En esta elección tenemos la oportunidad de consolidar una mayoría en el parlamento y para que esto ocurra todos debemos ceder: ciudadanía y clase política.
Levantarse el día de las elecciones e ir a votar no será un sacrificio en la medida que demos “valor” a nuestro voto. Este año podremos lograr los doblajes necesarios y con ello una mayoría que trabaje por recuperar la democracia en las cámaras.
Nuestra clase política corrompida y autorreferente nos mantiene en un sentir de desgaste, cansancio y distanciamiento, la mayoría de los chilenos estamos sumidos en un estado crónico de frustración y desilusión, sin el más mínimo interés de pensar en que algo se pueda cambiar.Este lamentable estado es muy beneficioso para los mismos de siempre.
Al mismo tiempo los medios hacen lo suyo, las elecciones presidenciales acaparan el mayor interés y tras ellas, las elecciones parlamentarias pasan desapercibidas.Llega el día de la elección y los chilenos “elegimos” aquellos candidatos impuestos por los partidos, otros cuatro años más de nada o muy poco.
Pero este año ocurre un fenómeno distinto y surge una oportunidad. Las elecciones presidenciales ya están definidas y Michelle Bachelet será la futura presidenta, a no ser que ocurra un accidente político. El que diga lo contrario es porque tiene intereses económicos y/o políticos tras su afirmación.
Todo lo que gire en torno a la elección presidencial será para negociar cuotas de poder. Lo que ocurra en la derecha es poco relevante porque sus candidatos son decididamente malos.
Como nunca antes, tenemos la oportunidad de poner atención y luces en las elecciones parlamentarias y seguirlas de cerca, ¡hagámoslo!
Surgen nuevos rostros al parlamento, apoyados desde la ciudadanía y movimientos sociales. Hay candidatos juntando firmas desde enero para hacer valer los mecanismos democráticos internos de los partidos. Aparecen iniciativas ciudadanas que respaldan y se juegan por estas candidaturas.
La gran pregunta es si los dirigentes y dueños de las decisiones en los partidos estarán dispuestos a formar una lista de consenso que incorpore a los nuevos rostros, o cuántos de los actuales diputados y senadores van a ceder “su” cupo en beneficio de un posible doblaje; en definitiva la gran pregunta es si habrá voluntad para que esta elección tenga un “valor” que movilice a los ciudadanos, no solo a levantarse el día 17 de noviembre y votar, si no también hacer campaña, acarrear gente y con ello elegir un parlamento que logre llevar adelante los cambios sociales que nuestro país necesita.