El Presidente del PPD, Senador Jaime Quintana, sorprendió a la audiencia partidaria al declarar “extinguido” el girardismo (en tanto lote interno) y propiciar una construcción partidaria basada en una lógica de ideas y no en el devenir de los “ismos” (laguismo-weberismo, tohísmo, girardismo, otros).
Ha señalado entonces su intención de realizar un gobierno partidario transversal, invitando a todos los militantes y dirigentes a desarrollar un camino de unidad y fortalecimiento partidario. La propuesta es interesante, extraordinaria y esperanzadora. Se ha intentado antes sin mucho éxito.
Las presidencias de Sergio Bitar, Víctor Barrueto y Pepe Auth buscaron marcar ese sello, pero finalmente los lotes mantuvieron su fuerte preeminencia. El problema es que en los últimos años han afectado la convivencia interna y comienzan a desdibujar esencialmente la identidad del PPD.
Se han vuelto relativamente infranqueables e incluso han reducido sus propios espacios de interacción, concentrando en muy pequeños núcleos de dirigentes las decisiones fundamentales que luego se transmiten, informan o simplemente se aplican verticalmente.
En la última elección interna esto fue demasiado evidente, e incluso instituciones como la Comisión Nacional Electoral y el propio Tribunal Supremo fueron insuficientes en su capacidad de garantizar un debido proceso electoral, muchas veces a contrapelo de su propio esfuerzo, precisamente por la influencia de los lotes internos.
Lo más complejo es que el debate político de verdad no se está realizando necesariamente a fondo en las instancias partidarias. La nueva mesa directiva que preside el senador Quintana busca marcar un derrotero, pero de hecho acontecen situaciones que son ajenas a la institucionalidad del PPD, como por ejemplo, que decisiones fundamentales en materia de reforma tributaria son soliviantadas por algunos parlamentarios o que objetivos básicos en relación con la transformación del sistema binominal son resistidas.
Los lotes políticos están en el ADN del PPD. Hay años de historia que así lo indican. Y siempre estuvieron hegemonizados por personas carismáticas. Algunas ideas se agregan después, pero esencialmente lo que caracteriza la fisonomía de tales grupos son los intereses personales de quienes los integran, combinados ciertamente con una retórica.
Y así como surgen, desaparecen, pues cuando el jefe deja de tener poder interno el lote se disuelve. Es el caso del schaulshonismo y del florismo, que dirigieron lotes internos muy poderosos. Ambos dejaron el PPD y la red clientelar con que contaban se extinguió o se reconvirtió.
El “laguismo histórico”, conformado fundamentalmente a partir de la fundación del PPD en 1987 tuvo una larga vigencia, hasta 1999, a lo menos. En la medida que Lagos Escobar adquirió mayor preeminencia en el Estado y después ejerció como Presidente de la República debió distanciarse del partido. Su legado fue recogido por Sergio Bitar quien ejerció tres fructíferas presidencias en la historia del PPD.
Cuando Bitar asumió responsabilidades en el Estado, lo que quedaba en pie del laguismo histórico fue recogido por Vidal, quien construyó una limitada red de contactos, pero las obligaciones estatales son generalmente más exigentes.
Así que dicha red -preferentemente gubernamental- debió abandonar también su pasión por el partido. El “rebolledismo”, poderoso en los primeros años de la década del 90 terminó finalmente su influencia afectado por un tema judicial.
Barrueto y Auth buscaron gobernar al PPD por encima de los lotes y lograron en parte su cometido, convocando un poco más ampliamente a diversos sectores internos, pero finalmente los lotes continuaron cristalizando.
Tohá asumió como Presidenta de unidad, con una acotada capacidad de gestión transversal y finalmente su tarea quedó opacada por el predominio interno de lotes y su legado no tuvo eco en la militancia, que volcó hacia Quintana su mejor opción.
El girardismo es un fenómeno más complejo. Emergió desde el schaulshonismo con un desarrollado talento en operaciones políticas. El entonces joven Girardi entendió que autonomizarse de Schaulshon sería más rentable y desde el discurso ambientalista y ciudadano levantó una amplia red de contactos en el país, que hoy le otorgan su fuerza.
Cuenta con ideas políticamente relevantes y prácticas controvertidas. La cultura clientelar predomina por sobre la épica doctrinaria. Entonces, una cosa afecta a la otra. Y nada garantiza que la evolución del “girardismo” hacia una megatendencia, con las mismas conductas y actores sea más práctica para el PPD.
Más aún, una megatendencia como resultado de un acuerdo de secretaría, entre representantes de lotes menores, igual permite mantener la hegemonía del grupo mayor. El cambio podría resultar en algo que no cambia nada o cambia muy poco.
Entonces ¿cuál es el camino? El más difícil: el de la institucionalidad partidaria. Es decir, realizar los debates y adoptar los acuerdos donde debiera corresponder. En su Mesa directiva, en su Comisión Política, en su Directiva Nacional, en sus instancias democráticas. Esto no siempre ha sido así. Y no es fácil que se pueda lograr del todo.
Depende mucho del líder y de la fuerza que imprima a su gestión. Y se necesita mucha firmeza para empujar esta tarea.
Lo relevante es que en el PPD hay dirigentes disponibles para desarrollar una lógica de construcción partidaria, aún formando parte de lotes internos pues son más proclives al debate de ideas, pero no cuentan con poder suficiente ni redes clientelares. Entonces se subsumen.
Un camino complementario es que en el PPD se formalicen legalmente las “corrientes de ideas” y que los militantes puedan organizarse en torno a Programas y que dichas corrientes puedan tener incluso una manera de organizarse, de tal modo que puedan expresar propuestas políticas e ideológicas con transparencia y sin tener que depender de una cofradía cerrada.
Las corrientes de ideas son pertinentes para un Partido. Los lotes personalistas, a la larga, debilitan a las colectividades políticas y las empequeñecen.
Entonces, ¿porqué no una corriente democrática institucional del PPD, con propuestas políticas y un marco doctrinario de ideas, consensuadas en forma participativa?