¿Cómo lograr que Televisión Nacional crezca transformándose en un verdadero medio de comunicación público si en estos momentos en el Senado se discute cómo vender sus activos o cómo igualarla con los canales privados?
¿Cómo propiciar que La Nación, que siempre fue “el diario del gobierno”, se transforme en medio público, si todos creemos que ya no existe porque liquidaron su edición en papel y sólo está en el ciberespacio?
¿Cómo decirles a los estudiantes que agreguen los medios públicos a su demanda por educación pública de calidad, si nunca los han conocido?
En una reciente investigación realizada por el Observatorio de Medios Fucatel se reveló que TVN dedica más de la mitad del tiempo de sus noticieros centrales a la difusión de la labor del gobierno; que el 57 % de las noticias de tipo político lo protagoniza el Poder Ejecutivo contra un 13 % del Poder Legislativo; que las regiones ocupan sólo un 7 % del espacio y la cultura sólo un 5%; y que los partidos de izquierda extra Concertación, el 0,2 %. Si TVN fuera realmente un canal público, esto no podría ocurrir porque debería dar cuenta en forma equitativa de todos los intereses políticos, sociales y culturales de los chilenos.
Difícil abogar por los medios de comunicación públicos en un país como Chile donde nunca han existido, pero que en países más avanzados han probado ser un bien social que da un respiro en medio de la multitud de medios privados que emiten un mensaje informativo único acompañado de entretención “basura”.
Por eso fue novedoso que en un reciente foro sobre el tema organizado por la Coordinadora de Trabajadores de Medios de Comunicación en el ex Senado en Santiago, escuchamos varias voces propiciándolos.
Una de ellas fue el cientista político Manuel Antonio Garretón, quien defendió con su pasión de siempre “lo público” porque “es lo que hace que un país sea país”. Explicó que el concepto comenzó a perderse en el mundo, cuando el modelo económico vigente y globalizado le dio certificado de defunción y puso el cetro en el mercado.
En una verdadera clase de educación cívica (esa que también se erradicó de nuestras aulas hace casi cuarenta años), nos recordó que “lo público” es el espacio que nos contiene a todos y todas, y que administra el Estado para garantizar que las cosas se harán buscando satisfacer las necesidades de todos. También, que en Chile este espacio se ha ido perdiendo a favor del sector privado, que administran los empresarios.
Esos bienes y servicios de primera necesidad que siempre fueron y deberían seguir siendo públicos como el agua, la electricidad, el gas, hoy están en manos privadas donde se entregan a discreción del propietario, muchas veces con escasa fiscalización del Estado.
Los medios de comunicación debieran situarse entre ellos porque canalizan el derecho de la gente a estar bien informada y a informar. Sin embargo, son manejados por grupos económicos y empresas a través de su aliada, la publicidad.Y como el que pone la plata, pone la música, ellos dictaminan qué leemos o qué vemos en los diarios o en la televisión. Y así estamos mal informados y degradados con la entretención “basura”.
En los medios públicos esto no ocurriría porque quienes pondríamos la plata seríamos todos los ciudadanos, a través de los impuestos, justamente para recibir y exigir un buen servicio garantizado por el Estado y administrado por un ente colegiado, independiente del gobierno.Ojo, que Estado no es igual a Gobierno, pues además de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, lo integramos nosotros, los ciudadanos.
En consecuencia, un canal de televisión pública como debería ser TVN y un diario público, como podría ser La Nación si pudiera sacudirse las cenizas, nos entregarían mensajes diversos que nos interpretaran a todos, educación cívica elemental para entender este nuevo lenguaje y entretención de calidad que alimente nuestra cultura y eleve los espíritus. Sin perjuicio de los medios privados que sigan haciendo lo suyo en aras de la libertad de expresión y de comercio.
¿Utopías? ¿Y por qué no…? Al menos sigamos manteniendo estas ideas en el horizonte, pero no dejemos que se extingan e incorporémoslas al debate nacional ¡ya!