30 ene 2013

El CELAC y la rubia Mireya

Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos,
eran otros hombres, más hombres los nuestros,
no se conocía coca ni morfina,
los muchachos de antes no usaban gomina.

Avanzamos desde la Escuela de Derecho hacia el Parque Bustamante. Era una tarde de esos años. Hace algo más de medio siglo. Allí, en la plazoleta Manuel Rodríguez del Parque, a poca distancia del Mapocho, estaba el pequeño escenario, con una bandera chilena, una gran bandera cubana y un lienzo que decía “Solidaridad con Cuba” levantado por la FECH.

No éramos muchos los estudiantes, tal vez mil, pero estábamos enfervorizados. Al final del acto en el Parque avanzamos hacia la Plaza de Armas pero fuimos bloqueados por carabineros que, comandados por el coronel Arancibia (era de La Cisterna y lo conocía), detuvieron a algunos y corretearon a otros tras recibir la orden: “Córranles guaraca”.

En el acto de solidaridad, de hace poco más de cincuenta años, hablaron Marco Antonio Rocca, Presidente de la FECH, y Armando Hart, ministro de Educación del recientemente formado gobierno revolucionario de Cuba.

Era la FECH demócrata cristiana del 60 y 61, de Marco Antonio, Eduardo Azócar, Guido Castilla que murió muy joven, el Negro Zúñiga, Hugo Lavados, Pato Fernández y Pepe Nagel.

En mi memoria, poco antes, en el aeropuerto de Los Cerrillos,-ése era el aeropuerto de Santiago -, una Vilma Espín jovencita y un joven Raúl Castro, su marido, uniforme verde oliva con arma al cinto, delgado, ojos achinados y una larga cabellera atada en la nuca que le caía por la espalda, habían sido impedidos de bajar de un avión de carga en que traían solidaridad con Chile desde La Habana.

1959, 1960, 1961…Eran otros tiempos, en Cuba y en Chile. Tiempos viejos.Ni nosotros ni Raúl Castro usábamos gomina. El joven cubano usaba el pelo largo, más largo que Camilo Cienfuegos.

Vilma también. Ella, guerrillera de ese entonces, murió hace algunos años. Llegó a ser la mujer más destacada del período de la Cuba revolucionaria.

En Cuba, en los viejos tiempos de que hablamos, recién triunfaba la guerra de guerrillas del Movimiento 26 de Julio, una escisión juvenil del Partido Ortodoxo que había liderado el suicida Chivás. Batista había huido y se escondía en Europa, en una isla española, y el gobierno quedaba en manos del Presidente Urrutia y del Primer Ministro Fidel Castro al mando de un grupo de jóvenes que bordeaban, todos, los 30 años de vida.

Fidel, Raúl, el Ché, Hart, eran diez o quince años menores que los actuales jóvenes políticos chilenos, por ejemplo Orrego, Tohá, Rossi, Rincón. Raúl tenía, en 1959, sólo cuatro años más que los que tiene hoy Giorgio Jackson. Y no tenían experiencia alguna de gobierno. El Ché, un joven médico de nacionalidad argentina llegado a Cuba desde México en el Granma, conocía del país sólo la Sierra Maestra y el camino que une Santiago de Cuba con La Habana.

En Chile gobernaba Jorge Alessandri, apoyado por el partido Conservador, el Liberal y el Radical.

En la oposición estaban socialistas, que tenían solo treinta años como partido, y demócratas cristianos, recién nacidos. Los comunistas, también opositores, avanzaban legalizados después de Pisagua y una persecución específica que partió en 1948 y duró más de diez años. El MIR no existía ni quienes lo fundaron soñaban con hacerlo. Eran quinceañeros.

Hace 50 años, muchos de los que militábamos en la falange queríamos la revolución y, guiados por don Jaime Castillo Velasco, buscábamos construir un partido de vanguardia, rechazábamos la política centrista y veíamos una potente luz en la naciente Revolución Cubana de Raúl, Vilma Espín y Armando Hart.

Jaime Castillo, Radomiro Tomic y Jorge Cash habían viajado a Cuba a entregar su solidaridad. También lo habían hecho Clotario Blest y Patricio Hurtado. Todos esos viajes había que hacerlos por México, donde el anticubanismo te fichaba (la vuelta se hacía vía Praga).

El gobierno de Chile, como casi toda América, había roto relaciones con Cuba, antes que su gobierno declarara el carácter socialista de la revolución.

En el inicio, los más cercanos a la reciente Revolución Cubana aquí, eran los socialistas de Salvador Allende, Salomón Corbalán y el joven Elmo Catalán, y los muchachos demócratas cristianos. También dirigentes demócratas cristianos como Jorge Cash y Radomiro Tomic, Gumucio, Chonchol, Julio Silva, Patricio Hurtado.

Los comunistas miraban el triunfo del 26 de Julio, en 1959, como algo raro, no faltaban los que calificaban a Fidel como un joven revolucionario pequeño burgués y les pesaba el hecho de que los viejos comunistas cubanos hubiesen apoyado a Batista en su primer gobierno.De esos lastres se desprendieron poco tiempo después.

Es falso que Raúl Castro, al venir a esta cumbre del CELAC, viniera por primera vez a Chile.Ahora vino, con 53 años de gobierno, un poco más viejo y gordito y algo engominado.

Y hasta recibió de un gobernante de derecha, el primero electo desde Jorge Alessandri, un petición que podría calificarse como “una sorda nota de protesta” solicitada, preparada, en base a supuestas concepciones democráticas y huecos alegatos de desconocidos derechos humanos, por una pandilla de lo más granado de la dictadura de Augusto Pinochet.

¿Cambalache? Cambalache no, sólo Tiempos Viejos, los de entonces.

Tiempos de menor integración continental pero de más proyectos y utopías.

Tiempos en que se buscaba tomar el cielo por asalto.

Tiempos de grandes líderes, de Fidel iniciando, del Ché ministro. Aquí, de Allende senador, de Frei partiendo, de Castillo, de Corbalán y de Corvalán, de Clotario Blest.

Tiempos de menos genuflexiones pero de más debate y de más franqueza.

Tiempos viejos en que allá y acá se iniciaba una etapa de la lucha por un mundo mejor.

Más de 50 años, no es poco.

La rubia Mireya iba a bailar al Café de Hansen, nos cuentan Canaro y Romero en
“Tiempos Viejos”, con orquesta de Pugliese.

¿Te acordás, hermano, la rubia Mireya,
que quité en lo de Hansen al loco Cepeda?
Te acordás, hermano, lo linda que era,
se formaba rueda pa verla bailar,
cuando por la calle la veo tan vieja,
doy vuelta la cara y me pongo a llorar.

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  • Hernan Herrera

    Que tiempos aquellos, fueron nuestros tiempos, los tiempos de renovacion de ideas, refresco de principios, una juventud con hambre del saber abriendo las ventanas para ver y conocer el mundo, al igual que los tiempos presentes nuestra juventud tambien inquieta con el mismo hambre de conocimiento, la unica diferencia que hoy no hay ventanas ni puertas que abrir todo esta en campo abierto, la tecnologia lo permite.Como viejo y soñador miro el futuro de Chile con optimismo, porque su gente no ha cambiado, siempre pensante y luchando por ideales. Gracias