El día domingo recién pasado en El Mercurio, en secciones diferentes, los economistas señores Vittorio Corbo y Alejandro Foxley, exponen la necesidad de que se logre un gran acuerdo nacional en relación con la educación, el primero y el segundo, propone un gran acuerdo social evitando que el sistema político se radicalice hacia la izquierda.
Las opiniones, resultan en cierto modo coincidentes en algunos aspectos esenciales y como si se tratara de un caso de realismo mágico, aunque parecen defender cosas distintas en la práctica defienden el modelo económico social, maquillando el apoyo con alguna críticas.
Vittorio Corbo, hace una historia de los éxitos del modelo desde la crisis bancaria de los 80 hasta el día de hoy. Haciendo un vuelo rasante y optimista de lo que han hecho seis gobiernos de muy distinta índole, desde Pinochet a Piñera se felicita de los avances materiales que ha tenido el país.
Se plantea, sin embargo, crítico respecto de si Chile es una sociedad de oportunidades y estima que en ese sentido hemos decaído y señala que la educación ha avanzado muy poco como medio para mejorar el ingreso autónomo de los chilenos.
Alejandro Foxley, hace presente que lo hecho no basta y que deben hacerse correcciones en el modelo exportador y que sin un cambio drástico no habría un destino de largo plazo.
Alerta, sin dar mayores razones sobre una burbuja inmobiliaria y señala que hay que distinguir muy bien entre el asistencialismo y el camino del desarrollo de las personas, señalando que es preciso invertir en educación. En esta línea de su discurso,indica la necesidad de obtener más recursos para el Estado y que sería peligroso adoptar políticas izquierdizantes y confrontacionales.
Nos llama la atención que respecto del tema de la educación a estas alturas se pretenda omitir un juicio sobre el lucro con fondos fiscales y lo que realmente significa educación de calidad en los niveles básicos, medios y universitarios.
Al admitir ambos que la solución pasa por la educación pero no jugarse por una educación sin fines de lucro con fondos fiscales y efectuar una reforma profunda al sistema universitario que tocaría muchos intereses, pierde el análisis gran parte de su valor y queda reducido casi a un recurso retórico.
Además, resulta llamativo que la única vía de solución que se plantee por ambos sea el de la educación y que por otra parte se omita todo análisis respecto de la alta concentración que ha logrado nuestra economía, a nuestro juicio sin parangón, que permite caracterizarla sin ninguna exageración como oligopolística de mercado. En este punto casi hay ya consenso nacional, variando sólo las justificaciones de algunos pocos.
A nuestro juicio algunos de los pasos que se podrían dar en Chile pasan por desconcentrar el poder.
En efecto, es indispensable desconcentrar el poder económico y democratizar el crédito y en función de un desarrollo más equilibrado del país es fundamental descentralizar el poder hacia las regiones para que se desarrollen auténticos gobiernos que se hagan cargo de las particularidades que tiene nuestro país.
Sin duda el camino central pasará siempre por la educación y en ese sentido la regionalización en materia educativa tendrá que jugar un rol determinante en una nueva etapa, que reemplace la municipalización.
Por lo dicho, la sola educación de calidad, especialmente la pública, no es suficiente sin otros pasos que cambien los ejes del poder. Esto urge, las generaciones no pueden esperar tanto.
De continuar haciendo más o menos lo mismo, es decir, mejorando la vida en términos materiales de muchos chilenos, pero manteniendo estratificada la sociedad y el país, es muy difícil que se pueda lograr un salto en la productividad y que los chilenos vean que una razonable igualdad de oportunidades se aparece en el horizonte.
Esta sería una política sin apellidos añejos, de profundo contenido social, moderna y nacional.