Osvaldo Andrade, presidente del PS, fue entrevistado por El Mercurio (13/01/2013) acerca de cómo enfrentará su partido los próximos retos electorales. Entre otras cosas, el periodista le preguntó si, considerando que se cumplen 40 años del golpe de Estado, Allende será una figura emblemática en la campaña del PS, a lo cual Andrade respondió que sin duda.
“¿Y de la campaña de Michelle Bachelet?”, consultó el periodista. Andrade contestó que hay esperar que la ex Presidenta decida la orientación y los contenidos de su campaña. De todas maneras, agregó: “en lo que al PS se refiere, hemos hecho la experiencia en algunas imágenes con los dos lentes: los lentes de Allende y Bachelet puestos en una gráfica surten un efecto demoledor y son francamente autoexplicativos, y nuestros estudios indican que la figura de Allende en el mundo más joven sigue teniendo una relevancia muy importante.”
El periodista no perdió la oportunidad: “entonces, ¿Allende y Bachelet van a ser figuras centrales de la campaña del PS?” Y Andrade sentenció: “de eso no tengo ninguna duda. Cuando tenemos dos figuras que claramente concitan un respaldo ciudadano magnífico, no veo razón alguna para que nos resignemos la legítima aspiración a que nuestras imágenes tengan a nuestras figuras”.
El PS tiene por supuesto todo el derecho a definir con autonomía el sello de su campaña, pero considerando que sus dirigentes tienen la responsabilidad de hacer bien las cosas para contribuir al triunfo de Michelle Bachelet, se puede afirmar que sus pronunciamientos y actuaciones -por ejemplo, los eventuales compromisos con otras fuerzas sobre la composición del futuro gobierno-, se han convertido en asuntos de interés público.
Suena extraño que Andrade diga que “tenemos dos figuras que claramente concitan un respaldo ciudadano magnífico” para referirse al mismo tiempo al Presidente que murió en La Moneda hace 40 años y a la ex mandataria que regresa en marzo para iniciar su campaña.
Se puede entender que los socialistas rindan homenaje a Allende, como lo han hecho en muchas ocasiones (el año pasado hubo un acto para recordar su trayectoria parlamentaria), pero es preferible que no se confundan las cosas respecto del carácter de las luchas políticas de hoy, que exigen gran realismo y claridad de objetivos.
¿Cómo tendrían que interpretar los ciudadanos la fusión de los anteojos de Allende y de Bachelet? Andrade dice que esa imagen tiene un “efecto demoledor”. ¿Cuál es el mensaje político que se desea transmitir? ¿Que al cabo de 40 años las cosas en Chile siguen siendo más o menos parecidas?
No debemos eludir el debate sobre nuestra historia. Vivimos en una sociedad abierta que garantiza el libre escrutinio y en consecuencia todo puede ser discutido. Por eso, es mejor evitar las simplificaciones, sobre todo si se trata de un período tan turbulento y dramático como el de la Unidad Popular, que sigue despertando emociones encontradas en la sociedad chilena.
La experiencia de la UP fue muy distinta de la llevada a cabo por los gobiernos concertacionistas. Muy distintos los cristales y muy distinta la mirada. ¡Y la época! Vaya si era distinta aquella época: la Guerra Fría en nuestro propio territorio, las cegueras ideológicas, la extensión del odio, el desprecio por el valor de la democracia, etc. Y luego, el horror.
El aprendizaje de las duras lecciones de aquel tiempo fue precisamente lo que permitió que las fuerzas que habían estado en posiciones antagónicas fueran capaces de unirse para recuperar las libertades e inaugurar una vía de progreso a partir de 1990, a cuyo éxito el PS entregó un valioso aporte.
Michelle Bachelet cuenta hoy con un respaldo ciudadano muy amplio, ciertamente transversal. La gente que se define de izquierda y de centroizquierda está con ella en gran proporción, pero también mucha gente que se define de centro e incluso de centroderecha. Es probable que numerosos electores que votaron por Piñera en la elección pasada, hoy consideren votar por Bachelet.
En suma, muchos chilenos y chilenas quieren verla de nuevo en La Moneda y confían en su capacidad de favorecer los grandes acuerdos nacionales y gobernar de manera fructífera. A toda esa gente no es necesario pedirle que, además, tome partido respecto de las divisiones del pasado.
La derecha está esperando que los adherentes de Bachelet cometan errores que puedan erosionar su candidatura. Hará todo lo posible por despertar los fantasmas del pasado. Sacará partido de cualquier “entusiasmo revolucionario” que genere incertidumbre o temor en una parte de la población. Y ofrecerá tribuna a quienes fomenten la dispersión.
Es comprensible que el PS, como todos los partidos, se preocupe de acentuar sus señas de identidad, de lo cual forma parte el recuerdo de sus figuras. El desafío es compatibilizar ese impulso partidario con el empeño por construir una mayoría social y política que respalde la opción de Michelle Bachelet con vistas a reforzar la gobernabilidad democrática y ensanchar las perspectivas de mayor igualdad en Chile.