Hemos mostrado cómo el acto médico es destruido cuando se le considera como una mera mercancía. Esto bastaría para demostrar que la persona que sufre y busca solución a su sufrimiento no es un cliente o usuario, que compra una mercancía, y que el valor (erróneamente sustituido por el precio) y calidad de esa mercancía no es regulable por las leyes de la oferta y la demanda.
El cliente sabe lo que busca, y el vendedor sabe lo que vende y ambos pueden evaluar las mercancías transadas. Esto no ocurre en el acto médico, al menos al inicio del encuentro paciente- médico.
Comparemos con comprar una servilleta. El paciente siente dolores, malestares, anomalías, y hace un juicio: algo raro me pasa, es decir no sabe si lo que le pasa es una mercancía (servilleta) sanitaria. Enseguida hace otro juicio, lo que me pasa necesita consulta (necesito una servilleta).Toma la decisión de consultar (comprar servilleta).
Llegado donde el médico le dice, siento o me pasa esto, ¿qué será Dr? (No sé si quiero una servilleta, Ud. me dirá). El médico le hace una historia (anamnesis) próxima y remota incluida la familiar, lo examina, formula algunas hipótesis que pueden o no ser verdaderas y le prescribe algunos exámenes para evaluar la veracidad o falsedad de esas hipótesis.
Le dice, tampoco sé si Ud. necesita una servilleta, es decir si está o no enfermo, o Ud. no necesita una servilleta sino otra cosa que veremos.
En la segunda consulta, con los exámenes, el médico dice: lo más probable (el diagnóstico 100% cierto se da raras veces) es que Ud. tenga tal cosa que se trata de tal manera (no era una servilleta lo que Ud. necesitaba sino que era un perro), pero tenemos que ver la evolución (puede que no sea un perro).
Ni el más recalcitrante seguirá insistiendo que el paciente es un cliente comprador y el médico un prestador vendedor de mercancías. Pongamos un caso más real y concreto.
Un paciente acude al odontólogo por dolor de una muela en la mandíbula. Realizada la anamnesis, el exámen físico y una radiografía, el Dr. le dice que va a poner anestesia y tomar una pequeña muestra de una lesión blanquecina de la mucosa cerca pero no de la pieza álgida.
En una nueva sesión el diagnóstico histopatológico revela cáncer en grado tal que es necesario sacar el trozo de mandíbula. Se realiza la intervención, el paciente sana y queda con una prótesis.
Pasado el tiempo una revisión científica de las muestras de anatomía patológica, anónimas, con nuevas tecnologías revela que esa lesión no era cancerosa sino que micótica (hongos).
Homologuemos con la servilleta. El cliente va a comprar una servilleta y el vendedor, hace algunas preguntas y observa al cliente, va a buscar un cuchillo y le dice Ud. no necesita una servilleta sino que le corten el dedo índice de la mano derecha, así que se lo voy a cortar, porque si no lo hago Ud. se morirá en medio de los dolores más horribles en 3 meses, aunque tampoco estoy muy seguro.
Otras situaciones hacen imposible reemplazar al paciente por cliente sin cometer agresiones graves contra las personas.
Diagnósticos y enfermedades no existen fuera de la mente humana (son gnósicos), no están en el plano de los procesos extra-mentales (que son ónticos). El paciente sufre procesos, que son parte de su persona y que él presenta al médico, que tiene esquemas mentales (diagnósticos, enfermedades, síndromes) para encasillar esos signos y síntomas dentro del conocimiento médico y orientar el manejo del paciente.
Pero, el proceso patológico que sufre el paciente es único, irrepetible e irreversible y así debe ser enfocado por el médico, que también es único, irrepetible e irreversible, con su conocimiento y praxis médica actualizada en su arte que implica atender a cada paciente en forma única y personalizada.
La confusión gnoso-óntica (confundir la etiqueta con el contenido) ha hecho mucho daño y en este caso sacrifica al contenido que es una persona;sin embargo el GES o AUGE funciona con diagnósticos y no con personas. Aquí es imposible seguir con el cliente que compra servilleta, porque cada persona tendría que comprar su servilleta ajustada a su historia y genoma, es decir no habría ninguna servilleta igual, y lo mismo sucedería con el vendedor que vendería esa servilleta única irrepetible modificada en una forma única irrepetible.
Unamos estas incongruencias y tomemos un ejemplo de la práctica en Genética Clínica en la que cerca del 50% de los pacientes queda sin diagnóstico (el GES es inaplicable), se sabe que tiene una enfermedad o síndrome genético, pero no se sabe qué específicamente. Ese paciente tiene una patología única y no ha habido y no habrá ningún otro que la tenga.
La transformación neoliberal del paciente en usuario o cliente en este caso es absurda e imposible de hacer. Los testarudos dirán que fue a consultar y el tiempo de consulta, el gasto médico y de consulta y otras externalidades si son mercantilizables (y tienen razón), pero eso es continuar confundiendo la etiqueta con el contenido, porque esas externalidades en concreto no le sirven ni al cliente ni al vendedor, es decir no habría la posibilidad de un valor de uso (que le gusta a los liberales y neoliberales) de la mercancía y sólo habría un valor trabajo (que le gusta a los marxistas) invertido por el equipo médico, pero inútiles ambos.
El paciente origina el proceso patológico que lo aqueja, es decir él inicia y produce la mayor parte del acto médico (la mercancía).
En el tratamiento, la recuperación depende mayoritariamente de la resiliencia (capacidad de normalización) del paciente; el médico ayuda a esta condición del paciente. Si el paciente no es resiliente poco valen las medidas médicas.
Luego es el paciente el que más trabaja en todo acto médico. A él el Estado y la sociedad deberían pagarle por haberse recuperado y no cobrarle por las ayuditas que se le ha dado.