La TV abierta se auto consume en la mayoría de sus propios productos de consumo, engullendo a sus tele consumidores, que son arrastrados como en un agujero negro, hacia un vacío donde parece no habitar la reflexión.
Pero antes, los adormece, los desmoviliza, anulando a cero el poder de reflexión crítica, única vacuna contra este efecto.
Les inocula sustancias opiáceas compuestas por un batido de imágenes y emociones de fácil deglución y olvido. Allí lo trivial y a veces lo vulgar, es convertido en extra-ordinario, y lo esencial en espectáculo sin importancia.
Se ha constituido en el “nuevo opio del pueblo”, desplazando a la religión, como afirmaba prejuiciosamente Marx, el descreído.
Sólo entretener, cueste lo que cueste, al imperio del rating y las ganancias económicas, como lo ordena el mundo actual del mercado.
Hasta la pobreza y las miserias humanas con sus sufrimientos y dolores son transmutadas en espectáculos como programas de “tele realidad”.
Todo lo que recuerde a educar, el tercer objetivo de la televisión universitaria de antaño, después de entretener e informar, es visto como algo estúpido y muy lejano de la “industria”.
Y así vemos como la entrevista del Dr. H. Maturana en “Tolerancia Cero”, es cortada abruptamente porque no tenía ritmo de televisión abierta, sino de “cable”, mientras el rating bajaba seguramente a límites “peligrosos”.
El doctor no resultó ser un “fast thinking”, y se atrevió a decir la frase mortal para un entrevistado, después de guardar un breve silencio frente a una pregunta. Dijo en un alarde de humildad, “no sé”. ¡Córtalo! Seguramente fue la orden interna del director al conductor.
Algunos medios escritos, criticaron ácidamente la intervención del resucitado, más bien, liberado, “Yerkopuchento” en el programa “Vértigo”, porque se atrevió a realizar un humor punzante y crítico, burlándose de distintas personas y hechos de figuración pública, aun de la propia televisión.
Paradojalmente no levantaron estas mismas críticas frente a la invasión de todo tipo de “realities”, donde se idealiza un mundo que convierte en moneda de cambio y ganancias, la exposición pública extrema y ególatra del mundo privado emocional.
Ya Baudrillard decía, que esta forma de disolución del pudor que protege la intimidad, es la verdadera pornografía, al permitir mostrarla y convertirla en espectáculo para las masas, en este caso de tele consumidores, llevándolo a quienes la practican, al estatus de los nuevos ¿héroes? -por cierto bien pagados- de la pos modernidad.
En estos pseudo -héroes mediáticos, que viven en la realidad de la irrealidad de la videósfera, muchos, (especialmente jóvenes), se reflejan a partir de sus propios deseos, sin darse cuenta que las imágenes fragmentadas y sin espesor que reciben de vuelta,están distorsionadas por espejos trizados y rotos.
Bienvenidos los programas de humor ácido y provocadores, (éticamente autorregulados), las series que hacen reír (como “Separados”), las series y teleseries inteligentes y con buenos guiones, los programas que generan reflexión, y los buenos programas de información.
Bienvenida la televisión abierta con responsabilidad social y ética, dirigida a humanizar y personalizar.