Con gran pesar Chile recibe la noticia del deceso de Alfonso Baeza, el notable vicario de la Pastoral Obrera entre 1977 y 2000 y activo defensor de los derechos humanos desde el Comité Pro Paz y la Vicaría de la Solidaridad.
Para quienes fuimos durante años “clientes” de la Vicaría, la figura del chico Baeza resulta absolutamente inolvidable. Junto al Cardenal Raúl Silva Henríquez optó por estar junto a su pueblo humillado y perseguido.Se abocó en cuerpo y alma a defender los derechos de los trabajadores y apoyar a quienes como Clotario Blest y Manuel Bustos encarnaron la dignidad de los hombres y mujeres de trabajo levantando la voz del movimiento sindical en una época de tinieblas.
En sus palabras, “nuestra tarea era ayudar a la reorganización sindical y con ello la Iglesia creció en legitimidad entre trabajadores que a veces sentían que la Iglesia estaba más cerca de los ricos. Uno de los frutos del trabajo de esos años fue mostrar que en los tiempos actuales no se puede hacer una evangelización verdadera sin preocuparse de materias como la explotación de los trabajadores”, declaró Baeza en una reciente entrevista, quien subrayó que “era indispensable estar cercano a las vivencias de los obreros y pobladores; de sus condiciones de trabajo; de sus dificultades y anhelos”.
Esta vocación de servicio a los más humildes le ganó el cariño de miles que, siendo o no cristianos, compartieron sus ideas y lo vieron testimoniar con consecuencia y coraje sus convicciones.
Últimamente había visitado en reiteradas ocasiones el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, especialmente para participar en actividades conmemorativas de los 40 años del Golpe de Estado, que también son los 40 años de las luchas por la defensa de los derechos humanos.
Su presencia, siempre amable, sus comentarios siempre directos y su humor siempre a flor de piel es lo que echaremos de menos, porque, en cambio, su ejemplo de vida seguirá inspirando a nuevas generaciones.