Carolina Tohá, Josefa Errazuriz, Maya Fernández y Daniel Jadue alcaldesas y alcalde electos por Santiago, Providencia, Ñuñoa y Recoleta respectivamente, comparten algo en común. Aparte de ofrecer sendos triunfos para sus respectivos sectores, se pudo identificar entre sus propuestas medidas concretas de inclusión y participación ciudadana.
Si hay algo “ideológico” y con convicción en lo que se diferenciaron claramente de sus contendores fue en este tema. Dado “lo emblemático” de estos triunfos surge la pregunta ¿qué podríamos esperar ahora en relación al tema de la participación ciudadana, tanto en esos municipios como en el resto del país?
Primero, revitalización de diversos mecanismos de participación ciudadana, que pueden ir desde construir los planes de desarrollo a partir de asambleas barriales, pasando por presupuestos participativos (particularmente éstos serían muy novedosos, considerando el caudal de recursos de algunas de ellas) hasta perfeccionar los tradicionales mecanismos de consultas y plebiscitos locales.
Segundo, también serían interesantes algunas propuestas de perfeccionamiento de los actuales mecanismos contemplados en la ley 20.500 -la cual se reconoce como un avance- pero poco se ha visto que sus indicaciones hayan sido bien implementadas por los municipios chilenos, especialmente por la falta de voluntad política de alcaldes para hacerlo. De ahí entonces que esto sea precisamente una oportunidad para reconocer las bondades y límites de esa ley.
Un tercer aspecto que podríamos esperar de estas comunas, sería avanzar en vincular participación ciudadana con planificación estratégica municipal. Este punto, es reconocido como uno de los pilares fundamentales hacia donde están avanzando algunas “ciudades participativas” de América Latina.
Vincular participación con planificación es un tremendo desafío que tienen estos municipios, especialmente si consideramos que ha sido una de las dimensiones ausentes de las buenas experiencias de gestión municipal participativa en Chile que se han desarrollado desde el 2000 a la fecha. Dejar aislados los mecanismos de participación ciudadana de la gestión estratégica del municipio (convertidos solo en “programas municipales”), ofrece cierto riesgo en relación a la sustentabilidad política de los mecanismos.
Cuarto,una masificación de iniciativas de participación ciudadana en muchos municipios del país, a raíz del efecto que puede provocar la eventual “gestión participativa” que impulsen estas “emblemáticas” comunas.
Una de las principales lecciones que ha dejado esta primera versión del voto voluntario es demostrar la importancia de las redes sociales y de contar con ciudadanos activos cuando se trata de realizar cambios profundos en comunas.
En el resto del país aún perduran muchas experiencias de “caudillismos” o “cacicazgos locales” donde la expresión ciudadana no existe, o se encuentra capturada por este tipo de liderazgos.
Por ello, no sería raro encontrar nuevas expresiones ciudadanas motivadas por lo alcanzado en estos municipios y para ello el camino más adecuado sería comenzar a exigir de parte de la ciudadanía la implementación de mecanismos de participación muchos más incluyentes y activos.
Quinto, hay una lección importante para los partidos políticos, especialmente para los que se declaran “progresistas” al interior de la concertación o fuera de ella. Es sabido que en los “congresos ideológicos” y convenciones nacionales los temas de democracia participativa y participación ciudadana, forman parte de arengas y discursos, pero no constituyen una estrategia de diferenciación que debieran impulsar alcaldes y concejales en la práctica de hacer gobierno local. La implementan aquellos “más convencidos”, pero no como estrategias de diferenciación de partidos políticos en relación a promover entre sus militantes una forma diferente de relacionarse con la ciudadanía. El desafío ahora es convencerse que “sí se puede”.
Los ojos de la elite nacional estarán puestos en estas experiencias, aun cuando desde 2002 municipios como Buín (entre 2004-2008), Peñalolén, San Antonio, Lautaro, Purranque, La Serena ya lo han impulsado, pero no han gozado de la relevancia política que tienen.
La ventaja de ahora es que municipios “emblemáticos” tendrán participación. De ahí que es legítimo poner mayores esperanzas de que estos procesos vayan teniendo un lugar de mucho más protagonismo en la elite política nacional, la cual por mucho tiempo se ha caracterizado por ser cerrada, oligárquica y algo mesiánica en sus estilos de hacer gobierno local en las comunas más importantes del país.