Es posible que varios diputados opositores hayan aprobado la acusación contra el ministro Beyer con algo de vergüenza, llenos de dudas, y quizás temerosos de ser estigmatizados por los jefes de bancada como cómplices del lucro y sufrir más tarde una “funa” de la Fech.
Los activistas de la acusación se veían exultantes en las fotos, emocionados, como si hubieran aprobado una reforma social que mejoraría la calidad de vida de mucha gente.Y era apenas una acusación fundada en el cálculo político y hecha para la galería, o sea para agradar a los dirigentes estudiantiles que quieren mostrar la cabeza del ministro como un triunfo sobre el lucro en la educación.
No fue edificante ver a los diputados actuando casi como delegados de la Confech en el Congreso, olvidando que desempeñan una función de Estado que consiste en legislar con autonomía y promover el interés colectivo mediante el buen uso de sus atribuciones.
Si un líder estudiantil (o sindical, empresarial, religioso, militar, etc.) le indica a un parlamentario cómo tiene que votar, quiere decir que este no merece estar en el Parlamento.
Necesitamos que el Congreso se respete a sí mismo: fue grotesco que un par de diputados opositores sembraran dudas sobre las licencias médicas de dos colegas, sugiriendo que querían “favorecer al enemigo”. Comprobada la validez de las licencias, los diputados-comisarios pidieron disculpas a la carrera sin que se les cayera la cara de vergüenza.
En rigor, la votación de la Cámara no tuvo que ver directamente con la labor de Harald Beyer, sino con el deseo de golpear a Piñera, obtener la aprobación de los líderes estudiantiles y, cómo no, iniciar la campaña electoral con banderas desplegadas.
Beyer es una de las personas más capacitadas que han llegado al ministerio de Educación. Asumió a fines de 2011, cuando ese cargo no era precisamente envidiable por los complejos problemas que había que enfrentar, uno de los cuales era el derivado de los agujeros legales aprovechados por numerosas instituciones privadas de educación superior que han lucrado mediante las “sociedades espejo”. Sería injusto no reconocer que Beyer ha trabajado para que el país tenga una institucionalidad educacional moderna, que fiscalice eficazmente.
En este contexto, el gobierno no ha favorecido la racionalidad e incluso ha estimulado la polarización. Así, ha dejado poco espacio de acción para los líderes más sensatos de la centroizquierda. Es evidente que Cecilia Pérez, vocera de gobierno, recibió la tarea de echarle leña al fuego y emplazar día por medio a Michelle Bachelet, respecto de lo cual el propio Presidente le da el ejemplo.
Todas las encuestas son lapidarias respecto del desprestigio del Congreso. Es lamentable, puesto que el país necesita un Parlamento cuya autoridad y solvencia estén fuera de duda. Es muy grave que circulen rumores de que el voto del diputado que inclinó la balanza en la Cámara estuvo sujeto a la ley de la oferta y la demanda.
Ha hecho escuela en la Cámara el estilo de correr a favor del viento, hacer ruido mediático e identificarse automáticamente con cualquier desfile que vaya pasando por la calle en ese momento.
¡Uno desearía que a fin de año se produjera una renovación casi completa de la Cámara! Pero sucede que numerosos diputados están atornillados en sus escaños gracias al desdichado sistema binominal, y es muy probable que continúen allí protegidos por sus partidos.
Durante “los 20 años en que no se hizo nada”, como se repite livianamente, no pocos parlamentarios de la UDI y de RN antepusieron muchas veces los intereses partidarios a los del país. O protegieron los intereses de los grupos económicos oponiéndose a determinadas iniciativas. No sirve, pues, condenar la banalidad de los adversarios y absolver la de los cercanos.
La politiquería no es de derecha, ni de centro ni de izquierda. Es una expresión transversal de la degradación de una actividad en la que se juega el bien común. Es bochornoso que, apoyado por la derecha, haya llegado a la segunda vicepresidencia de la Cámara un diputado cuestionado por una deuda de 280 millones de pesos con el municipio de Coquimbo.
El PRI resolvió arrimarse al sol de la centroizquierda, que hoy calienta más que el de la derecha. Alejandra Sepúlveda, que fue presidenta de la Cámara con los votos de la derecha, hoy obtiene aplausos en la centroizquierda por su activo papel en la acusación constitucional, lo que le asegura la reelección. Convicciones firmes, por supuesto.
¿Qué va a pasar en el Senado? No hay que esperar gran cosa. Probablemente, influirán más o menos las mismas presiones que en la Cámara.Beyer podría ser destituido, y entonces los diputados que iniciaron la ofensiva en su contra tendrían la oportunidad de brindar con champaña.
¿Avanzará este año la nueva institucionalidad educacional más allá de las consignas? ¿Y qué pasará el próximo, con un nuevo gobierno, que deberá enfrentar altas expectativas no solo en educación, sino en salud, previsión, legislación laboral, etc.? ¿Se acentuará la lógica de trincheras en el Congreso?
Si el oportunismo y la demagogia siguen ganando terreno, será muy compleja la tarea del próximo gobierno. Por ello, dar la batalla contra las malas prácticas políticas es absolutamente crucial para que el país refuerce las instituciones democráticas y no vea frustradas sus posibilidades de progreso.