Hoy todo el mundo tiene un smartphone, pero parece que mientras más los usamos nos hacemos menos inteligentes. Los grupos de amigos se juntan y no hablan entre sí. Revisan las redes sociales, envían mensajes de texto y ven los últimos videos virales mientras el mundo transcurre a su alrededor sin que ellos se den cuenta. No importa si la mujer de la mesa de al lado está sufriendo un infarto, ninguno lo notaría a no ser que apareciera en la pequeña pantalla del teléfono.
Lo mismo sucede en los semáforos, aparte de ver a las mujeres que se maquillan como expertas entre frenos también vemos a quienes no pueden esperar un par de minutos para contarle al mundo su nuevo pensamiento.
No me malinterpretes, no estoy en contra de la tecnología pero me preocupa cómo nuestras conductas están cambiando por el uso de los celulares.Nos hemos hecho cada vez más dependientes de ellos.
No podemos salir de casa sin el celular y si lo hacemos se nos acaba el mundo. Nos llenamos de ansiedad al pensar que alguien nos puede llamar y no logrará contactarnos. Se nos olvida que hace menos de 10 años atrás salíamos sin preocuparnos porque sabíamos que si no lograban contactarnos, dejarían un mensaje con alguien o llamarían nuevamente a nuestro teléfono fijo.
Según una radiografía de los servicios de Internet fijo y móvil, realizada en 2012 por el ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, Chile fue el segundo país en crecimiento del sistema iOS y Android con un 279%. Esto demuestra la masificación que está sufriendo el Internet asociado a teléfonos celulares en nuestro país.
No cabe duda que las redes sociales y las aplicaciones como Whats App, Skype y Viber nos facilitan la vida. Ahora podemos hablar con familiares y amigos que se encuentran en otros países de manera gratuita, inmediata y sin complicaciones.
A través de distintas aplicaciones podemos leer libros, escuchar música y hacer lo que se nos ocurra. Todo esto es lo positivo, útil y bueno que nos pueden brindar los smartphones. Al alcance de un “touch” lo tenemos todo, pero mientras más dependemos de ellos más nos alejamos de otras áreas de nuestra vida.
Los niños ya no conocen a los animales en vivo y en directo. Piensan que un pollo es un pedazo de pechuga envasada en los congeladores del supermercado.Ya no juegan a la escondida o andan en bicicleta sino que aprietan botones y cuidan mascotas virtuales. Los adultos no descansan del trabajo, se lo llevan en el bolsillo a todos lados, incluso en sus vacaciones familiares.
Como todo en la vida, los celulares tienen su lado positivo y negativo. La clave está en buscar un equilibrio al hacer uso de ellos.
Aprovechemos la rapidez con que podemos conseguir información, buscar una dirección, mandar un mensaje de feliz cumpleaños, hacer correr la voz sobre un evento importante, etc.
Pero no descuidemos las reuniones cara a cara, los abrazos, las acciones en vez de las promesas incumplidas, los juegos al aire libre, las vacaciones sin trabajo y el tiempo donde no andamos conectados a algo.
Todos necesitamos desconectarnos de vez en cuando. El mundo no se va a acabar si dejas de mirar tu celular por un rato.