La política es difícil de desentrañar analíticamente, más aún cuando se trata de un país extranjero y éste es Italia, cuya vida política es en extremo compleja.
Pero, intentémoslo. Quizás nos sirva como una experiencia para reflexionar y comparar.
Las elecciones de febrero 2013 en Italia resultaron en prácticamente un empate a tres bandas: la coalición de centro-izquierda de Per Luigi Bersani, en diputados obtuvo un 29.5% y en senadores 31,6%; la de centro derecha de Silvio Berlusconi, en diputados obtuvo 29,1% y en senadores 30.7%; y el movimiento anti sistema político de Giuseppe Piero Grillo, en diputados logró 25.5% y en senadores 23.7%. (La coalición de centro de Mario Monti, obtuvo un magro 10,5% en diputados y 9,1% en senadores).
“Beppe Grillo”, un ex comediante -o quizás no tan ex -, actor, de profesión contador, en alrededor de tres años convirtió sus presentaciones de comedia socio-político-satírica en un Movimiento denominado “Movimento Cinque Stelle”, Movimiento Cinco Estrellas o “M5E” y a éste en una gran fuerza política en Italia.
Se trata de un movimiento anti políticos, partidos y sistema político, creado y dirigido por un líder que por regla general se niega a dar entrevistas, se comunica solamente por twitter, blog, presentaciones personales y jornadas públicas de movilización.
De ese modo ha construido un Movimiento –no un partido- sobre la base de ciudadanos agrupados en cédulas de seguidores que se asemejan más bien a los fan clubs de cantantes o grupos musicales.
Su movimiento se denomina 5 estrellas por los cinco grandes temas a que se refiere: propiedad estatal del agua; movilidad sustentable; desarrollo; conectividad Wi-Fi libre; y, defensa del medio ambiente.
Beppe Grillo y su Movimiento han proclamado hasta la saciedad y han cumplido cabalmente su intención de no apoyar a ningún partido político o coalición de partidos.
Atendida la actividad original de Grillo es fácil tildarlo de “payaso”. Pero su persona y liderazgo, su Movimiento, sus seguidores – en twitter tiene un millón de ellos y su blog está entre lo 7 o 10 más leídos en el mundo- y sus resultados electorales ameritan examinar con mayor detención su surgimiento y propuestas.
Desde luego, considero que él viene a ser una especie de conciencia crítica aguda – un “Pepe Grillo”- de las debilidades de la política democrática italiana.
Me refiero a los problemas de corrupción; partidocracia; nepotismo; elefantismo del aparato burocrático estatal; altas dietas parlamentarias; prebendas tales como limusinas con chófer, clases de tenis gratis, pensiones generosas después de servir cargos parlamentarios; permanencia de los políticos por décadas en sus cargos; etcétera.
Entre los etcétera destaco que Grillo denunció públicamente los nombres de 24 políticos italianos del Parlamento de Italia o de Europa, que habían sido inculpados, formalizados, procesados e incluso condenados por haber cometido diversos delitos. Entre ellos, políticos tan destacados como Giulio Andreotti y Silvio Berlusconi.
Es cierto que Grillo y su Movimiento atacan de manera frontal e indiscriminada a todos los políticos, los partidos y al sistema político mismo, pero los fundamentos básicos de sus críticas existen y son percibidos como verdaderos por un segmento amplio de la ciudadanía italiana.
Así lo demuestran los resultados de las últimas elecciones que dejaron a Grillo y su Movimiento como el grupo político individual más grande de la política italiana.
Pero, Grillo y su Movimiento adolecen de banalidad, procacidad, simpleza y utopismo en sus críticas y propuestas, que impiden enfrentar con alguna probabilidad de éxito la corrupción y demás males de la política italiana que denuncian.
De otro lado, uno de los lemas centrales de Grillo y su Movimiento es “Io voglio” (Yo quiero), que propone que cada ciudadano debe optar y expresar, sin intermediación de partidos políticos, lo que quiere.
Ese lema puede transformarse fácilmente en Io voglio, lo que quiere el líder del Movimiento.
Así, considero que es fácil transitar desde una posición extremista de la anti-política, anti-partidos y anti-sistema al caos, el narcisismo de un demagogo de derecha o de izquierda y el culto a la personalidad.
¿Bastará con demoler el sistema? ¿Será posible ir a una especie de anarquismo en que el mejor gobierno es el que no existe?
No me parece responsable políticamente que un líder como Grillo se proponga en definitiva destruir el sistema sin presentar seriamente uno alternativo, ganando un porcentaje importante del electorado y negándose a participar en una coalición que otorgue gobernabilidad democrática a Italia.
Al actuar de esa manera Grillo parece simplemente esperar el caos y el vacío político para ganar el poder y mandar a todos los políticos y los partidos para la casa.
Lo anterior queda graficado en un signo que identifica a Grillo y su Movimento, que es la “V”, de la Victoria o de la Venganza pero principalmente de la grosera expresión “Vaffanculo” (que es difícil mas no imposible de traducir, pero que opto por no traducir).
Opino que hay lecciones que aprender de lo que ocurre en Italia. Están allí, a la vista, para pensar.
¿Puede surgir en Chile nuestro propio Beppe Grillo?
En principio, para que ello eventualmente ocurra existen en nuestro país las condiciones culturales-socio-políticas, tanto como en otros países,entre ellos Estados Unidos, España, Grecia.
Me refiero a la existencia de una masa ciudadana indignada, incluso iracunda, movilizada, protestante, sin organización político-partidaria; la desafección y rechazo extendido a los políticos, los partidos políticos y la política en general; las malas prácticas políticas y la corrupción; el uso intensivo en política de los nuevos medios masivos de comunicación pos TV, tales como Internet, twitter, blogs.
Falta solamente el surgimiento de un/a líder que además de informático/a sea también carismático/a, como lo es Beppe Grillo.
En contra de una evolución política a la italiana en Chile destaco la inexistencia de líderes políticos nuevos que sean carismáticos – por ahora son informáticos solamente-; la fortaleza de los partidos políticos más relevantes; las alianzas entre ellos; una institucionalidad política democrática que funciona; y, una cultura política que tiende, aunque no siempre, a la moderación.
Con todo, en la aldea global en que vivimos, nada, ningún modelo ni experiencia política, por extranjera que sea, pueden, analíticamente, descartarse a priori.