Quisiera tratar este tema antes de que el Tribunal de su veredicto.Después de una batalla todos son generales, además mi juicio no depende del éxito mayor o menor que obtenga Chile. Quiero juzgar desde una perspectiva ético-política, el manejo de nuestra diplomacia dentro y fuera del país.
La reacción tropical del Presidente de Colombia a una resolución del mismo Tribunal respecto a otro litigio ha sido una vergüenza, deja muy mal la imagen de nuestra democracia continental latinoamericana. Por supuesto que no ha de afectar en lo más mínimo el litigio Perú-Chile que está sobre el tapete. Hemos declarado cada país solemnemente que acataremos el veredicto sea cual fuera, sin embargo lastimosamente no todo ha sido ni va siendo tan diáfano y pacífico.
Por de pronto se ha sabido que el Perú hizo en un tiempo una proposición de examinar y resolver el problema con un diálogo abierto bilateral.Los mismos tratados pueden siempre reajustarse y aún cambiarse de común acuerdo. Un diálogo al respecto hubiera ahorrado el litigio y grandes gastos económicos, hubiera sido también un ejemplo para los otros países latinoamericanos de cómo se podían resolver los conflictos, pero Chile se negó siempre. El Perú recurrió entonces al Tribunal Internacional de La Haya. Fue en tiempos de la Presidenta Bachelet y el ministro era Alejandro Foxley.
Este recurso fue ejemplar, era lo que debía hacerse, lo que Chile mismo hubiera hecho si hubiera estado en esa misma situación. Sin embargo nuestro canciller consideró que la actitud peruana había sido “inamistosa”.
Pienso que esta interpretación de “inamistosa” fue un grave y pernicioso error. Los cancilleres que sucedieron a Foxley mantuvieron esta misma apreciación, se mantuvo como una política de Estado. Tal vez pensando que eso podría contribuir a impresionar al Tribunal de La Haya a favor de nuestra tesis.
Mientras tanto, los presidentes del Perú, García y el actual fueron unánimes en proponer que el litigio de La Haya fuera “encapsulado” es decir que no interviniera en nuestras relaciones de amistad, de comercio y de cooperación. Y que se tuviera como algo no resuelto en principio desde el momento que se ponía en las manos de un tribunal internacional. Era lo más lógico y lo más conveniente.
Nuestro Presidente Piñera aceptó en un momento, estando en Lima, la interpretación del peruano,pero nuestra política exterior se mantuvo en general en una actitud de molestia y resentimiento. Considero equivocada la táctica publicitaria que tomó el gobierno. Consistía en difundir la molestia contra la actitud peruana y convencer a todos con argumentos unívocos (los tratados aceptados) acerca de la justicia de la posición chilena. Era una táctica poco trasparente, poco respetuosa de una racionalidad adulta.
Buscaba convencer de que la única solución podría ser la que nos favorecía, lo que después hubo que corregir cuando la autoridad se dio cuenta de que la respuesta podía ser distinta y debía ser por todos aceptada.
La mejor táctica continuaba siendo la mayor encapsulación del litigio y la menor difusión de noticias de argumentos, de preparaciones y reuniones que solamente agrandaban el problema y hacían más difícil la solución final.
Por ejemplo, fue inoportuna la invitación de los ex presidentes para una reunión y sobre todo la declaración de Eduardo Frei,desacertada, no nos ayudó en lo más mínimo. No ganamos nada sino perdemos con tantas declaraciones de que “vamos a aceptar el veredicto pero este tiene que ser favorable a Chile, pero este no puede ser un término medio, este tiene que ser según derecho, etc. etc.”
Estas declaraciones no dejan sino la pregunta o la duda de que si realmente estamos resueltos a aceptar plenamente la solución que nos venga de La Haya. Ha sido particularmente desacertada la declaración leída recientemente por nuestro Presidente de que Chile “defendía” a todo precio sus derechos territoriales y marítimos. Esta vía nos perjudica, nos humilla, nos avergüenza ante la comunidad mundial.
Tengo la sospecha de que el empeño de nuestros gobiernos sucesivos ha sido mayormente mostrar que han puesto toda la preocupación y los medios como para triunfar en esta contienda legal y que no se les podrá acusar si es que Chile sale perdiendo, de que no han hecho lo que han debido. En una palabra, han procurado de preferencia cubrir su prestigio partidista frente a la oposición más que preocuparse a fondo de los intereses de Chile.
Los intereses de Chile, el interés predominante de Chile hubiera sido aprovecharse de esta misma diferencia para con un país hermano, para demostrar a Latinoamérica cómo dos países hermanos pueden solucionar sus conflictos en toda paz y armonía sin armar una pelotera jurídica o política o nacionalista por un ligero diferendo.
Un diferendo debe resultar superable y así abrir un camino para lo que sería absolutamente racional y obvio: propiciar un desarme colectivo en todo este continente sudamericano.
Estos son los capítulos por los cuales concluyo que el manejo que ha tenido nuestra diplomacia del diferendo con el Perú ha sido en buena parte desacertado, inoportuno, torpe e “inútil”, ciertamente.