Es tiempo de elecciones presidenciales, las candidaturas ya implementan sus estrategias para la recta final, pero poco y nada se habla de nuestro vital recurso. Los planteamientos son vagos, generales, ambiguos y no apuntan a cuestionar la esencia del modelo hídrico en Chile.Simplismo hostigoso a la hora de plantear temas que ya parecen lugares comunes, como la equidad, el crecimiento país o reformas constitucionales.
Sólo algunos candidatos con menor presencia en los medios plantean reformas profundas al modelo de aguas. Las principales candidaturas del establishment binominal, preso y testaferro del interés de los grandes grupos económicos del país, poco y nada postulan sobre esta materia.
Los calmantes para pasar la noche, que han dado la concertación y la alianza derechista militar, ya no surten efecto y ahora el insomnio es crónico.
Cuando la presencia de gusanos es evidente, lo lógico es abrir la fruta y ubicar aquellas partes que requieren limpieza antes que todo se pudra. Esto es lo que requiere el modelo de aguas, ubicar dónde se encuentran los gusanos, es decir, los problemas.
Los principales dardos críticos apuntan hacia la falta de legitimidad de origen y la imposicióndel paradigma neoliberal en el modelo de aguas. La reforma al Código de Aguas de 1981 reflejó el miedo de la dictadura hacia la ciudadanía, prescindiendo de mecanismos efectivos de participación y estableciendo un carácter dictatorial y militar que prioriza las resoluciones judiciales por sobre la gestión de conflictos entre actores.
En definitiva, el Código de Aguas refleja la esencia ideológica de la criminal y terrorista dictadura de Pinochet y del aprovechamiento político-constitucional que hizo su férreo brazo civil en aquellos años, que hasta hoy deja caer sus garras para seguir beneficiando desvergonzadamente a los mismos sectores de antaño.
En este cuerpo “legal”, se definió el agua como un derecho de propiedad privada que puede transferirse, arrendarse o tratarse como cualquier bien de consumo dentro de las reglas del libre mercado, en ausencia de toda regulación estatal.
No se contemplaron consideraciones sociales, el agua que abastece el consumo humano en comunidades vulnerables no tiene ninguna prioridad de uso frente a mineras o empresas industriales.Las prioridades vienen dadas por la mano invisible del mercado, bajo la premisa de maximizar la utilidad económica individual.
Este marco legal tampoco permite formas efectivas de planificación estatal, que tome en cuenta variables ambientales, necesidades energéticas, características geográficas locales o de cuencas, impactos del cambio climático o aspectos básicos de democracia interna en las Organizaciones de Usuarios, que son los entes que administran el recurso hídrico en Chile.
El modelo subsidiario impuesto en la constitución político-militar, externalizó las labores del Estado en este tipo de organizaciones privadas sin fines de lucro. Sus funciones, responsabilidades, formas de capturar recursos y el tipo de democracia interna para elegir a sus representantes están definidas en el propio Código de Aguas.
Es necesario detenerse en este último punto, que tiene que ver con la democracia al interior del modelo hídrico. Para otra discusión se puede plantear la crítica sistémica y los caminos reales para renacionalizar el agua.
Todo sistema democrático que se precie de tal, que haya sido concebido bajo un noble y genuino interés público debe propender a corregir las asimetrías de poder que existen entre los actores pertenecientes a dicho sistema. Ahí radica la importancia de escarbar sobre los mecanismos de representación que existen al interior de estos organismos administradores de agua, en un sistema que ha generado y aumentado las desigualdades.
Un punto crítico a destacar, es que el Código de Aguas establece un método de representación interna en las Organizaciones de Usuarios regido por un mecanismo de cómputo de votos dado por “un voto, una acción”. Bajo esta fórmula, quien tiene más acciones (es decir, quién tiene mayor proporción de agua para extraer respecto del total de la organización) tiene mayor capacidad de voto y por ende mayor poder.
Esto beneficia directamente a los grandes usuarios del agua, no contribuye a disminuir esas asimetrías de poder existentes y se traduce en un sistema antidemocrático, al resultar ineficaz en la tarea de redistribuir cuotas de poder.
Siempre es conveniente salir de la caverna de Platón y conocer otras realidades. En países vecinos se han establecido métodos de representación que equilibran el interés particular y el interés colectivo de una comunidad de agua. Las fórmulas son diversas, por cierto ninguna puede plantearse sin conocer la realidad del sistema chileno, pero ayudan a ampliar la visión.
A la hora de hablar de problemas al interior del sistema de aguas, encontramos este tipo de enclaves que contribuyen a la desigualdad, benefician directamente a grandes actores, desincentiva la participación de los pequeños usuarios, perpetúa la representación en unos pocos y merma la capacidad de transparencia en el uso de los recursos que cada ente administra.
La superficialidad del debate actual, las frases para el bronce, la orientación mercantil basada en prácticas de marketing que tienen las campañas presidenciales, evita en forma lamentable, negativa y perjudicial, que estos temas entren con la debida fortaleza en la agenda pública y política.
Es esencial, que quienes poseen el conocimiento puedan difundir estas realidades y contribuir a profundizar el debate sobre el agua.El país sigue en una analfabeta situación frente a las condiciones de nuestro vital recurso.