañó y apoyó a Nelson en sus iniciativas de humanización y liberación.Una actitud generalizada es la de rezar por Nelson Mandela.Un hombre como él tendrá que trascender el tiempo y el espacio.
El mérito fundamental de Mandela no fue únicamente el haber liderado un gobierno que sacó al pueblo africano del yugo del apartheid, un sistema político-social absolutamente discriminador que separaba la población en dos porciones, los blancos y los negros.
El mérito más profundo fue el de haber puesto atajo al espíritu del apartheid, en una palabra haber logrado hacer de esos dos pueblos separados, uno solo , destruyendo los odios, los rencores y las venganzas.Pudo inspirar un espíritu de reconciliación.
Hubo gestos e iniciativas de todo género desde lo propiamente jurídico hasta lo deportivo.Me contentaré con escribir aquí una iniciativa de tipo jurídico que sin duda fue muy impactante. He tenido entre mis manos documentos que explican lo que en síntesis daré a conocer.
Para hacer justicia frente a hechos flagrantes de violación de derechos humanos, torturas y muertes, efectuados bajo el amparo del apartheid, se usó el siguiente esquema.Se convocaba al acusado, tal vez un miembro del grupo böer, descendiente de los holandeses que dominaron el país. Los testigos exponían la acusación. Al acusado se le ofrecía la oportunidad de confesar con total transparencia su conducta; expresar su pesar y arrepentimiento, y pedir perdón. En este caso el tribunal lo declaraba libre de sanción y los acusadores accedían a este perdón.Con esto los acusados podían volver a incorporarse en la vida normal del pueblo.
Esta exposición un tanto esquemática muestra una justicia que no busca el castigo sino el arrepentimiento y la rehabilitación.
Veo en esto ante todo una verificación del mensaje del evangelio de Jesús “se os ha dicho ojo por ojo, diente por diente” “yo os digo amad a vuestros enemigos, perdonad al que os ofende”, “devolved bien por mal”.
Es cierto que el bien social podrá pedir alguna sanción disuasiva. Pero esta ha de ser medicinal, es decir orientada a la rehabilitación del reo. Lo que debemos corregir en nuestras costumbres sociales y penales es el espíritu de venganza.Y siendo sinceros, hemos de confesar que este espíritu de venganza campea abundantemente en nuestros ambientes.
Las víctimas y todo su equipo jurídico exigen sistemáticamente el “mayor castigo”, poco importa muy frecuentemente toda consideración por la rehabilitación del reo y porque se logre el verdadero triunfo de la justicia que está en el reconocimiento de parte de él de la falta cometida.
Nos encontramos pues en cierta manera en las antípodas del pueblo sudafricano que, enseñado por el ejemplo de las formas mandelianas de hacer justicia, habrá sin duda cultivado nuevas actitudes más humanistas, más creativas, a la larga más eficaces contra el abuso y el delito.
Es cierto que sancionar los delitos suele ser un requisito del bien social, pero puede y debe combinarse con la capacidad del perdón personal, y buscar con la rehabilitación del reo, su incorporación plena a la sociedad.