A propósito de la penúltima entrega de resultados de los fondos de cultura de esta administración, es bueno hacer una revisión de lo que han sido estos tres años de Gobierno,y como se ha comportado el sector cultural.
Ya en la última curva del itinerario de esta administración, llaman mi atención tres ejes que marcan este período y se instalan como una posibilidad de revisar algunas cosas y avanzar.
Enfoque económico para la cultura
Se puede observar en la política pública de esta administración, un claro enfoque económico hacia la cultura. Síntoma relevante de aquello es la instalación de los llamados “Seminario de Cultura y Economía” donde hemos visto como oradores principales a los ministros de Economía del país, intentando tener una mayor vinculación por los artistas y sus creaciones. Sin embargo, esto no ha incidido en el mundo cultural.
Sin duda la relación entre economía y cultura es interesante de estudiar, y sus alcances pueden llegar a ser muy significativos para nuestro sector, que representa un buen porcentaje en el PIB del país.
Seminario, tras seminario el diagnóstico parece ser el mismo: las industrias creativas crecen y han llegado a constituirse en un sector productivo. El paso siguiente sería naturalmente instalar medidas que fomenten en mayor proporción al crecimiento de este sector.
La propiedad intelectual es sin duda un potencial que permitiría un mayor desarrollo de nuestro país, uno podría esperar por tanto un mayor avance en materia legal en relación a la Ley de Propiedad Intelectual. Sin embargo, estamos viviendo un momento de estancamiento en donde por ejemplo, aun no tenemos un tratamiento específico para las industrias creativas, particularmente la audiovisual.
La nueva Ley de Propiedad Intelectual si bien fue promulgada por esta administración, resultó simplemente coincidencia ya que su proceso de diseño y trabajo parlamentario correspondió a la administración de Paulina Urrutia
También uno podría esperar, que luego de 3 años de reflexión en torno a la relación entre cultura y economía, tuviésemos por fin instrumentos tributarios que permitieran un mayor nivel de producción cultural. Al respecto, el Proyecto de Ley de Donaciones Culturales, que modifica la ley actual, se encuentra en serios cuestionamientos frente a la posibilidad de calificar como beneficiarias a las empresas culturales. Todo indica que si las cosas siguen a este ritmo este ministro no alcanzará a promulgar la nueva ley.
En forma paralela la Comisión Fílmica ha encargado por licitación un estudio que de cuenta de posibles instrumentos tributarios para el sector audiovisual, pero el trabajo se ha concentrado en aquellos mecanismos que benefician a servicios de producción internacionales, por lo cual el impacto que estos puedan generar al sector cultural se ven reducidos.
Por último, tal vez la mejor medida que podría implementarse en la relación de economía y cultura podría ser la de cuestionar la política concursable del Estado, ya que esta lógica no permite la instalación de un factor indispensable en el desarrollo económico de un sector: su crecimiento en proporción al crecimiento del país en forma estable.
Carencia de sueños
Bajo las administraciones anteriores, uno lograba visualizar sus sueños. Así es como en un momento, se instala el sueño de levantar centros culturales en todas las comunas con 50.000 habitantes, con tal que los bienes culturales tengan un espacio digno y que ciudadanos y ciudadanas dispongan en sus barrios de espacios donde intervenir y participar. Mas evidente aun, era el sueño del Ministro Weinstein: reconocer al sector cultural dotándolo de una institucionalidad y luego reconocer a la Industria Audiovisual concediéndole una ley propia.
Me pregunto entonces: ¿cuál es el sueño de nuestro actual ministro? Esta administración, que llega instalando una declaración de eficiencia no ha logrado instalar en la gente un sueño colectivo.
Los sueños son el motor de la política. Sin sueños, se avanza al ritmo de la inercia, haciendo de la política un ejercicio reactivo al acontecer.
Los sueños en la política cultural, se constituyen no sólo en motor, sino en el elemento de cohesión, donde todos los actores que intervienen en un determinado sector se impulsan y avanzan hacia mayor desarrollo de país.
Un sector dormido
Por último, llama la atención nuestro sector, que se mantiene en un extraño estado de pasividad. Estos 3 años se han caracterizado por un despertar social, que hemos visto en las calles.
Los estudiantes han sido los principales actores, pero no los únicos, también se han movilizados las regiones, los trabajadores, y hasta los consumidores. Vivimos en forma cotidiana una realidad violenta en La Araucanía. En innumerables marchas no hemos visto las demandas culturales. Los gremios de la cultura no logran avanzar en forma cohesionada. Los creadores, parecen estar a dos metros de distancia, observando la realidad como si no nos perteneciera.Los creadores, articuladores esenciales de la identidad cultural de nuestro país, parecen estar concentrados en si mismos.
Todo indica que nuestro sector, relativamente acomodado desde la existencia de fondos concursables, se ha institucionalizado. Esto es preocupante para nuestro patrimonio cultural, y es necesario hacer algo. La cultura, por sobre todo es el reflejo de una sociedad, bajo esta lógica claramente estamos en deuda.
Nuestra oportunidad
A propósito de estar en el último año de gobierno, es un buen momento para que reflexionemos. Este año será un año de negociaciones con candidatos, será un año de trabajo en programas culturales.
Es una oportunidad entonces para creadores y productores culturales constituirnos en espacios de participación ciudadana, desde donde podamos evaluar, re-pensar y diseñar desde lo que somos hacia lo que queremos ser.