Corría el otoño del 2009 y la coalición política de derecha y su candidato Sebastián Piñera vociferaban a todos los vientos que el país estaba gobernado por un conglomerado político (la Concertación) en vías de desaparición y por un conjunto de personeros ineptos, anquilosados en el poder, corruptos y hasta flojos para hacer la pega. Estas ideas fuerza, más o menos sutilmente, con más o menos adornos, eran reforzadas y difundidas entre los ciudadanos a través de los medios de comunicación que ellos mismos controlaban económica y políticamente.
En efecto, en su intento por ganar las elecciones de diciembre del 2009, la Alianza por Chile evidenció tres características principales: descalificación y/o ninguneo del competidor, arrogancia y demagogia irresponsable.
La descalificación y ninguneo se observa antes y durante la campaña en diversas declaraciones públicas en las que la derecha desconoce y desacredita la obra de los gobiernos de la Concertación, la que más allá de sus indiscutibles insuficiencias y errores y a la luz de las cifras y transformaciones llevadas a cabo, termina con un balance claramente positivo.
Su arrogancia se expresa en una actitud altanera (por cierto muy ignorante de lo que implica el aparato administrativo del Estado) a partir de la cual hicieron creer muy ufanamente a mucha gente que gobernar un país era como manejar una empresa y que la “eficiencia empresarial” instalada en el gobierno se plasmaría en una gran gestión, demostrando así que el funcionario público sólo calentaba asientos y burocratizaba procedimientos que ahora, con ellos, tendrían una expedita y eficaz tramitación.
Finalmente, la práctica demagógica y el querer obtener votos a cualquier costo, los llevó a prometer la solución de problemas que eran profundamente sentidos y dramáticos para la gente (especialmente para los más humildes), ocultando o desconociendo que la raíz de los mismos era de una complejidad tal que hacía imposible su solución en el corto plazo (caso paradigmático: le delincuencia y seguridad).
Como nos recuerda en diversas circunstancias el Eclesiastés, “hay un tiempo para todo, un tiempo para callar y otro para hablar”. Hoy día, después de cumplirse la casi totalidad del gobierno del presidente Piñera y la Alianza por Chile (“Coalición por el Cambio”) y habiendo entrado ya en la etapa final de su gestión, podemos afirmar fehacientemente que nos encontramos con un mediocre epílogo.
Y esta afirmación la hacemos, no a partir de lo que podría ser el análisis y/o las interpretaciones hipotéticas de tal o cual persona, sino fundado en los porfiados hechos y cifras que nos entrega la recientemente publicada encuesta CEP, la cual goza transversalmente de un prestigio y credibilidad como medición de la opinión y percepción ciudadana, gracias a su metodología y rigurosidad científica.
En aras del espacio de que disponemos, detengámonos sólo en los datos más decidores y concluyentes acerca de la gestión gubernamental que ilustran nuestras afirmaciones. Una suerte de los “siete pecados capitales” de la actual administración.
1- Puntos más puntos menos, la evaluación constante y permanente de la ciudadanía acerca del gobierno de Piñera y la Coalición por el Cambio en las distintas encuestas, es de una categórica desaprobación. En este caso un 51% lo desaprueba vs. un 31% que lo aprueba.
2- En relación al supuesto “excelente” manejo de la economía del país y a pesar de los “indicadores macroeconómicos”, un 52% desaprueba el manejo económico del presidente Piñera y su equipo vs. sólo un 29% que lo aprueba. (En mayo del 2009, a meses de terminar el gobierno de Michelle Bachelet, un 59% aprobaba el manejo económico). Es decir, incluso la supuesta “joyita” de la gestión gubernamental se cae a pedazos en la opinión y percepción de la gente.
3- En ninguno de los 11 ámbitos o aspectos en que se le pregunta a los encuestados cómo lo ha hecho el gobierno (economía, salud, educación, transporte, delincuencia, medio ambiente etc. etc.), éste llega al 30% de aprobación, mientras que entre un 32% y 52% piensa que en ellos lo ha hecho mal o muy mal.
4- Destacan por su mala evaluación y por lo que ellos significan respecto a la gestión, prestancia y capacidades reales de un gobierno, lo referente a Educación, en que un 52% opina que lo ha hecho mal o muy mal y sólo un 15% que lo ha hecho bien; a Salud, en que un 50% dice que lo ha hecho mal o muy mal y sólo un 15% que lo ha hecho bien; a Pobreza en que un 53% dice que lo ha hecho mal o muy mal y sólo un 11% dice que lo ha hecho bien; a Manejo de Conflictos, en que un 50% dice que lo ha hecho mal o muy mal y sólo un 10% que lo ha hecho bien y cierra esta muy mala evaluación, la gran e irresponsable promesa del gobierno respecto a terminar con la delincuencia, en lo que obtiene la peor evaluación, ya que el 52% dice que lo ha hecho mal o muy mal y un 7% dice que lo ha hecho bien.
5- Un 62% de los ciudadanos no tienen confianza en el presidente Piñera y además, a un 72% le resulta un Presidente lejano. Sobran comentarios sobre estas patéticas cifras.
6- A propósito de las supuestas destrezas y habilidades que auguraba y aseguraba el gobierno de la Coalición por el Cambio, un 61% de los encuestados opina que el gobierno ha actuado frente a las instituciones, grupos y personas sin destreza y sin habilidad. Solamente un 29% dice que sí lo ha hecho con destreza y habilidad
7- En cuanto al ejercicio de la autoridad y liderazgo exitoso que el candidato Piñera y su coalición política prometieron, un 63% dice que el gobierno ha actuado con debilidad frente a las presiones de instituciones, grupos y personas, mientras que un 29% dice que ha actuado con firmeza.
Las puntuaciones de las y los eventuales candidatos a la presidencia de la república que publica la encuesta CEP, parecieran ser sólo un corolario de todo lo anterior, pero este ya es tema para una futura columna.