Hace unos días en este mismo blog, inicié una conversación con un comentarista sobre la naturaleza ideológica del Rock. Decía él que mi visión del Rock pesado y del heavy metal, mostraba mucho comunitarismo, cuando según él, la raíz profunda del metal estaba en el individualismo.
Quise seguir la discusión, pero parece que la velocidad de la vida moderna no lo permitió.
Pero insisto, creo que la raíz del rock en general y en especial del heavy metal, está en la sensación de comunidad, de colectividad.
Creo que hay muchas explicaciones.
Podría buscar en mi propia historia personal y estoy seguro que eso va a ser compartido por muchos fanáticos del metal.
Porque la cosa es así, no te gusta el metal, eres fanático ¿sino como explicarse que una persona se “relaje” escuchando Kreator o Possessed en cuartinas a 220 rpm?
Todos los fanáticos del rock pesado, sabemos lo que es ser discriminados, prohibidos y temidos por los demás. Más de alguna vez hemos compartido la sensación de ser parias de la sociedad.
Piensa en tu adolescencia, vuelve a los doce y trece años.
Sabías que tu música no iba a sonar en las fiestas a las que ibas cuando pequeño y que si querías bailar con alguna de las mujeres (niñas más bien) que te gustaba, ibas a tener que bailar al ritmo de música que encontrabas asquerosa.
Sabías que en general, esas mismas “niñas” iban a mirar con terror tu polera negra con figuras infernales, tus jeans apretados (y tal vez con algún tajo), tus zapatillas caña alta.Lo que te restaba posibilidades frente a los “muñecos” más taquilleros.
Aunque no faltaba alguna que te mirara, con algo distinto al temor… una curiosidad morbosa, que bueno, los que saben, saben y las que saben, mucho más.
Eras el terror de las “viejas” del curso. Una mala influencia. Borracho, drogadicto, pendenciero y fornicador.¿A los 12 años y sólo por usar una polera de Iron Maiden?
¿Es como mucho o no? Ahora siendo sincero, creo que esas madres solamente usaban la clarividencia de las madres… se adelantaron unos 5 o 7 años, cuando ya nos merecíamos algunos de esos piropos.
Para los curas del colegio, eras una especie de poseso, pervertidor de almas. Una especie de colector de almas para Satanás.
Cuando en realidad, solo querías pasarlo bien y bueno, tal vez eras un poco impresionable y claro, los ritmos y sonidos del metal, sumado a la rebeldía de las letras, eran irresistibles. Lo prohibido, tiene siempre mejor sabor.
Pero de ahí a creer en el regreso victorioso de Lucifer, había un abismo de diferencia.Al menos a esa edad.
Da lo mismo, donde circulabas, en Ñuñoa, Las Condes o San Miguel, eras un bicho raro.
Llegó a mis manos un ejemplar de un libro hermoso que se llama “Heavy Metal, del hard rok al metal extremo”. Es un libro grande, de tapa dura, con fotos exclusivas de los más grandes del metal (desde Deep Purple hasta Mayhem), un libro de sobremesa.
El prólogo es nada menos que del gran Kerry King y cuenta una anécdota para referirse a esto mismo. Dice que tras uno de sus conciertos una mujer dijo: “Slayer es una religión. Es una iglesia. Esta noche fui a la Iglesia”.
Y lo explica: “El heavy metal posee la camaradería y unidad que la mayoría de los géneros musicales no tienen; en más de una ocasión, he escuchado decir a las personas que sin nuestra música, no habrían podido salir delante de muchos de los problemas padecidos en sus vidas.”
Dice King que la razón de por qué los fans siguen a Slayer es porque sus integrantes son también aficionados al heavy metal, “somos justamente como ellos”.
Porque hoy en día cuando vas a conciertos como los últimos de Iron Maiden o Metallica en el Club Hípico, con más de 50 mil personas, ves padres con hijos juntos, cuando entre “la gente normal” (los que gozan con los otros tipos de música) eso es impensable.
Hay un tremendo documental del antropólogo y cineasta Sam Dunn (director de Flight 666 de Iron Maiden), que se llama “Metal. A headbanger´s journey”. Lo recomiendo seriamente, contiene explicaciones profundas de por qué se llega a la música pesada, describe sus orígenes, los primeros grupos, los diversos estilos, etc.
Pero tal vez para este tema, lo central, es la explicación de Rob Zombie. Más allá de su labor musical en White Zombie y en sus nuevos discos, Rob Zombie es lo que podríamos llamar un artista integral.
La parte visual de sus bandas siempre ha sido central y sus trabajos en cine son por decirlo de alguna manera, más pesados que su propia música.
Cuando le preguntan a Zombie cómo llegó a la música heavy metal, lo dice con claridad. Hay tal vez, una raíz psicológica del fan del rock pesado, una cierta fragilidad emocional, algo que lo hace más sensible frente al extremo y el desborde.
Al escuchar el primer disco de Black Sabbath a fines de los 60 o de Judas Priest a fines de los 70 o de Slayer o Metallica a fines de los 80, o Pantera o los grupos de Black Metal escandinavo en los noventa o Slipknot en el dos mil, ese joven siente una profunda impresión. Sus sentidos se inflaman y como una epifanía, una revelación, ve, siente y piensa que ha encontrado algo que no quiere dejar nunca más.
A diferencia de otros estilos, nunca vas a escuchar a alguien decir “este verano he estado escuchando a Slayer, pero el resto del año volveré a escuchar a Madonna”, o decir “estuve estas vacaciones escuchando solamente Death Metal, ahora volveré al reggetón”. Eso no pasa.
Eso no va a ocurrir, no se sigue al metal por un rato o por un tiempo, cuando te gusta el metal no puedes dejarlo jamás. No se puede ser fan del metal por un rato, se es metalero para siempre.
Pueden cambiar muchas cosas, te puedes quedar pelado o más gordo o ser un señor, llegar a ser ministro o juez, pero seguirás escuchando el último disco de Megadeth o Black Sabbath.
De hecho, yo no sé si será verdad, pero se cuenta que Bryan Adams, sí el de las baladas románticas, dijo que su disco favorito es “Reign in blood” de Slayer.
Es por eso, que entre nosotros nos reconocemos.
Cuando sabemos que nos gusta el metal, sabemos muchas otras cosas más.Sabemos que somos parte de lo mismo.De una hermandad.Que vemos muchas cosas de la misma manera, con la misma intensidad. Da lo mismo la profesión, la posición social, el trabajo, sabemos que tenemos algo en común.Algo bastante más que sólo la música.
Recuerdo cuando escuché mi primer disco de metal en la casa de un compañero de colegio.Teníamos diez años y su hermano mayor había salido, entonces le sacamos sus discos y los escuchamos hasta quedarnos dormidos. Creo que esa noche tuve pesadillas con la carátula de “The number of the beast” de Iron Maiden, pero al otro día en la mañana, ya sabía qué era lo que quería escuchar el resto de mi vida.
Toda la imaginería del metal habla de la unidad ante la agresión, desde Judas Priest con su United we stand, o los temas de Manowar, el “Thrash till death” de los Destruction, los gritos de “posers will die” y todas esas declaraciones.
Programas maravillosos como That Metal Show donde tres sesudos periodistas entrevistan a los líderes de nuestras bandas favoritas o los más chilenos Lee Night, Rock and Roll Addiction, Melodía Subterránea, Disco Duro y tantos otros más.
Es cierto que en el grunge oscuro y suicida de los noventa había una cosa depresiva e individualista o en los grupos de black metal escandinavo que se declaran satánicos, hay una visión individualista o solitaria frente a un mundo desolador y avasallador.
Pero en casi todos los estilos, hay un sentido de unidad en el rock, desde los más pesados a los más veloces. Siempre habrá un espacio en común para la sensación de lucha colectiva.
Es curioso compararlo con la Iglesia sobre todo por haber sido calificados de satánicos.Como sabes las notas más usadas en el metal, el famoso trino (escucha la canción Black Sabbath), fue una nota prohibida en el medioevo al ser considerada como una invocación demoníaca.
Pero si hablas con un sacerdote te va a decir que la Iglesia no es una institución, no es el edificio ni la organización vaticana, sino el cuerpo colectivo formado por los fieles, que de manera conjunta, actuando corporativamente, invocan a Dios y realizan el ritual.
Es por eso que la expresión de esa mujer es muy acertada. Esta es nuestra Iglesia. Y en unos días iremos todos juntos a la Iglesia para, actuando como un solo cuerpo, cantando y con nuestros puños en alto, haciendo la señal de los cuernos, vamos a disfrutar con esos verdaderos sacerdotes que van a llenar los estadios y gozaremos de nuestra liturgia, con el viejo y amado rock and roll.
Y si eso no es una comunidad… ¡qué nos lleve el diablo!
Ah y a propósito de Iglesia, recomiendo escuchar una banda chilena nueva se llama Santa Muerte y con imaginería religiosa, recrea el viejo speed metal de manera más moderna. Muy buena. Tienen videos en youtube y en su fanpage de facebook.