Si no hay “un objeto común de amor”, San Agustín nos diría que no puede haber una gran nación ni nada que se le parezca. Un objetivo nacional obvio – que debiera unirnos a todos – es acabar con la pobreza e indigencia. Sin embargo, no estamos de acuerdo en la forma precisa de hacerlo. Peor aún, de seguir las dudas acerca de la Casen y la forma como se calculó y anunció la baja de la pobreza en Chile, ya ni siquiera podremos debatir sobre la base de un diagnóstico cierto y compartido.
El ministro de Planificación Nacional más que denunciar que está siendo víctima de una campaña personal debió haber tardado menos en dar respuesta a las primeras quejas y ahora debe explicar, y no quejarse, acerca de qué pasó entre Mideplan y CEPAL a la hora de cambiar el método de cálculo de la pobreza. Por cierto, esta obligación también recae sobre el organismo internacional. Estamos atentos a sus dichos que esperamos, sinceramente, sean convincentes.
Sin embargo, más allá de la fe pública comprometida, la cuestión ética central es que no estamos afrontando como debiéramos el acabar con la pobreza y la indigencia en Chile.
Sumemos a ello la pregunta esencial que hace la Casen a la política: ¿Por qué si hemos crecido tanto a partir de fines del 2009 y hemos generado tantos empleos, la reducción de la pobreza es tan lenta o incluso se encuentra estancada? El caso Casen demuestra lo lejos que estamos de la política que debemos y podemos tener. La primera responsabilidad es del gobierno.
Toda política debe basarse en un diagnóstico lo más preciso y compartido posible. Eso es lo que está en juego en el caso Casen.
Nada menos que Andrés Hernando, el ex Jefe de la División de Estudios de Desarrollo Social de Mideplan (ministerio de Desarrollo Social), dijo sentirse usado por el ministro Joaquín Lavín. “La verdad es que en el momento en que se hizo el anuncio de la pobreza (20 de julio) me sentí usado. No me gusta decir esto, pero prefiero quedar como ingenuo a que alguien piense que fui deshonesto. Yo advertí que la baja de la pobreza no era significativa” señaló a Ciper Chile.
Sin embargo, así se presentó la caída de la pobreza, como una baja histórica.Además Hernando es uno de los firmantes de la minuta enviada a Cepal para pedir que se incluyera en los análisis de datos de Casen 2012 una pregunta que consultaba los ingresos de familiares no remunerados, desocupados e inactivos (“y11″) y que significó la baja del porcentaje de pobres de Chile.
En El Mercurio del 1 de septiembre Hernando declara que ese fue un cambio técnicamente bien fundado. Puede ser, sin embargo ya el proceso aparece cuestionado y la desconfianza que separa a un chileno de otro, que se extiende cada vez más a sus instituciones, ha afectado fuertemente a un instrumento central de la política pública como es la CASEN.
La cuestión ética central no es, sin embargo, la fe pública comprometida en la eventual manipulación de la Casen. De hecho será bien triste que este debate termine con que la Casen fue manipulada y que hay más pobres que los que se afirmó el 20 de julio.
Por ello lo central éticamente hablando es que Chile puede acabar con el sufrimiento de millones de chilenos y chilenos pobres e indigentes; y no lo estamos haciendo como debiéramos.
Los datos preliminares del Censo 2012 estarían demostrando que tenemos el ingreso per cápita más alto de América Latina. El norte del país crece a tasas aceleradas pues contamos como recursos naturales valiosísimos como el cobre.
Sin embargo, el Censo nos muestra también que han dejado de nacer probablemente medio millón de niños. Un Concepción y Valparaíso menos (Los datos de hoy, no corregidos, conducen a que la cifra sea de más unos 900.000 chilenos y chilenas menos).
Cierto que hoy gozamos del bono demográfico de tener menos niños económicamente inactivos y más adultos productivos. Pero sabemos que eso se revertirá cuando tengamos 130 adultos mayores por 100 jóvenes (2045).
Las mujeres de hoy dicen querer tener dos o tres hijos, pero un 27% tiene sólo uno porque deben trabajar gratis dentro de la casa y fuera de ella 47 horas a la semana, en forma discriminatoria además.
El mejor jardín infantil de Chile son nuestros abuelos, haciendo recaer en ellos una responsabilidad que no les corresponde (Encuesta Bicentenario).No es raro que el Censo nos muestre envejeciendo. Sin embargo, porfiamos y nos esforzamos.
A nuestros recursos naturales se suma una ciudadanía esforzada. Nuestra clase media es la más endeudada de la OCDE cuando de pagar los estudios superiores de sus hijos se trata.
Los chilenos y chilenas trabajamos quinientas horas más al año que en Europa o Estados Unidos. Es decir, por donde se le mire, este es un gran país que puede alcanzar el desarrollo.
Decíamos en el primer párrafo de esta columna que la pregunta política es ¿por qué, si hemos crecido tanto a partir de fines del 2009 y hemos generado tantos empleos a partir del 2010, la reducción de la pobreza es tan lenta o incluso se encuentra estancada?
La búsqueda de respuesta debiera ser central en el debate político y no la eventual manipulación de los datos o si algunos están enojados porque han sido menos efectivos que los otros para reducir la pobreza y las desigualdades.
Humildemente creo que estamos frente al agotamiento de una política de desarrollo fundada centralmente en el crecimiento económico impulsado por los privados y políticas públicas que intentan, sin los recursos adecuados, apoyar a pobres e indigentes.
Lo que Chile necesita abordar es la reforma de sus instituciones políticas, económicas y sociales para que el potencial de riquezas naturales, trabajo, nervio e ideas explote creativa e igualitariamente.
¿Un ejemplo que se puede? Que el Censo 2012 nos traiga la buena noticia de ver aumentada la concentración de población en el centro del Gran Santiago nos demuestra la utilidad de políticas públicas activas y selectivas aplicadas desde el municipio y el Estado Central.
Es lo que debemos hacer en Aysén, Magallanes, Arica o Parinacota. Miremos también lo que muestra el Censo acerca del bajo crecimiento de regiones del Maule, Bío Bío, de La Araucanía o de Los Ríos. Por ello debemos reformar nuestras políticas, haciéndolas más selectivas y descentralizadoras, para lograr que regiones enteras del país, que no crecen como debieran, integren su agricultura y ruralidad al comercio nacional y global.
El Censo nos hace pensar en la justicia de las protestas ciudadanas en esas zonas del país. Necesitamos una nueva política económica.
El caso Casen nos recuerda una vez más que debemos políticamente exigirnos mucho más.La primera responsabilidad la tiene el gobierno.
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