En los días recientes, la lectura de prácticamente todos los medios de prensa, la revisión de los análisis políticos y las propias declaraciones de sus personeros, apunta a que la derecha vive una debacle no sólo electoral, sino doctrinaria, programática y propositiva.
Comentaristas hablan de “la derecha a pique”, de la necesidad de “refundación” ante la pérdida de rumbo, y dirigentes como Lily Pérez, vocera de la candidata Evelyn Matthei, el senador Hernán Larraín (UDI), entre otros, plantean que su sector debe reorganizarse, refundarse, “hacer una revisión, evaluar liderazgos”, mientras se lee en la prensa la preocupación de RN y la UDI por los doblajes que con seguridad tendrá la Nueva Mayoría y los dejará con menos senadores y diputados.
En este panorama la postulante presidencial de la derecha optó por denostar y agredir a Michelle Bachelet, como pretender establecer dudas en los orígenes de los recursos para la campaña o usar el término “terrorífico” para referirse al programa de la candidata del progresismo y la izquierda.
La derecha parece llegar al término de un ciclo con sus tesis doctrinarias y se está quedando sin agenda para los nuevos tiempos y para las demandas ciudadanas más sentidas.
La candidata Matthei está anclada en defender la Constitución redactada e impuesta por la dictadura, en defender la pureza del modelo neoliberal, en imponer posturas retrógradas en materias de salud pública y derechos de minorías sexuales, en persistir en respuestas autoritarias a fenómenos y movilizaciones sociales, en aplicar políticas restrictivas y privatizadoras en área económica y social, en atrincherarse en los quórum parlamentarios para frenar las reformas que la mayoría social y política del país quiere impulsar.
En ese marco, Sebastián Piñera, intentando ser habilidoso como en los negocios que le reportaron alrededor de 100 millones de dólares más a sus arcas siendo Presidente de la República, se metió en el terreno de asumir discursos que tienen su origen en el sector democrático del país, para granjearse apoyos y distanciarse, de hecho, de la derecha y de quienes creen en Evelyn Matthei. Hasta ese punto llega la debacle del proyecto conservador.
Se constata que la derecha vive la ausencia de una agenda consistente y proyectiva para el Siglo XXI, no tiene respuestas contundentes a demandas ciudadanas y carece de liderazgos
Las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda sí tienen una agenda precisa para responder a los desafíos del Chile actual y futuro, al mediano y largo plazo. Cuentan con propuestas programáticas sólidas cuyos temas, por cierto, son respaldados por la población en cuanta encuesta se realiza.
Es contundente el liderazgo de Michelle Bachelet a nivel nacional y al mismo tiempo se posicionan y se afianzan otros liderazgos con proyección, que aspiran a llegar al Parlamento.
La inmensa mayoría está por una reforma educacional que camine a la gratuidad y la calidad; prácticamente todos quieren una reforma tributaria que haga que los grandes empresarios y consorcios paguen los impuestos adecuados y aporten más recursos para proyectos sociales; un alto porcentaje de la población reclama una nueva Constitución que contenga los derechos de pueblos originarios y de los chilenos en general; se quieren más hospitales, consultorios, remedios baratos y mejor Salud Pública; no hay trabajador que no quiera que cambie la institucionalidad laboral para recuperar sus derechos sindicales ampliamente y tener salarios dignos.
Todo eso, y mucho más, está en la agenda de la Nueva Mayoría, de fuerzas políticas y sociales democráticas, progresistas, de centro y de izquierda. Por eso la oposición tiene una tremenda dinámica política, electoral y social, está concentrada en cumplir objetivos, desarrollar la agenda, fortalecer el programa, discutir los matices y reforzar la coordinación y la unidad de sus sectores y organizaciones.
Si la derecha está a la baja, la Nueva Mayoría con todo lo que representa, está al alza.
Las fuerzas opositoras, que con toda seguridad sustentarán al próximo gobierno a partir del 11 de marzo del 2014, tienen agenda sólida y están dinamizadas en desafíos y tareas a cumplir.
En ese marco, se releva la necesidad de ganar la elección presidencial en primera vuelta y obtener los mejores resultados en las parlamentarias.Es necesario ir a votar para consolidar las propuestas y darle espacio a su materialización.