Los “profetas del caos”.
¡Atrapados entre el furor de los tecnócratas del progreso y el crecimiento y la prédica de los profetas de los derechos sociales! ¿Únicos caminos para salvarnos de una decadencia futura que puede llegar a ser inexorable? Aparece en nuestro horizonte, el viento huracanado de un “liberalismo oficial, que ha vuelto a tomar en cuenta del mercado mundial la fe marxista en la necesidad económica y el sentido irreversible de la historia”, como plantea Jacques Ranciére.
Este autor, menciona que en Europa, la otra barrera de la “cárcel” que los atrapa políticamente, sería el“catastrofismo intelectual” de los “profetas de la decadencia”, que anunciarían que la democracia sería finalmente el mal secreto que arruina los principios mismos de la filiación y tradición humanas.
Una democracia, que antes amada y deseada, es ahora objeto de sospecha, por transformarse en un reino de “individuos consumidores y egoístas e ignorantes del bien común”.
Envueltos nosotros ya en estas dinámicas, que califican injustamente a los movimientos populares y a la movilización social como peligrosos y conducentes a la violencia o a soluciones “populistas”, aparece como solución fundante, la necesaria modificación de la Constitución, basada en su falta de valor político por la forma no democrática en que fue promulgada, y su actual incapacidad normativa para promover y permitirnos convivir bajo los valores de la libertad y la igualdad, de una forma que ilumina y conduce al bien común.
El primer riesgo de hacer sólo de esta propuesta el corazón mismo de un futuro y su posibilidad de ser mejores o peores, es que si no se logra, seguirá siendo la causa, excusa y razón de todos nuestros males políticos y sociales ocultando la incapacidad de gobernar y dirigir el país hacia un verdadero desarrollo integral dirigido al beneficio de todos.
Pero lo segundo y definitivamente catastrófico, sería darles la razón a los que se erigen como profetas, a los nihilistas y anarquistas, los últimos “clarividentes del caos” y su posible violencia, muchas veces ligada de forma irremediable.