Cuando Mr. James Anderson formuló la teoría clásica de la renta (1770), sabía perfectamente que la misma constituía una transferencia hacia los rentistas, de parte de la ganancia de los auténticos capitalistas.
Año tras año, Mr. Anderson rabiaba, al pagar un elevado canon de arriendo al Lord, propietario de las tierras que trabajaba. De poco le servía aplicar las más modernas técnicas – inventó el arado escocés – para bajar sus costos y ganar más que otros arrendatarios capitalistas como él.
El Lord, que podía ser un flojo rematado, pero no tenía un pelo de leso, a poco andar se daba cuenta y le subía el canon. Concluyó que la misma medida que aumentaba el tributo a la clase parasitaria de los rentistas, reducía el incentivo a los auténticos empresarios capitalistas y el dinamismo de la economía. Las hoy llamadas crisis seculares, parecen darle toda la razón.
El Banco Mundial ha hecho el interesante aporte de calcular las rentas mundiales, las que ha estimado como el excedente del precio sobre el costo de producción de los principales recursos naturales. Su evolución a lo largo de las últimas cuatro décadas resulta aleccionadora. La renta global de los recursos naturales muestra dos grandes burbujas, la primera durante la década de 1970 y la segunda en la década del 2000.
Durante la primera, el valor global de las rentas, es decir, corregido por la inflación se multiplica por diez entre 1970 y 1980. Luego cae bruscamente, y durante las décadas de 1980 y 1990, oscila entre dos y tres veces su valor real de 1970.
Durante la década del 2000, las rentas globales inician un nuevo ciclo secular al alza, que las eleva hacia fines de la década, a un nivel veinte veces más elevado que el de 1970, medidas en moneda de un mismo poder adquisitivo. Luego de alcanzar esas alturas el 2008, las rentas globales se desploman a la mitad del 2009 e inician un nuevo ciclo secular a la baja, que se encuentra en pleno curso.
Medidas como porcentaje sobre el Producto Interno Bruto (PIB) mundial, las burbujas de las rentas globales en las décadas de 1970 y 2000, resultan aún más impresionantes.
De un nivel inferior al dos por ciento del PIB mundial en 1970, las rentas globales saltan hasta el 7 por ciento del PIB mundial en 1980, para volver a caer y oscilar en torno al dos por ciento del PIB global a lo largo de las décadas de 1980 y 1990.
Luego de topar fondo en 1998, en un nivel similar al de 1970, inician su nueva carrera alcista, hasta alcanzar nuevamente un máximo de 7 por ciento del PIB mundial en 2008, antes de iniciar su nueva fase secular descendente.
Lo más impactante de esta evolución de las rentas globales, es que coincide exactamente con los ciclos económicos seculares, iniciados precisamente en 1970 y 1998, sólo que al revés.
Es decir, las crisis seculares -largos periodos en que varios ciclos económicos “normales” se suceden unos a otros a la baja- que se extienden a lo largo de la década de 1970 y la década del 2000, coinciden exactamente con las burbujas de las rentas globales.
El comportamiento de la economía global, reflejado en el índice de las bolsas de valores de los países desarrollados, que publica www.mscibarra.com, calculado en dólares y ajustados por la inflación estadounidense, junto a la evolución de las rentas globales, permite apreciar la crisis secular que se extiende a lo largo de la década de 1970, periodo durante el cual el índice bursátil oscila en torno a niveles inferiores a la mitad de su máximo de principios de esa década.
Luego, se puede apreciar el largo ciclo secular ascendente, que se prolonga desde 1980 y hasta fines de la década de 1990, para caer nuevamente en el ciclo secular descendente, que se extiende a lo largo de la década del 2000 y continúa hasta hoy.
Los índices bursátiles se encuentran hoy en un nivel poco más arriba de la mitad de sus máximos de fines de los años 1990.
Los dos ciclos seculares a la baja en la economía mundial, coinciden exactamente con las dos burbujas de las rentas, durante las décadas de 1970 y 2000, respectivamente.
A su vez, al largo ciclo secular al alza de la economía mundial, que se prolonga a lo largo de las décadas de 1980 y 1990, coincide exactamente con el largo periodo de moderación en las rentas globales, que se extiende durante esas mismas décadas.
La relación causal entre rentas elevadas y bajo dinamismo económico la descubrió la economía clásica hace más de dos siglos: las primeras se extraen de las ganancias capitalistas, cuya disminución afecta el dinamismo de la economía.
La lógica de los clásicos es sencilla y contundente: la suma global de todos los precios no puede exceder a la suma de todos los costos de producción, que incluyen la ganancia capitalista media.
Si no fuese así ¿quién pagaría la diferencia? Por lo tanto, si algunos bienes y servicios se venden por encima de sus costos -lo cual es la definición de la renta-, otros necesariamente deben venderse por debajo de los suyos. Puesto que el único componente elástico de los costos es la ganancia capitalista, es ésta la que debe reducirse para pagar a los rentistas.
De este modo, a mayor renta, menor ganancia capitalista y consecuentemente, menor dinamismo de la economía.
Los cálculos de renta del Banco Mundial, permiten dimensionar la magnitud de la disminución de las ganancias capitalistas en los periodos de burbujas rentistas: tanto en la década de 1970, como en la década del 2000, las rentas globales aumentaron de menos de un dos por ciento de PIB global a un siete por ciento del mismo.
Es decir, las ganancias capitalistas necesariamente se contrajeron al menos en cinco puntos del PIB global, por este motivo.
Evidentemente, las crisis seculares son fenómenos muy complejos, probablemente los más complejos de todos. Por lo mismo, no se pueden reducir a una sola causa.
Por otra parte, las rentas de los recursos naturales son sólo una forma de renta, es decir, de excesos de precios por encima de los costos. Todas las formas de monopolios generan asimismo rentas.
Se ha escrito abundantemente, sobre las enormes rentas monopólicas que se apropian los grandes bancos y su relación con la crisis.
Estas enormes burbujas de rentas de todo tipo, inclinan a favor de los rentistas la hegemonía al interior de las clases propietarias, a costa de los industriales, entre otros. Dicha hegemonía se traduce en políticas económicas favorables a los intereses de los primeros.
Es así, que se ha documentado extensamente, por ejemplo, la relación entre los grandes financistas y rentistas, con los profesores Neoliberales, que expresan en el plano teórico y de políticas públicas, los intereses de estos grupos.
No obstante lo anterior, los cálculos del Banco Mundial arrojan una nueva luz, espectacular, sobre una de las causas de la crisis en curso: las elevadísimas rentas durante los periodos de crisis seculares.
¡Mr. Anderson tenía toda la razón!