El informe publicado recientemente por el PNUD sobre bienestar subjetivo, presenta como uno de sus principales hallazgos, un Chile con sentimientos encontrados sobre la felicidad. Por un lado, en lo que se refiere al bienestar individual, son más los chilenos que se declaran felices, aumentando desde un 58% en 1995 hasta un 77% el presente año.
Sin embargo, en lo que se refiere al bienestar con la sociedad, se observa un preocupante malestar, ilustrado en que 6 de cada 10 chilenos declaran que en esta sociedad no se respetan su dignidad y derechos. Más preocupante aún, es que sólo un 20% de los chilenos declara confiar en las instituciones, mientras en 1995 esa cifra era un 50% superior.
Hace pocos días se presentó mi libro titulado “Chile te quiero feliz, de la comuna a la comunidad” donde abordo los principales aprendizajes de mis años de servicio público.
En el documento, destaco varios casos concretos que ilustran principios de políticas públicas que creo ayudarían a abordar este malestar que se expresa con la sociedad. La corresponsabilidad, la participación, la comunidad son algunas de los principios que considero clave incorporar en el diseño de las políticas públicas si deseamos que nuestros compatriotas se sientan respetados y vuelvan a creer en las instituciones.
Un caso ejemplificador es el de un panadero de Peñalolén que me comentaba lo feliz que lo hacía poder nadar en la piscina temperada municipal, junto a artistas y ejecutivos que la usan de igual manera. La satisfacción de nadar, no sólo venía dada por el goce individual de la piscina, sino que su uso en un contexto de dignidad e integración con la comunidad. En nuestra piscina temperada, todos los vecinos somos iguales en derechos y dignidad. Desde el Alcalde, hasta el más humilde poblador de la toma, pasando por panaderos, ejecutivos bancarios y los artistas que viven en la comunidad ecológica.
En mi libro también destaco la importancia de mirar detrás de los promedios que muchas veces esconden realidades dramáticas.
Esta “tiranía de los promedios” se manifiesta en las discusiones del ingreso per cápita, en las mediciones de pobreza y también en lo que se refiere a la felicidad.
No nos puede dejar de llamar la atención que si bien un 77% de los chilenos se declara feliz, esta cifra es de un 90% en el estrato ABC1, mientras que alcanza a un 56% en el estrato E.
Las políticas públicas que busquen abordar la felicidad y el bienestar subjetivo de la población deben tomar en consideración que los sectores más vulnerables son aquellos que requieren de una mayor atención.
¿Cómo sería nuestro Chile, si en vez de concentrar todos los esfuerzos de las políticas públicas en mejorar las situaciones individuales de cada uno de los chilenos, dedicáramos mayores esfuerzos en mejorar la situación de los chilenos en su conjunto?
Mi experiencia en el servicio público me ha demostrado que invertir en comunidad, en participación y en integración social, si bien demanda más tiempo, es tanto o más importante que las inversiones en fierro y en concreto.
A veces puede ser mejor avanzar un poco más lento, si eso nos permite que avancemos tomando en consideración tanto el interés individual de cada persona, como el de la comunidad en su conjunto.