Este domingo es Corpus Christi (“Cuerpo de Cristo”) la fiesta de la Iglesia católica destinada a celebrar la Eucaristía, el gran hito cristiano en el cual compartimos la fe en Dios y damos gracias como comunidad.
Sesenta días después del domingo de Resurrección nos reunimos en honor del cuerpo y la sangre de Cristo.
Esta celebración, en que los católicos salimos a la calle, es probablemente una buena ocasión para resumir algunas razones de por qué los cristianos y creyentes tenemos la obligación de participar de lo público.
Cristo fue un marginal. Era el hijo de un carpintero pobre. Nació, como diríamos ahora, “en situación de calle”, más precisamente en un establo. Si Cristo naciera en el Chile de hoy, probablemente sería el hijo de un obrero, iría a un colegio municipal y terminaría en una marcha, perseguido por la fuerza pública y acusado de organizar desmanes e insultar a la autoridad.
Un cristiano en política debe ver a Cristo en todos los jóvenes que se manifiestan y escuchar sus demandas por justicia social con la mayor atención y respeto. El respeto es también ser capaz de disentir y matizar las demandas. Una actitud de sumisión a la consigna en el fondo es poco respetuosa de las demandas e ideas que se expresan.
Entonces, los cristianos deberíamos sentirnos motivados a participar y a votar por una educación pública fortalecida, porque no haya enriquecimiento con recursos públicos para educación, porque se acaben las discriminaciones, porque se ofrezca educación técnico profesional de calidad.
Pro Familia.
Los cristianos somos pro familia. Nos gusta ver a las familias felices, queriéndose, desarrollándose. Y hemos aprendido a conocer muchos tipos de familia y a no espantarnos con las nuevas formas en que las personas desarrollan su amor.
El ser pro familia nos obliga en todo caso a mirar la integralidad de la vida en comunidad, no sólo la moral sexual sobre la que para algunos es tan fácil pontificar y poner sus opiniones como fundamentos religiosos.
Como le escuchamos alguna vez a un cura consultado sobre las relaciones sexuales prematrimoniales, creemos que algo realmente grave es no pagar las cotizaciones de las empleadas de casa particular. O que como dijo Felipe Berríos, el problema de Chile es el clasismo, una sociedad donde un cura es cuestionado por bendecir los anillos de un separado pero no por bendecir la sucursal de un banco.
Ser pro familia es querer terminar con las Isapres, porque son poco solidarias y discriminan a las mujeres que pueden tener hijos y a los ancianos.
Ser pro familia es no querer que los dueños de AFP sigan haciéndose ricos pagando jubilaciones de hambre.
Ser pro familia es respetar la diversidad sin renunciar a las propias convicciones, y para eso buscamos que los creyentes en un Dios no dejen de manifestarse en lo público.
Pro familia es ser contrario a cualquier tipo de aborto, no ocultarlo ni tener temor a decirlo con fuerza.
Pro familia es no creer que el problema de embarazo adolescente se soluciona con bonos.
Tolerantes.
En el día en que celebramos la Eucaristía, el encuentro de todos a agradecer, no podemos dejar pasar el reciente llamado del Papa Francisco, que nos recordó que “el cristiano debe construir puentes y no muros”, llamando a los cristianos a estar abierto a todos, listo para escuchar a todos, sin exclusiones.
Dejar las discriminaciones, buscar el encuentro ecuménico, respetar los orígenes étnicos, raciales, sociales y doctrinarios es labor del cristiano en política. Aportar tolerancia y apertura a escuchar y respetar, ése es el sentido que cada uno puede imprimirle a su voto.
Cuando colgamos un cartel que dice “Creo en Dios, ¿y qué?”, lo que intentamos decir son estas cosas. Buscamos una sociedad al servicio de las personas, centrada en la solidaridad, que no sea gobernada por el dinero ni por la dictadura de las utilidades.
Buscamos una revolución para terminar con lo anti ético de las Isapres y las AFP, donde los que tienen más, tributen más y donde no tengamos temor a proteger al débil, al desvalido, al marginal.
Una sociedad donde podamos expresar sin complejos los valores y creencias, principios al servicio de los seres humanos y no del acreedor o el abusador de turno.
Por eso creemos importante recordar el valor del cristiano en política y la participación activa de todos y cada uno de los que creemos que Dios está entre nosotros, especialmente junto a los más agredidos. Ese es nuestro lugar.