El resultado de la encuesta CEP muestra que Michelle Bachelet representa un fenómeno político único en la historia del país. Su ventaja sobre los dos candidatos de la derecha es abismante al punto que en este mundo surgen voces de alarma que prevén un deterioro ulterior de ambas candidaturas enfrentadas en una primaria donde no existe la seguridad que ellos sean capaces de convocar a un alto número de electores lo cual podría sellar ,ya en ese momento, la suerte de la elección presidencial.
Una primaria poco competitiva en la derecha puede significar la muerte anticipada de ambas candidaturas ya que, como se vio en las elecciones municipales, el electorado de derecha está desmotivado, es sorprendentemente proclive a la abstención y es bastante probable que un triunfo eventual de Golborne, en una primaria de tono menor, no logre canalizar al conjunto del electorado que apoya a Allamand y a RN.
Por ello, aumentan las voces en la derecha, de abrir las primarias a nuevos nombres o derechamente buscar un tercer candidato – Matthei – para enfrentar a Michelle Bachelet.
Es, seguramente un volador de luces pero movido por una manivela tan típica de los desangres de la derecha, que dañan profundamente la credibilidad y consistencia de los candidatos actuales.
Sin embargo, pese a los datos reiterados de las encuestas en favor de Bachelet la carrera está aún por correrse y las elecciones, como sabemos quienes hemos sido candidatos, se ganan cuando se cuentan los votos.
Falta aún un año, es probable que cuando Bachelet entre al debate, en sus definiciones para un período de cuatro años, no pueda satisfacer todas las expectativas que la población se ha forjado y que la propia primaria de la oposición pueda significar un costo de desgaste para ella.
El piso de la derecha es más alto que lo que hoy suman Golborne y Allamand, aunque más bajo de lo proyectado en al menos las tres elecciones presidenciales anteriores, básicamente por el mal desempeño del gobierno de Piñera.
El fenómeno de Enríquez-Ominami existe electoralmente y en el desorden de una oposición friccionada y con el fuerte apoyo comunicacional de los medios de derecha con que, queriéndolo o no, Marco contará, puede situarse en una cifra aún mayor a la entregada por la CEP y provocar una segunda vuelta.
A ello hay que agregar la alta incertidumbre del comportamiento electoral del 60% que se abstuvo en las municipales, cuestión que no es bien analizada en la última encuesta CEP debido a que los datos no se cruzan suficientemente o simplemente porque las personas entregan información equivocada respecto de si votaron o no en las municipales.
Por cierto, existe también la posibilidad, improbable dado el nivel de apatía política del electorado, que la presencia de Bachelet en Chile y su diálogo con la población provoque un alto nivel de entusiasmo y empatía, en un país carente de liderazgo y donde el 63% desconfía del Presidente y un 72% no le cree, y que ella emerja como la única solución a las falencias que la población observa en la política y en los políticos y canalice las diversas formas de descontentos existentes.
En ese caso, raro en la doctrina política, la derecha y los demás podrán hacer todo tipo de piruetas, cazabachelet, promesas electorales y ellas serán inútiles frente a una decisión ya tomada por la población.
¿Cuáles son las tareas que debe asumir la oposición para administrar el enorme capital político de Bachelet, contribuir a su victoria y garantizar aún con el binominal, que la UDI se negará a modificar, lograr una mayoría parlamentaria ?
En primer lugar, construir un bloque político y social mayoritario que vaya más allá de la Concertación que ya cumplió, con creces, su ciclo.
El gobierno de Bachelet no será el quinto gobierno de la Concertación sino el primero de una convergencia política y ciudadana que permita concretar cambios más profundos en la sociedad chilena.
Lo realista al respecto es que dado que ni la DC ni parte del PS están dispuestos a certificar la muerte de la Concertación y pasar, a partir de esa ruptura, a una nueva alianza, el proceso de nueva Convergencia Democrática se constituya como un referente de gobierno y de pacto parlamentario sin que ello signifique desarticular la Concertación y dejar, más bien, que ello ocurra en un sentido más histórico que político.
En segundo lugar, organizar primarias transparentes, movilizadoras y vinculantes tanto a nivel presidencial como parlamentario. Hay una ley de primarias que ha sido una gran conquista democrática y que tiene que ser utilizada en plenitud por la oposición.
Pese a la distancia abismal entre Bachelet y el resto de los candidatos, la primaria es necesaria porque legitima la candidatura única, permite un debate con el país sobre los objetivos programáticos del nuevo gobierno, instala ideas, atrae sectores, que aunque pequeños, podrían votar fuera de la Convergencia Opositora de no mediar esta consulta democrática y debilita en extremo a quienes no participan de las primarias vistas como un factor de democratización por la ciudadanía.
En tercer lugar, construir los lineamientos programáticos progresistas. Más que un programa acabado para entregárselo a la candidata, lo que los partidos deben elaborar, dado que además hay primarias con diversos candidatos,es un diagnóstico del cuadro social y político del país y una visión de un conjunto de objetivos realistas que un gobierno de cuatro años puede llevar adelante para transformar el país.
Hay que pasar de la lógica de la centroizquierda rectificadora del modelo – que ha sido la acción del progresismo en el mundo después del Estado Benefactor – a una lógica de romper con los instrumentos del neoliberalismo y garantizar, en lo político, nuevas formas de democracia participativa.
Este debe colocar en el centro el tema de la igualdad, política de remuneraciones, calidad del empleo, acceso universal a la educación, calidad de vida y reforma tributaria como elementos centrales de una política destinada a disminuir radicalmente la brecha entre riqueza y pobreza en Chile.
Debiera ser el eje del gobierno Bachelet y ella encarna, en la imaginaria social, más que nadie este objetivo.
Una nueva Constitución y la reforma al sistema binominal. Una visión nueva de desarrollo económico que junto al crecimiento coloque la sustentabilidad ambiental y territorial, un modelo de generación energético más limpio y de menor costo, la nacionalización del agua, la superación de una política puramente exportadora de recursos naturales que comporte un salto significativo en la creación de knowhow para la minería.
Cambio del modelo actual en educación, salud y previsión. Nuevo código laboral, sindicalización universal, cambio en las relaciones laborales.Afirmación de nuevas conquistas en el ámbito de la mujer y de la diversidad. Política de Estado que consagre una nación pluriétnica y garantice derechos políticos, sociales y territoriales a los pueblos indígenas.
Estos son algunos de los temas que debieran ser elaborados como lineamientos estratégicos de la oposición, los cuales deben ser entregados como insumos para que la candidata presente al país sus objetivos y su programa.
Finalmente, construir un elenco parlamentario de toda la oposición, que contemple primarias, elija candidatos competitivos e incorpore a los líderes juveniles y sociales que han encabezado la movilización ciudadana en estos años.
Si hacemos solo esto, podremos contribuir a facilitar la victoria de Bachelet.