Es posible que, a estas alturas, muchos ciudadanos estén mareados a causa del vendaval de propuestas y ofertas de los candidatos presidenciales. ¿Cómo orientarse en medio de ese torbellino? ¿Cómo distinguir las iniciativas serias de aquellas que no lo son?
Dado que es improbable que los electores se dediquen a comparar los diversos programas, solo les queda confiar en un determinado candidato.En realidad, eso es lo que hacemos cada vez que votamos en una elección presidencial. Por distintos motivos, hacemos fe en una persona. Pero nadie puede darnos seguridades respecto de cómo gobernará.
Es preferible que los postulantes a la Presidencia traten a los electores como adultos.Si un candidato promete demasiadas cosas, debería inspirarnos recelo.Si da a entender que el Estado tiene recursos inagotables, también. O si evita recordarles a los ciudadanos que los derechos van acompañados de deberes.
Tenemos derecho a discutir de todo, pero sabemos que no se puede hacer todo.Se requiere, por lo tanto, que los gobernantes establezcan un orden de prioridades.Como la palabra mágica es “cambio”, deben actuar de manera que las cosas cambien para mejor, porque también existe la posibilidad de que sea al revés.
Ojalá que el próximo gobierno y el nuevo Congreso se pongan de acuerdo en un cauce constructivo para abordar los cambios constitucionales y del sistema electoral.Mejor ni imaginar los efectos que podría tener un largo y desgastador conflicto institucional, que afecte la gobernabilidad y termine esterilizando los esfuerzos por mejorar el régimen democrático.
Chile necesita potenciar los avances conseguidos en diversas áreas. El próximo gobierno partirá de lo que existe, y sobre esa base tendrá que acotar su propia agenda. La reducción de la desigualdad parece ser un objetivo compartido por amplios sectores: la cuestión es cómo producir avances concretos y sostenibles.
En general, los programas electorales constituyen planes de gasto público. Pero, ¿cómo marchará la economía en los próximos años?
Esperemos que no baje demasiado el precio del cobre, que el ritmo de crecimiento se mantenga, que el desempleo no suba y que Chile siga atrayendo inversiones. Todo esto, por supuesto, condiciona las buenas intenciones en el plano social.
Parece haber amplio respaldo a la idea de efectuar una reforma tributaria que implique elevar los impuestos a las grandes empresas y a quienes perciben altos ingresos.Esta reforma se vincula con la aspiración de tener un orden más solidario, y requiere necesariamente un gran acuerdo político.
Los candidatos se muestran dispuestos a escuchar las demandas ciudadanas, lo cual es bien visto en estos tiempos. Pero, por mucho que se esfuercen, solo conseguirán escuchar a alguna gente, a quienes levantan la voz, a los que desfilan. Y en ese plano, ningún sector puede competir con los estudiantes universitarios y secundarios, que han realizado incontables marchas en los últimos años y cuyos líderes son invitados habituales en la TV.
La inmensa mayoría de los chilenos no desfila, por lo que sus necesidades son menos visibles. Por ejemplo, los niños de los niveles preescolar y escolar no desfilan ni están en condiciones de presionar a los parlamentarios.
Sin embargo, es indispensable que el país eleve el presupuesto en esos niveles, porque allí radica la posibilidad de corregir tempranamente las desigualdades educacionales. Tampoco suelen desfilar los adultos mayores, cada día más numerosos en nuestro país, muchos de los cuales tienen problemas de salud y reciben pensiones insuficientes.
Hasta el 5 de mayo, podíamos decir que los enfermos tampoco desfilaban, pero ese día sí desfilaron muchos compatriotas que padecen enfermedades de alto costo y necesitan apoyo para costear sus medicamentos. Esa manifestación debemos considerarla como una verdadera interpelación moral a todos los chilenos.
Si queremos construir una sociedad más solidaria, la atención de salud es la primera prioridad. Allí se requieren grandes inversiones para que el sistema público esté a la altura de las necesidades. El FONASA tiene 13,4% millones de asegurados, pero buena parte de ellos acude a los centros privados para atenderse.
Es indispensable mejorar sustancialmente los consultorios de atención primaria, reforzar la red hospitalaria, contratar a los especialistas que faltan, modernizar la base tecnológica de los hospitales, etc. Además, Chile debe avanzar hacia un seguro universal de salud para toda la población, como propuso una comisión de especialistas en 2010, que incluya una cobertura de enfermedades catastróficas, lo que supone un fuerte aporte de recursos estatales
Hay otros asuntos que demandan definiciones, como la política energética, las reformas laborales, la opción de que el Estado intervenga en el ámbito previsional, etc.
Ello implica que el próximo gobierno tendrá que combinar inteligentemente la atención de las necesidades y el sentido de las proporciones.
Para que Chile progrese de un modo duradero, se requiere un rumbo político realista y una gestión eficaz en los años que vienen. El próximo gobernante tiene que estar dispuesto a decir no cuando corresponda, porque esa es la condición para decir sí a lo más importante o más urgente.