Los últimos avatares de la campaña electoral en Estados Unidos nos han mostrado, en cierto sentido, un excepcional suspiro de honestidad, aun cuando ha sido producto de un tipo de espionaje político.
El primero en debutar, fue el candidato republicano Mitt Romney, quien dijo en un video publicado recientemente que los electores de Obama, en la práctica, deseaban vivir a costa del Estado. La respuesta no se hizo esperar, y se publicó un audio donde el actual Presidente Obama, decía que creía, una parte, un poquito, en la “redistribución” de la riqueza.
En esta desclasificación de video y audio, me parece que se encuentran en algo resumidas dos grandes maneras de entender la sociedad y el mundo.
La primera, de aquellos que creen en un Estado disminuido, pequeño, tan pequeño que su capacidad de interferir en el rumbo del libre mercado sea nula o casi nula, y quienes creen que el Estado debe existir, en la porción adecuada, para regular una sociedad que es estructuralmente desigual. Pero Romney no es el demonio, ni Obama un revolucionario, como ya lo sabemos. Solo que, en ambas desclasificaciones, algo hay de todo esto que se da, cada día con mayor fuerza desde la última crisis económica mundial en desarrollo.
Para nuestro humilde caso nacional, el Presidente Piñera se debe haber sentido muy identificado con las expresiones del candidato republicano.Como no, ambos son empresarios y ambos ponen en un altar la “iniciativa individual” en desmedro del esfuerzo colectivo.Y bueno, a contrario sensu, me parece que la Ex Presidenta Bachelet estaría más cerca de lo que ha dicho Obama.Dos maneras de entender la sociedad expresadas en dos figuras: una nacional y otra internacional.
Pero de las similitudes que me han parecido más interesantes, para el contexto político chileno, no son estas dos grandes miradas, sino las condiciones sico-políticas que rodean a estas figuras.
Piense usted, por ejemplo, en el caso de Nixon versus Kennedy, para seguir con los gringos. Nixon probablemente nunca pudo entender porqué “la gente” quería a Kennedy y no a él, y me lo imagino en la Casa Blanca dándose más cabezazos por esta razón que por el caso Watergate. “Autenticidad” podría ser la respuesta.
Ahora bien, lo auténtico en sentido filosófico, sería al decir de Heidegger aquella forma primera de relacionarse con las cosas del mundo, sin interferencias. Es decir, la “inautenticidad” de Nixon sería la causa de su desgracia, en la medida de que su relación con el mundo -en este caso con su electorado, con la ciudadanía americana- era una relación “engañosa” o artificial. No sé si Kennedy sería lo contrario, pero el caso de Nixon se me ha presentado así con total claridad.
En esa misma línea, Hannah Arendt agrega una cuestión de primerísima importancia.Para Heidegger lo “auténtico” se da en lo individual, y para Arendt en lo colectivo, en rigor, en lo público.
Es decir, esta forma primera de relacionarse con las cosas del mundo se expresa en esta suerte de inter-subjetividad de lo colectivo. Y bueno, con todo el respeto que me merece la persona del Presidente Piñera, me parece que él se relaciona con la ciudadanía de manera inauténtica, desde lo individual, en el sentido de Heidegger, y que la Ex Presidenta Bachelet se relaciona auténticamente con la ciudadanía, desde lo colectivo, en el sentido de Arendt. Los cabezazos de Nixon en la Casa Blanca retumban en La Moneda por una misma razón.
Aun cuando todo esto parece ser una sofisticación filosófica para explicar –sin explicar- porqué los chilenos quieren a Bachelet y no a Piñera, creo que constituye la antesala del efecto que ella genera en el país.
Ni el Presidente Piñera ni su Gobierno, ni los líderes de la Oposición han logrado lo que logra Bachelet: derribar el cerco que separa “la política” de la ciudadanía o el pueblo, como se prefiera. Sobre la base de esa autenticidad que se da en lo colectivo, Bachelet derriba ese cerco, rompe esa coraza y atraviesa hacia el “otro lado”, hacia las “cosas del mundo”, hacia la ciudadanía, hacia el pueblo, hacia la gente.
Bachelet es necesaria en la medida de que nuestra sociedad requiere ese tipo de autenticidad en un mundo en crisis. Y cuando, espero se comprenda mi digresión en la coyuntura política nacional, hay algunos como los comunistas o los radicales que pretenden hundirnos en un sub-mundo político, Bachelet es más necesaria todavía.
La atalaya desde donde Bachelet mira el mundo, es enteramente diferente a la de Piñera y la derecha en su conjunto, y eso la gente lo sabe cada día con mayor claridad.
Cada vez, y con más fuerza entonces, van a ir siendo más evidentes las diferencias entre Bachelet y toda la derecha: una mirada –que derivará en un programa- destinada a combatir la desigualdad en Chile y una mujer que auténticamente, se da por entero, en lo colectivo.