Después de vivir varios años en Caracas, Venezuela, considerada la tercera ciudad más violenta del mundo en 2012, Santiago me parece un paraíso. Camino por Providencia y es como estar en un universo paralelo.La gente anda sin cuidado mientras habla, juega o escribe en su teléfono inteligente último modelo.
También observo como hombres y mujeres se sientan en las plazas, parques y veredas con sus notebooks sobre la falda. En sus caras no hay temor ni ansiedad.Al contrario se ven completamente calmados y seguros. Para ellos es normal pero para mí, con mi mentalidad caraqueña, es un suicidio. Quizás piensen que estoy exagerando pero las cifras no mienten.
Según el informe del Observatorio Venezolano de Violencia, realizado en diciembre de 2012, en Venezuela se registraron 21.000 asesinatos en ese año. Esto se traduce en una tasa de 73 muertes cada 100 mil habitantes.
En los casi seis años que viví en Caracas me robaron dos veces y todas las personas a quienes conocí también habían sido víctimas de robos o secuestros, al igual que sus familiares y amigos. Lo raro es conocer a alguien a quien nunca le han robado.
A pesar de que en Santiago también se ven rejas y cercas eléctricas en las ventanas y puertas de las viviendas, son significativamente menos que en Caracas. Yo vivía en un sexto piso y hasta allá llegaban las rejas de las ventanas y balcones.Y no solo eso, para entrar a mi edificio necesitaba cinco llaves: la del portón del edificio, la del ascensor, la de la reja del piso, la de la reja de la puerta de mi departamento y finalmente la de la cerradura de la puerta principal. Aquí me basta y sobra con una simple llave.
Ciertamente tengo claro que hay lugares de Santiago que son sumamente peligrosos y violentos. Allí la realidad de Providencia, Las Condes y Vitacura no existe. Quienes nos movemos por esas zonas vivimos en una burbuja y debemos valorarla. Lo que pasa es que en Caracas no importa la hora, el lugar ni quién eres.Todo vale en esa selva de concreto. Si vas manejando en la noche estás mentalizado para no parar en ningún semáforo, no importa si la luz es verde, roja, amarilla o morada. Nadie para.
Al caminar por la calle o andar en el metro no sacas tu teléfono y menos se te ocurre sentarte en un parque con tu notebook. Siempre andas pendiente de quien va caminando detrás tuyo, a los lados y al frente. Vives en modo de supervivencia las 24 horas del día.
En Chile las cosas son distintas. Al menos eso muestra la IX Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudad de 2012, donde el 8,5% fue víctima de robo por sorpresa, robo con violencia o intimidación, hurto o lesiones al menos una vez.
Por ello debemos valorar la ciudad en la que vivimos, donde, en varias zonas, se puede salir de noche, revisar el celular en la calle, estudiar en el parque y confiar en las autoridades, entre otras cosas.