“No me gusta el modelo y quiero cambiarlo”, ya resulta repetido, lo que importa es lo que está detrás. Decirlo no lo hace menos cierto ni más ingenuo, pero decirlo y luego no hacer nada por preferir mantenerse firme en vez de contrastar ideas, no puede pasar por rebeldía, ni mucho menos por valentía.
Al igual que Mario Horton creo que el sistema socio económico actual es perjudicial para un verdadero desarrollo en nuestro país.
Al igual que muchos jóvenes sueño con que sea distinto, con que alcancemos –todos los ciudadanos- verdaderas libertades para escoger sin miedo de ser excluidos del sistema, los caminos de nuestras vidas.
Sin embargo, no le echo la culpa a la Concertación, y menos culpo a la Nueva Mayoría, no puedo culparlos, a la luz de la historia que hemos vivido como país. No conocí el Chile previo a la dictadura, ni el de los años oscuros; cuando volvía la democracia tenía tres años y comienza mi uso de razón.
A medida que fui creciendo viví, tal vez los mejores año del desarrollo chileno. En PIB per cápita, desde 1990 casi se ha cuadruplicado, mientras en el mundo poco más que se ha duplicado.
Ciertamente este ingreso se encuentra mal distribuido, pero aun así, el primer quintil de nuestro país ha crecido más que el resto del mundo.Esto ha permitido a muchas familias partir por parar la olla (tanto así que pasamos de prácticamente erradicar la desnutrición infantil a uno de los índices más altos de obesidad en el continente), pasar por la casa propia y los servicios básicos, y a otras a comprar la tele, TV cable, celulares y vacaciones.
Eso sí, no olvidemos que aun quedan casi dos millones de chilenos viviendo en la pobreza y que no es en ningún caso tarea superada, ni satisfacción por la inclusión, pero no se pueden negar los avances.
¿Y tiene algo de malo estas nuevas posibilidades de las familias?¿ No debieran ser libres de elegir cómo entretenerse y cómo gastar su dinero?
Bueno, sí tiene algo de malo, y es cuán libres son esas familias, cuáles son las otras posibilidades que tienen de usar sus nuevos recursos, sus mayores expectativas de vida, su mejor salud y capacidad cognitiva, su educación, etc.
Pero eso es de aquí para adelante, ¿o de verdad alguien cree que el año 93, antes del boinazo se eliminarían los privilegios y poderes adquiridos por un pequeño grupo de colaboradores de la dictadura?
¿Alguien cree que nos preocuparíamos realmente del voto de los chilenos en el exterior, de la reforma al binominal si tuviéramos aún el Consejo de Seguridad Nacional que existió hasta 2005?
¿O en salud, nos preocuparíamos de la bio-equivalencia y la falta de anestesistas si no hubiera cobertura de atención primaria?
Se podría decir que quienes comparten y piensan como planteo las cosas somos ingenuos o blandos sobre lo que ha acontecido en nuestras vidas, que hemos sido cómodos y eso nos hace poco críticos. Me parece que es ser simplemente realista.
No estaban los tiempos para mártires, y la verdad es que nadie quiere llegar al momento de requerir mártires, mejor solucionar las diferencias antes, y construir la sociedad dentro de los caminos institucionales.
Los 20 años de la Concertación fueron buenos, pero pudieron ser mejores y quedan aun muchas deudas sociales. No obstante, cuánto sentido hace la respuesta de Tejada, era posible ser más radical, y dónde estuvieron aquellos que ahora lo piden, mal que mal fueron 20 años.
A esas deudas debemos apuntar, no a las culpas de lo que no hicieron, ni a mirar el vaso medio vacío, sino a construir nuestro futuro y el Chile que queremos cada vez con más ansias.
A la educación gratuita, pública y de calidad. Al sistema de salud y previsión solidario y digno.
A la justicia y posibilidad real de reinserción para que no quede otra salida.
A la aceptación de los pueblos originarios y la plurinacionalidad de nuestro país.
A romper la exclusión territorial. Y a terminar con los manoseados abusos.
En definitiva a la posibilidad de elegir nuestras vidas con libertad, sin miedo de que si no estudio lo que traiga más dinero no habrá dignidad para mi familia.
Sin el miedo que no seremos dejados atrás si nos equivocamos, porque la red de protección social, la institucionalidad pública y el deber cívico de todos no lo permitirá.