La descentralización del país es un desafío indispensable para su desarrollo. Chile se forjó a partir de un esquema de provincias fuertes que se expresaron ya en los primeros textos constitucionales, Coquimbo, como cabeza de esta zona y puerto, era una de ellas.
Con el correr de los años esa idea se fue desdibujando.Si bien existían provincias muy bien asentadas y con una gran identidad local, era una demanda constante la necesidad de traspasar competencias y recursos.
El proceso de una nueva organización administrativa, iniciado por Frei Montalva, continuado por Allende y concluido apresuradamente en la dictadura, desembocó en las 13 regiones originales del actual esquema al que se han incorporado recientemente otras dos. Sin embargo, esa regionalización está inconclusa y se ha quedado más en el mapa que en transformaciones concretas.
Santiago sigue ahogando a nuestras regiones.El desarrollo inarmónico de nuestro país se expresa en múltiples servicios, como salud, en que la falta de especialistas en provincias es crónica; en educación con mala calidad e insuficientes alternativas, además del escaso financiamiento a universidades regionales, en desarrollo urbano y conectividad e incluso en el acceso a la cultura, por poner sólo algunos ejemplos.
Asimismo, es tradicional la crítica a la insuficiente cantidad de recursos que se destinan a regiones, particularmente a aquéllas que más aportan y que, en cambio, se hacen cargo de la contaminación y otras externalidades de la actividad minera e industrial.
Por último, hay una exigencia generalizada de más participación y de que las decisiones se tomen más cerca de la gente. En este ámbito está también la falta de una descentralización interna, siendo común que las capitales regionales o provinciales concentren la inversión en desmedro de localidades más apartadas.
Todo lo anterior, que podríamos englobar como desigualdad territorial, es parte de los problemas que deben afrontarse con decisión en el próximo Gobierno.La nueva constitución que queremos debe hacerse cargo del desafío de una mayor descentralización.
En lo político, para permitir la elección de los Intendentes, que se sume a la de Consejeros Regionales.
En lo administrativo, para dotar de más atribuciones y recursos a las regiones del país, lo que les permita un mayor desarrollo y atender en forma más eficiente las necesidades de sus habitantes.
En lo social, para enfrentar en forma decidida el grave retraso existente en muchas áreas, como salud, educación, vivienda y conectividad.
Mientras hay barrios de Santiago con indicadores sanitarios, educacionales, urbanísticos y de ingresos similares a los países desarrollados, muchas de nuestras comunidades languidecen con estándares del siglo pasado. Eso no puede continuar.
Necesitamos dar un paso más profundo en regionalización. Nuestras provincias, Choapa, Limarí y Elqui merecen más oportunidades. Nuestra región debe recuperar su rol eje y puerta de entrada a este Norte próspero para Chile, pero que sin embargo le deja tan poco a sus habitantes.
El Chile de Todos debe ser el Chile que corrija la desigualdad también en el ámbito territorial.