En el último artículo publicado en Capital Bolsa, fuentes del Pentágono señalan que el informe de 2012 del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos prevé que por la caída de la producción y escasez mundial de petróleo, y sin el aumento de su producción y refinamiento, habrá una crisis energética severa durante la próxima década, en demasía para algunos países del cono sur entre ellos el nuestro que consumen grandes cantidades de petróleo en sus diversos procesos industriales (Fuente: Agencia Internacional de Energía; www.iea.org).
Es difícil de predecir con exactitud los efectos económicos, políticos y estratégicos de este escenario para nuestro país que a mi juicio aun no genera internamente a nivel gubernamental políticas públicas en materia energética que impliquen alternativas viables y sustentables.
Claramente esta advertencia reduciría las perspectivas de crecimiento en el mundo y en Chile, ya que se espera que para el período 2013-2014 se bordee el 5.5%.
El debate sobre el peak oil puede ir más allá de los asuntos energéticos, sino que derivar bruscamente hacia un debate que implique replanificar agendas ideológicas, económicas y políticas.
Los exportadores de petróleo podrían acumular poder político-económico, mientras que los no productores buscarían el beneplácito de quienes lo poseen. Algunos países se preparan para enfrentar estas crisis, pero otros como el nuestro no tienen capacidad para hacerlo autónomamente, puesto que la ENE (Estrategia Nacional de Energía) publicada el 2012 por el Gobierno y que concitó unanimidad parlamentaria no se hace la interrogante de qué pasaría si se disminuye ostensiblemente el suministro de petróleo.
Lo que queda claro es que la definición de cuándo se presentará el riesgo, quiénes serán vulnerados y quiénes serán atendidos y compensados es una cuestión de poder y no simplemente un asunto estadístico.
Sabemos que con el peak oil se puede especular acerca del momento de su llegada y de la magnitud de sus impactos, y ello es un asunto del poder.
Si el peak oil se diera en este mismo momento, nuestra sociedad no estaría suficientemente preparada para afrontarlo y las consecuencias serían tremendamente incontrolables; si se conociera y fuese previsible, quienes así lo hicieran ahorrarían gastos, pero si fuese inducido a error y se anticipara excesivamente el momento en que acaezca y se hicieran grandes inversiones para afrontarlo, las lentas tasas de retorno producirían serios problemas para los inversionistas.
Por tanto es de esperar que nuestro país prevea dicha situación y se disponga de una vez por todas a implementar no solo con anuncios la I + D (Investigación y Desarrollo), empleando estrategias sustentables que involucren a todos los actores sociales, sino que haga exigible a las grandes empresas (industrias y mineras) a disminuir el uso del petróleo en la generación de energía eléctrica y den paso al reemplazo en un porcentaje aceptable para un país que se vanagloria con el desarrollo (3% por año) al uso de las Energías Renovables No Convencional en sus procesos industriales que utilizan gran suministro eléctrico.