Cuando James Carville, uno de los ideólogos detrás de la campaña de Bill Clinton en 1992, resumió en un diario mural las tres ideas fuerza en las que se debía basar el trabajo, seguramente nunca imaginó que estaría aportando al imaginativo popular, con una de las frases más repetidas y parafraseadas en el mundo de los blogs y la opinología política.
Carvilla señaló en dicha oportunidad, tajantemente que uno de los ejes debía ser “la economía, estúpido” (sic), para referirse a la importancia de esta ciencia en una campaña presidencial. Claro, Clinton pretendía desbancar a un Presidente Bush que hacía gala de sus logros en materia de defensa y política exterior -gracias a la guerra en el Golfo Pérsico y la caída del Muro de Berlín- aunque sacrificando el acento en ciertos asuntos internos, precisamente como la economía.
La frase, sabemos, pasó a la historia, y ha sido reescrita cientos de veces: se nos ha dicho que “es la economía, estúpido”, pero también que “es la política, estúpido”, “es la educación”, “es la cultura” o incluso que “son las comunicaciones, estúpido”. En todos estos casos, intelectuales, teóricos y politólogos han buscado estructurar, a partir sólo de una variable, la dirección y gestión de una campaña política en su integridad.
Así, en los últimos 20 años, la economía ha buscado mermar el terreno de la política, y posicionarse como un polo de discusión electoral. Ulrich Beck, de hecho, en su libro “La sociedad del riesgo”, señala que uno de los peligros que puede provocar la globalización es que el poder económico termine pesando más que el poder político. Y esto da para todo: desde concepciones que buscan reducir cualquier problemática social a una fórmula matemática, hasta quienes postulan la simple premisa de que mientras la economía ande bien, el gobierno anda bien.
Sin embargo, para tranquilidad de Beck y de muchos otros, la idea fuerza por Carville en 1992 parece no tener tanto alcance como pudiera creerse. Sin ir más lejos, uno de los ejes de la reciente campaña de Mitt Romney en Estados Unidos fue el mal manejo económico de la administración Obama. Sin embargo, no fue suficiente para evitar la reelección del actual Presidente afroamericano. La economía es un tema importante para el electorado, nadie duda de eso, pero no alcanza para camuflar un discurso o un relato político fuerte, sólido, consistente.
Ahora que en Chile comienzan a aparecer las primeras luces de un nuevo período de campaña presidencial, debemos ser bastante críticos frente a la postura economicista de James Carville: todo parece indicar de que, si bien sigue siendo un tema valioso en la agenda pública, hoy ya no se puede centrar el discurso en la economía sino que los candidatos -especialmente en un escenario de inscripción automática y voto voluntario- deben convencer y conquistar al electorado en base a argumentos políticos.
Es la política la que conmueve y, en definitiva, puede lograr movilizar a un electorado que, según quedó demostrado en la elección municipal de octubre de 2012, cada vez es más volátil y esquivo.
¿Cómo se comportarán nuestros candidatos ante este eje? Sólo después de algunos meses de campaña lo podremos saber. Por ahora sabemos que en la Concertación, tenemos a un Andrés Velasco que debiera hacer lo posible por desmarcarse de su paso por el ministerio de Hacienda y su cartel de tecnócrata, para abarcar temas sociales y ciudadanos. Rincón y Orrego, por otro lado, ya han anunciado aprontes similares, disputando un electorado quizás huérfano de una candidata virtual que no aporta ni en política ni en economía.
En la Alianza, en cambio, el escenario es un poco distinto. Hace muy poco se realizó un cónclave protagonizado por los tres centros de estudio cercanos a la centroderecha, y en el fue fácil advertir diferencias sustanciales entre los dos candidatos del sector.
Mientras Allamand apeló al auditorio con argumentos y trayectoria política, Golborne eligió recorrer la avenida de la economía, utilizando un Power Point en el que las primeras cinco o seis láminas se limitaban a graficar el actual estado de la economía, con explícitas aunque tecnificadas alusiones al PIB y a las gestiones de este gobierno en materia de crecimiento.
La carrera por La Moneda está recién empezando, pero los estilos ya están en la cancha. Con el tiempo sabremos qué modelo de campaña termina por imponerse, y sabremos finalmente si Carville estaba en lo cierto, o si sólo fue una ingeniosa frase para el bronce.