Las elecciones internas de la directiva DC ofrecen una nueva oportunidad para el debate y la renovación. Los resultados de las elecciones municipales y la inmensa convocatoria que tuvieron las primarias abiertas en que fui elegido candidato presidencial, han despertado el entusiasmo de una enorme parte de los chilenos que se siente identificado con el centro político, con el progresismo y con la concepción social-cristiana que han inspirado a este partido desde su origen.
Pero entenderíamos mal si consideráramos que estos ejemplos sólo nos enseñan algo sobre el procedimiento y las formas. Por supuesto que el mecanismo de las primarias es infinitamente mejor que el de la designación de los candidatos por parte de las cúpulas partidarias entre las cuatro paredes de una oficina o un hotel de Santiago, pero las recientes experiencias nos hablan con mucha fuerza de una ciudadanía que demanda espacios de participación que van más allá del voto.
Las elecciones municipales y especialmente la primaria, permitieron que participáramos en decenas de encuentros y debates, en donde la gente pudo ver no sólo las enormes convergencias que, por ejemplo, teníamos con Ximena Rincón, sino también las diferencias. El debate de ideas y propuestas, planteadas con transparencia y audacia, y al mismo tiempo, con respeto y sin descalificaciones, creo que ha sido un componente esencial de la convocatoria de mucha de la gente que participó, especialmente de los cerca de 40 mil independientes que lo hicieron.Sinceramente, espero que la elección de la directiva DC siga por el mismo camino.
Hemos defendido con fuerza nuestra convicción de una candidatura de centro, socialcristiana y progresista. ¿En qué se traduce concretamente esto? En que creemos en el cambio y entendemos que Chile tiene enormes retrasos en su desarrollo, en la distribución más justa de sus riquezas, en el respeto de todos los ciudadanos, en la ausencia de discriminaciones y segregaciones, y por tanto estamos lejos de las posiciones conservadoras que pretenden mantener el statu quo, para que las mismas minorías privilegiadas de siempre sigan quedándose con la parte grande de la torta.
Y significa también que queremos ser audaces para promover los cambios y reformas que hagan a Chile un país más justo y solidario, pero que lo haremos con responsabilidad, con seriedad, escuchando y respetando las posturas de todos, especialmente de los afectados, y haciéndonos cargo de los anhelos de felicidad, de paz, de vida tranquila, de crecimiento de las personas a una escala humana.
Durante mucho tiempo se nos quiso hacer creer que daba lo mismo, que no había ya diferencias sustantivas entre lo que proponía uno u otro candidato. La próxima elección primaria, y también la posterior elección presidencial, nos mostrarán precisamente que no da lo mismo desde qué valores e ideas se construyen las propuestas de desarrollo y crecimiento.
En las primarias de la Concertación participará Andrés Velasco defendiendo las banderas liberales, José Antonio Gómez y muy probablemente Michelle Bachelet representarán el discurso socialdemócrata, más o menos cargado a la izquierda. Y nosotros, con mucho orgullo, defenderemos las ideas del centro socialcristiano, aquel que cree que en el foco de toda política pública debe estar la dignidad de cada persona, que promueve el desarrollo de las familias y las comunidades, que entiende la importancia del mercado pero demanda que sea claramente regulado para asegurar el bien común, que cree en un Estado fuerte para asegurar el acceso de todos a sus derechos y a la justicia y para cuidar a los que tienen menos, pero abierto, flexible y eficiente, para dar espacio a la libertad y la innovación.
Independientemente de quién gane las elecciones internas en la DC, estoy seguro de que tenemos una tarea común, la de defender nuestras ideas con fuerza y convicción, la de escuchar con apertura y proponer con audacia, el programa que Chile reclama y requiere.
Una elección presidencial no es un concurso de popularidad. La democracia se empobrece cuando en lugar de dar espacio a las ideas y las propuestas, se apuestan todas las fichas al caudillismo y el carisma personal.
Los recientes eventos nos muestran un país insatisfecho de lo que hay, pero ansioso de construir juntos un proyecto colectivo, inclusivo y justo.
No más de lo mismo ni más de los mismos, sino escucha sincera, diálogo constructivo e ideas compartidas en la construcción de un nuevo consenso, un nuevo trato para el Chile de todos.