Si los ejecutivos del GAM hubiesen pensado cuál sería el mejor regalo para celebrar sus primeros dos intensos años, seguro no se les habría ocurrido algo mejor: traer a John Malkovich a la Arena de Santiago y demostrar así que hace mucha falta una sala acondicionada para dos mil personas que reciba con dignidad, música, canto, teatro y otras presentaciones. Así fue y ocurrió el mismo día del festejo: el tan esperanzador 4 de septiembre chileno.
Más que mil argumentos, portada de Artes y Letras y otros desvaríos con que se ha intentado reponer la “detenida y en reevaluación” obra de la segunda etapa del GAM -un teatro para dos mil personas, aforo exacto que tuvo la Arena para La Comedia Infernal- la presentación de ese actor de culto en una infraestructura que mereció sus propias críticas desde el escenario, es una vergüenza para Santiago y para un público que está capacitado para apreciar y pagar lo que un espectáculo como éste vale.
Entre otras cosas por el esfuerzo que el GAM y otros centros culturales hacen por formar audiencias, las que no pueden convertirse en público ”sin casa”.
Las cifras de público del GAM, que crecen en número, y lo más importante, derraman hacia nuevos grupos sociales de menores recursos, demuestran que las cosas se hicieron bien en términos de evaluar -estudio de audiencias mediante- las potencialidades del centro cultural que imaginó Salvador Allende, construyó Michelle Bachelet, inauguró Sebastián Piñera, y debiera finalizar un (a) próximo (a) presidente (a).
Las curvas de crecimiento de asistencia de grupos de menores recursos son muy similares a las de los inicios del Centro Cultural Estación Mapocho, con la expectativa que estas últimas se han consolidado y mantenido en el tiempo, sin que la aparición de otras salas la hayan afectado.
Es decir, se están creando audiencias específicas de cada espacio, de la mano de una suerte de especialización que deriva grandes conciertos a la Arena, prolongadas exposiciones de artes visuales al Centro Cultural de La Moneda y ferias culturales de gran público al Centro Cultural Estación Mapocho. En este escenario -literalmente- es del todo injusto que los públicos que debiera atender un centro nacional de artes escénicas y musicales como es el GAM, queden estrechados en dos salas de 300 butacas cada una.
Presentaciones recientes, como la Gala del Ballet de Santiago, que desarrolló con maestría piezas clásicas y contemporáneas, lamentablemente ante un público menor y menos satisfecho que el de la ópera y los conciertos del Teatro Municipal, revelan que la formación de audiencias amplias para la danza es urgente y no se puede seguir atribuyéndola sólo al BANCH y los dirigidos de Marcia Haydée. La misión del GAM en ese terreno es ineludible.
Cuándo sólo con dos años de vida se está entre los imprescindibles, es señal de buenos resultados. Feliz aniversario al GAM y buenos deseos que “más temprano que tarde” pueda recibir en su nueva sala a los John Malkovich que chilenas y chilenos merecemos.